jueves, 30 de junio de 2011

Sanidad recomienda a embarazadas y niños no comer atún ni pez espada

 
 
La Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN), recomiende que las mujeres en edad fértil, las embarazadas y las que están en período de lactancia eviten el consumo de pescados azules grandes como el pez espada, el tiburón, el atún rojo, el pez panga y el lucio. También deberían dejar de comerlo los niños menores de tres años y limitar su consumo a 50 gramos por semana los niños con edades entre los 3 y los 12 años.
Según ha precisado el director de la AESAN, Roberto Sabrido, el motivo es que el mercurio se acumula en la grasa de estos pescados y las especies más grandes tienen, por lo tanto, más grasa y pueden acumular más cantidad de este metal, que podría afectar a "los consumidores con organismos más sensibles", como niños y embarazadas.
 
Estos dos colectivos pueden, en cambio, comer sardinas, anchoas o caballa con toda tranquilidad, pues al ser pescados azules más pequeños contendrían menos mercurio. "En estas edades, por ejemplo, se podrían consumir 100 gramos de atún en lata a la semana", acota. "Para los demás consumidores se sigue aconsejando comer pescado azul y lo recomendable es tomar entre tres y cuatro raciones a la semana, alternando su consumo con el de pescado blanco", añade.
 
Hay una segunda recomendación, referida a los crustáceos y atañe a la costumbre de saborear también la cabeza de gambas, langostinos, cigalas y bogavantes, o los jugos de centollos, cangrejo o buey.

En este caso el problema es el cadmio. La AESAN recomienda limitar el consumo de carne oscura de los crustáceos, localizada en la cabeza, para reducir la exposición a cadmio (metal presente en las pilas eléctricas y en vertidos industriales).
El cadmio, en dosis elevadas, puede dañar riñones e hígado, donde tiende a acumularse entre diez y 30 años. También causa desmineralización de huesos y se considera un importante agente cancerígeno.
Por otra parte, la OCU señala que las recomendaciones sobre alimentos de la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN) "no deben generar alarma ni extremismos" y que, tanto el consumo de pescado como el de verduras, siguen siendo claves para seguir una dieta saludable.

"Estas reglas son válidas para todos los consumidores, aunque especialmente para embarazados, niños, mayores y otros colectivos sensibles", añade.

La OCU recuerda que las recomendaciones de la AESAN incluyen limitar el consumo de las cabezas de crustáceos, pues comer estas partes del marisco de manera habitual puede conducir "a una exposición inaceptable de cadmio".

"Aunque todavía no hay recomendaciones al respecto, se sabe que el cadmio también se deposita en las vísceras de los animales, las algas y las setas silvestres, por lo que es conveniente no abusar de ninguno de estos alimentos", aportan.

El mercurio llega al pescado a través de su alimentación, de forma que los peces más depredadores --los más grandes-- son los que acumulan mayor cantidad de mercurio en sus tejidos grasos. El pez que llega a nuestro plato lleva también una buena dosis de mercurio.

La toxicidad del mercurio depende de la forma química en la que esté. Los compuestos del mercurio son mas tóxicos que el propio metal. Según la Organización Mundial de la Salud, uno de sus compuestos orgánicos (el metilmercurio) es uno de los 6 químicos más peligrosos.

El mercurio puede inducir efectos tóxicos en algunos órganos y sistemas, como sistema nervioso, riñones, hígado y órganos reproductivos, pero el mayor riesgo es el neurotóxico.

El cadmio es un metal pesado que se encuentra de forma natural en minerales de cinc, cobre o plomo, por lo que es un subproducto inevitable en las actividades mineras relacionadas. Sus aplicaciones industriales y agrícolas aumentan su presencia en el medio ambiente.

El cuerpo humano absorbe poco cadmio. Sin embargo, el problema es que tiende a acumularse en el organismo, especialmente en el hígado y el riñón, y se tarda en eliminarse entre 10 y 30 años. Altos niveles de cadmio en el organismo pueden causar disfunción renal, desmineralización de los huesos y, a largo plazo, cáncer.

En cuanto a los nitratos, son uno de los principales componentes de fertilizantes y abonos. Permiten a las plantas crecer más rápido pero, si se usan en exceso, no son metabolizados y terminan en las verduras, especialmente las de hoja (acelgas y espinacas). Según un análisis de la OCU, casi la mitad de las acelgas que pasaron por el laboratorio superaban los niveles diarios admisibles de nitratos.

Los nitratos en sí no son tóxicos. El problema es que, una vez que los ingerimos, nuestro sistema digestivo transforma el 6 por ciento de estos nitratos en nitritos. Los nitritos pasan a la sangre y reducen el suministro de oxígeno del organismo.

Este trastorno se conoce como cianosis, tiene como síntoma una coloración azulada en la piel y es particularmente peligroso en los niños más pequeños. Combinados con otros aminoácidos de nuestro sistema digestivo, los nitritos se transforman en nitrosaminas, una sustancia con probados efectos cancerígenos.

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