sábado, 8 de febrero de 2014

"Chimán. La pesca ballenera moderna en la Península Ibérica" por Álex aguilar - Biólogo






Àlex Aguilar fue testigo de excepción de los últimos años de la pesca ballenera en la Península Ibérica, una actividad que entonces se concentraba en dos factorías de Galicia: Caneliñas, en Cee, y Balea, en Cangas. Acaba de publicar "Chimán. La pesca ballenera moderna en la Península Ibérica", un extenso trabajo en el que colaboran el Museo Massó de Bueu y el Museo do Mar de Galicia, en Vigo. Un recorrido por seis décadas de caza ballenera, que comenzó en la zona del Estrecho de Gibraltar y que se calcula que significó la muerte de 21.000 ballenas y cachalotes. El autor, ahora director del Instituto de Investigación de la Biodiversidad de la Universidad de Barcelona, estará el viernes 14 de febrero en el museo vigués a las 20.00 horas para presentar el libro. Probablemente regresará a Galicia en verano para estar en Bueu. Por cierto, "chimán" es la palabra con la que los balleneros denominaban a un ejemplar de un gran tamaño.
- El libro se retrotrae a un periodo de más de 30 años atrás. ¿Por qué ha decidido publicarlo ahora?
- Comencé a trabajar en él hace ocho años y en 2008 tenía ya una versión más corta que llevé a una editorial. Pero fue cuando empezó la crisis, se trataba de un trabajo costoso y no le veían claro. La verdad es que en el fondo fue una suerte porque después descubrí un archivo familiar del noruego Carl Herlofson con mucha documentación de la década de 1920. Este hombre fue el que inició la pesca moderna de la ballena en España y con la ayuda de sus descendientes tuve acceso a mucha información que me ha permitido hacer un libro más documentado (más de 350 páginas).
- Usted es de Barcelona, ¿cómo llegó a Galicia y comenzó su relación con la industria ballenera?
- Yo quería trabajar en algo relacionado con el mar y la pesca. El azar me llevó a la factoría de Caneliñas, lo que fue una oportunidad extraordinaria. Mi idea era hacer una tesis y le debí caer en gracia a Juan José Massó, entonces gerente de IBSA (Industria Ballenera S.A. y en aquel momento controlada por Massó Hermanos). Me dio todas las facilidades e incluso me cedió una casa. Pero fue en esos años cuando España entró en la Comisión Ballenera Internacional (CBI) y hacían falta biólogos que suministrasen datos sobre las capturas y las cuotas al Ministerio de Pesca. Al final estuve ocho años.
- Hace algún tiempo antiguos balleneros de Cangas me contaban su experiencia y se mostraban críticos con la moratoria en la pesca de las ballenas. Aseguraban que era una actividad viable y acusaban a rusos y noruegos de "despescar" el mar. ¿Cómo era aquella explotación?
- Algo de razón tienen. Había dos tipos de explotación. Una era la que se hacía en países como España o Islandia, cuyos barcos tenían un radio de acción muy pequeño porque tenían que traer las capturas a las factorías que tenían en tierra, que en el caso español estaban en Cangas y Caneliñas. A la propia empresa no le interesaba la sobreexplotación ni hacer capturas excesivas porque se cargaba a la gallina de los huevos de oro. Pero luego estaban los buques factoría, que eran enormes procesadores que llevaban una flotilla de barcos que pescaban todo lo que podían. A ellos no les importaba vaciar el mar e iban cambiando de zonas. Eran mucho más agresivos y se les considera responsables de grandes matanzas. Pero la pesca gallega era mucho más sostenible y perfectamente controlada por el Estado desde la entrada en la CBI.
-Sin embargo, reconoce que hubo un año, en 1980, que se capturó mucho más de lo que España tenía autorizado.
- Fue algo excepcional y que sucedió por unas razones muy concretas. En abril de 1980 ocurrió un atentado en Marín con dos bombas lapa que hundieron dos de los tres barcos balleneros de IBSA justo antes de iniciar la campaña (previamente, 1978 hubo otro en Corcubión). Estaba todo el mundo preparado y de repente se entró en una situación de pánico, con un montón de gastos no previstos, las aseguradoras no querían hacerse cargo de los barcos... La empresa se quedó sólo con el IBSA Tres y era imposible que un solo barco cazase las ballenas y las llevase a las dos factorías, por lo que también se contrataron dos remolcadores. En aquellas circunstancias la orden que se dio fue pescar todo cuanto se pudiese y como se pudiese. Ciertamente eso significó cazar muchos ejemplares de pequeño tamaño y a los que además no se les sacaba el mismo rendimiento. Pero fue una situación excepcional, antes y después se respetaron las cuotas impuestas por la CBI.


El "IBSA Uno", ahora "Southern Actor", restaurado en el único Museo de la Ballena de Europa, en Sandefjord, Noruega


