domingo, 10 de julio de 2016

Los ríos gallegos en peligro





Ningún eje principal del sistema fluvial de Galicia está libre de obstáculos. Presas, azudes, drenajes o canalizaciones instaladas para el aprovechamiento hidroeléctrico alteran el régimen natural de los caudales. Pero, ni mucho menos, este es el único impacto que sufren los ríos gallegos. A problemas ya estructurales como la suelta incontrolada de purines y fertilizantes derivados de la actividad agroganadera, la contaminación orgánica producida por el vertido de aguas residuales ocasionada por el mal funcionamiento de depuradoras y redes de saneamiento, en especial en época de fuertes lluvias; los vertidos puntuales de industrias y de la actividad minera, o la degradación de los bosques y vegetación de ribera que provoca la erosión de las orillas constituyen una foto fija de la situación, a la que ahora se unen amenazas como la introducción de especies invasoras, presentes desde hace décadas, o una nueva fuente de residuos químicos que se cuelan directamente en los cauces desde los retretes en forma de restos de medicamentos o productos de belleza que las depuradoras no pueden tratar.

Aún con todo esto, el 77 % de las cuencas de Galicia-costa, controladas por Augas de Galicia, o el 76 % de las gestionadas por la Confederación Hidrográfica del Miño-Sil, que dependen de Estado, presentan un estado ecológico bueno o muy bueno, un porcentaje muy superior a la media nacional, de entre un 50 % y un 60 %. «Estamos en una situación realmente mejor que hace años, pero hasta que no tengamos el 100 % de nuestros ríos en un estado saludable no podremos estar contentos», advierte Francisco Marín. «El estado en general no es malo, pero tenemos que mejorar», incide Enrique Benavides, de Augas de Galicia. Queda, de hecho, aún mucho para alcanzar el objetivo del 100 % estipulado por la Directiva Marco del Agua para el pasado año.

La lectura más crítica la hace Fernando Cobo, director de la Estación Hidrobiológica de O Con, que probablemente sea el mayor conocedor de los ríos gallegos. «Que case un 25 % dos 10.000 ríos non estean en bo estado ecolóxico non é unha boa noticia», señala, a la vez que pone un ejemplo que refleja un declive que ahora se intenta evitar. «Tiñamos -dice- unha produción piscícola extraordinaria, e desde os anos 80 estamos a ver un descenso dramático das súas densidades». Los vertidos de todo tipo, sobre todo los orgánicos derivados de la actividad agraria y de una mala depuración de las aguas residuales, son uno de los grandes problemas. Pero tampoco los únicos.

La Xunta ha inventariado 5.916 puntos de vertido, de los que 847 se consideran contaminantes. Es cierto, sin embargo, que la presión y las medidas de la Administración han servido para eliminar 1.755 focos de polución desde el 2009. «Se invierte mucho dinero para lograr estos avances que muchas veces pasan desapercibidos», apunta Enrique Benavides, quien apela a la concienciación ciudadana para ayudar a conservar los cauces. «Las administraciones -dice- tenemos mucha responsabilidad, pero hay otros efectos que influyen en la calidad de los ríos que dependen de la concienciación ciudadana».






Ivermectina. Es un producto fitosanitario que se utiliza como antiparasitario para el ganado cuyos restos se filtran en las aguas subterráneas y van a parar a los ríos con consecuencias impredecibles para las especies. Es una de las nuevas amenazas para la calidad de los cauces. Pero hay muchas más. Restos de medicamentos y analgésicos, productos cosméticos y de maquillaje y una amplia lista de sustancias químicas se cuelan por las tuberías de nuestros domicilios y llegan a parar a los ríos. «Hai ata 1.400 produtos diferentes que chegan as nosas augas. É certo que en concentracións moi baixas, pero que poden ter un efecto nos organismos acuáticos que aínda non sabemos», explica el catedrático Fernando Cobo, cuyo equipo identificó altas dosis de ibuprofeno y otros medicamentos en el río Sar. Y no se trata de un hecho aislado.

El problema es que las actuales depuradoras no están preparadas para eliminar este tipo de sustancias. «Es un problema emergente y necesitamos nuevas tecnologías para tratar estos tóxicos y necesitamos también más estudios para saber cómo afecta su acumulación a la vida piscícola», constata Fernando Marín, presidente de la Confederación Hidrográfica Miño-Sil.

«Non hai ningunha bacía que non estea fragmentada, ningún eixo principal da nosa rede fluvial que estea libre de obstáculos, e en moitos casos non existen alternativas para que as especies poidan franquealos», advierte Fernando Cobo sobre otro de los grandes problemas de los ríos gallegos. En la Confederación Hidrográfica del Miño-Sil, por ejemplo, operan 47 grandes presas de uso hidroeléctrico, 43 centrales y 45 minicentrales hidroeléctricas. En total, sus cauces suman 4.590 obstáculos. Esto supone que un total de 42 masas de agua de esta demarcación no alcancen un buen estado ecológico, un problema al que se unen las extracciones significativas de agua.

«Las alteraciones morfológicas son la principal presión sobre las aguas de la demarcación. Presas y azudes alteran el ecosistema hídrico y obstaculizan el tránsito de las especies piscícolas que migran aguas arriba para reproducirse», según consta en un documento facilitado por la Confederación. «Nuestro objetivo es intentar que los caudales ecológicos sean los más adecuados en cada tramo», explica su presidente.




Fuente: La Voz de Galicia

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