- Después de 30 años de moratoria en la pesca de la ballena, ¿se puede decir que fue una medida acertada y que ha servido para recuperar la especie?
- La moratoria se aprobó tarde y cuando se hizo ya no era necesaria. La filosofía de esta medida es que la pesca de la ballena era algo que se había hecho mal, que se hacía mal y que como no hay manera de hacerla bien vamos a dejar de pescar. Pero era algo temporal, hasta saber cómo gestionar el recurso. La primera moratoria era hasta 1990 y desde entonces se renueva anualmente. Lo que ocurre es que esta medida comenzó a barajarse a mediados de la década de 1970, se aprobó en 1982 y entró en vigor en 1985. Durante esos años la CBI fue desarrollando un sistema de gestión y unas normas que hacían que en 1985 todas las operaciones balleneras estuviesen controladas y no eran dañinas. Por eso en realidad la moratoria llegó tarde.
- Podemos hablar entonces de más razones para mantener la moratoria.
- La actitud hacia las ballenas fue cambiando a lo largo de esos años. Cuando yo comencé a trabajar en esto la ballena no era distinta de un atún. Bueno, sólo era más grande (risas). Me refiero a que a finales de los 70 y principios de los 80 a estos cetáceos se les había dado un simbolismo especial, ya no se les trataba como si fuesen un atún o cualquier otra especie. No se trataba ya de una cuestión sobre si se gestionaba bien o no, sino que no era un recurso pesquero y que la ballena debía ser tratada de manera diferente. Es la razón por la que aún continúa la moratoria.
- Entonces, ¿hoy sería viable retomar esta actividad?
-Hoy sería perfectamente posible hacer una pesca controlada y segura de las ballenas. Pero la cuestión es otra. La moratoria encubre una cosa diferente: en realidad creemos que la ballena tiene unas características que la apartan del resto de los seres comestibles. Es más una cuestión de imagen que de sostenibilidad. Es difícil que se pueda retomar porque sería necesario un cambio de percepción en la sociedad.
- ¿Y su opinión?
- Yo empecé a trabajar en una época en la que pescar ballenas era algo tan normal o cotidiano como pescar atunes o sardinas, no había ninguna diferencia. Y hoy continúo pensando lo mismo. Como biólogo no hay ninguna razón objetiva por la que la ballena tenga que ser ditinsta a cualquier otro animal. Pero una vez dicho esto, hay que tener en cuenta que no vemos a todos los animales de la misma manera por una cuestión de percepción cultural. Por ejemplo, en España comemos conejo y en Inglaterra opinan que somos unos salvajes por ello. Por el contario, aquí no nos comemos a los perros y a los gatos y vemos a los chinos como unos salvajes porque sí lo hacen. Y los hindús consideran que somos unos salvajes porque comemos vaca.
- De alguna manera la industria ballenera tiene bastante responsabilidad en ello debido a su insensibilidad y a la pesca indiscriminada que promovió en algunos momentos y lugares. En su libro reproduce una conversación con Juan José Massó sobre la actividad de las grandes factorías procesadoras de las que hablábamos antes y que resulta reveladora. Biología versus cuadrar balances y la influencia de la opinión pública.
- La pesca de la ballena se puede decir que tuvo como un pecado de nacimiento. Desde un punto de vista pesquero la ballena es muy buen negocio: una empresa ballenera saca un rendimiento mucho más alto que cualquier otra actividad pesquera. Cuando esta actividad llegó a España en la década de 1920 vinó de la mano de un noruego (Carl Herlofson) que primero había montado una factoría ballenera en Islandia, donde cazó todo lo que pudo y vació aquello. Luego se trasladó a Escocia e hizo lo mismo y después dio el salto a España, donde en apenas seis años, de 1921 a 1926, vació literalmente la zona. Estos traslados eran muy costosos, pero los podía hacer por los grandes beneficios que sacaba. Era una explotación totalmente agresiva y que se hacía mucho: el negocio era ir a un lugar, vaciarlo y saltar a otro. Obviamente esto ofreció una imagen malísima de esta actividad porque era una industria basada en el expolio. Esto hizo que la ballena fuese adoptada como bandera por el movimiento ecologista y ese pecado de nacimiento de la industria ballenera pesa mucho en la percepción global de una actividad destructiva. Incluso para un modelo sostenible como el que había en Galicia desde el año 1951. Duró 35 años, hasta la moratoria, y podría haber durado otros tantos.
- De ese pasado ballenero en Galicia hoy no queda nada, salvo ruinas. Ni siquiera el último ballenero, el "IBSA Uno". Los noruegos sí supieron ver el valor histórico de aquel barco y hoy es la estrella de su Museo de la Ballena de Sandefjord (con su nombre original, "Southern Actor").
- Recuerdo que cuando la industria cerró hablé con la Xunta de Galicia, fundaciones, bancos y un montón de gente para que no se perdiese ese patrimonio. Intenté que alguien se quedase con los balleneros o que formasen parte de un museo. Pero hubo mucha desidia. Desde la Xunta vinieron a decirme que en Galicia abrían y cerraban cada año muchas empresas y que por qué había que hacer aquello con la industria ballenera. Los noruegos me vinieron a buscar para pedirme información sobre ese barco, que había cambiado de nombre, y se lo acabaron llevando remolcado a Sandefjord. Mientras aquí se fue perdiendo todo: las factorías balleneras de Cangas, Caneliñas y Cabo Morás están en ruinas, la documentación se fue perdiendo y hasta la maquinaria de la de Caneliñas, que tenía un gran valor histórico, fue vendida a un chatarrero para fundir el hierro. Es una auténtica lástima.

La factoría ballenera de Balea, en Cangas, hacia 1980 y con una ballena para despiezar


- Supongo que ese es otro de los objetivos de su libro, recuperar y dar a conocer un pasado que cada vez resulta más lejano.
- Sí. Iba viendo como se deterioraba todo ese patrimonio y como las personas que formaron parte de esta historia iban desapareciendo. Por eso creo que valía la pena publicar este libro con esa visión retrospectiva. Cangas cuenta aún con la factoría de Balea y la pesca de la ballena es algo que cuenta aún con fuerza simbólica tremenda, ante la que seguro que nadie se queda indiferente. Es una parte importante de su pasado y la conservación de esas instalacionse seguro que atraería a muchos visitantes, locales y de fuera. Estamos hablando de una industria que fue muy importante para Galicia y que en dos momentos de la historia fue la principal generadora de divisas. Sería de una ceguera enorme que no se conservase y se le sacase una rentabilidad a ese pasado.

Fuente: Faro de Vigo

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