domingo, 30 de octubre de 2016

De anguilas y lampreas





Galicia no puede entenderse sin merluza, sardina y congrio. Pero tampoco sin lamprea, salmón o angula, esas especies a ratos marinas y a ratos continentales tan vinculadas, sobre todo, al río Miño. De esas especies migratorias habló en el Foro dos Recursos Mariños de O Grove Fernando Cobo, doctor en Biología y director de la estación de hidrobiología Encoro do Con, que detalló el estado de esas variedades en Galicia, acompañando ese resumen de numerosas curiosidades sobre cada población.

La de la anguila, además de apasionante, aparece plagada de conocidos personajes. El primero, Aristóteles, que aseguraba que la angula provenía «de las entrañas de la tierra», directamente del fango. Eso se debe a las dificultades para encontrar en el ejemplar gónadas, ovarios, testículos o resquicios de su sexualidad. Que se lo digan a Freud (sí, el mismo Sigmund Freud), que en su primera investigación llegó a abrir más de 400 anguilas para tratar de dar con los testículos del animal. «No los encontró nunca», dijo Cobo, pero el empeño del neurólogo austríaco da para más de un chascarrillo con lo del trauma que pudo suponer esa infructuosa empresa y su relación con el complejo de castración que describió el precursor del psicoanálisis.

También la Carlsberg, sí, la conocida cerveza danesa que se tenía a sí misma por probablemente la mejor del mundo -confiando en que Hijos de Rivera no esté escuchando-, tiene relación con la angula, aunque en este caso por filiación política. Su millonario propietario, J. C. Jacobsen, fue el que financió la travesía en barco que permitió a Johannes Schmidt descubrir que todas las angulas salían del mar de los Sargazos y que de ahí se dispersaban hacia los ríos de América y Europa. ¿Qué interés tenía el patriarca Carlsberg en la angula? Ninguno. Básicamente cumplir el capricho del marido de su hija, empecinado en dar con el misterio de los leptocéfalos. Un empeño al que dedicó 20 años y los otros diez que tardaron en publicarle el estudio.

Y aún hoy, dos siglos después, la anguila sigue siendo un misterio, acrecentado si cabe porque apenas hay constancia de anguilas capturadas en alta mar, cuando haberlas tiene que haberlas, dado que regresan de los ríos europeos al mar de los Sargazos -en el Atlántico septentrional- para reproducirse.

Galicia no escapa a la tendencia que la anguila muestra en toda Europa: su población ha caído tanto que la Comisión Europea hizo saltar las alarmas y en el 2007 aprobó un plan de recuperación de la especie. Un plan que obliga a destinar a repoblación un 30 % de las angulas que se capturan, amén de prohibir completamente su exportación a países asiáticos, que antes adquirían para su engorde y posterior consumo ya convertidas en anguilas. En España ha habido un descenso drástico de las capturas, en Asturias, Valencia, el delta del Ebro, el País Vasco y, por supuesto, en el Miño, que los pescadores gallegos comparten con los portugueses.

Ahora bien, Fernando Cobo defendió que los reglamentos que establecen el plan de recuperación de la anguila están obsoletos. Así, permiten capturar ejemplares cuando pasan de determinado tamaño cuando son precisamente esas piezas las que tendrían que emprender el regreso al mar de los Sargazos para reproducirse y dar continuidad a la especie.

Otra cuestión atañe a ese 30 % que debe dedicarse a repoblación «en lugares de acceso al mar». Está estipulado el porcentaje, pero no quién debe repoblar y mucho menos quién debe correr con los gastos, en especial en un río transfronterizo como el Miño: «¿La Xunta de Galicia? ¿Medio Ambiente de Portugal? Llegó a plantearse que fuese la Armada, dado que forma parte de la comisión de límites, explicó Cobo.

Así que lo que se hace es permitir que los pescadores vendan todo lo que capturen y detraer ese 30 % de los miles de angulas que se concentran en el embalse de Fieira, a donde les lleva esa memoria genética que les conduce al sitio de donde salieron sus padres y que les hace oler a miles de kilómetros de distancia partículas infinitesimales de agua dulce. Ni que decir tiene que el aroma del Miño atrae manadas de leptocéfalos.

El periplo vital de la lamprea es, a juicio de Cobo, una metáfora «muy triste» de nuestra vida. Nace en el río, madura en el mar y vuelve de nuevo a las aguas dulces para reproducirse una sola vez y morir. Pero en ese regreso ya está medio ciega, sin dientes, con serios problemas de corazón y con el hígado hipertrofiado porque acumula demasiada grasa.

Galicia es zona de gran abundancia de larvas. En Escandinavia, por ejemplo, su presencia es testimonial. El aspecto extraño que le confiere el no tener mandíbula la ha convertido en protagonista de no pocas leyendas y está metida en el folclore de Galicia y de Portugal, donde se captura, se vende y se consume. Y tanto que se consume. Según Cobo, si se suma toda la lamprea que se sirve en los restaurantes del Baixo Miño, el resultado es diez veces superior a las capturas que se declaran.

El grupo de Cobo consiguió por primera vez en el mundo una recaptura de lamprea en el marco de un programa de marcado que realizaron. Fue la única que recuperaron de las 3.000 que señalizaron. 116 marcas se encontraron en un comedero de garzas; una, en excrementos de nutria; de otros cientos nunca más se supo, y una la capturó un pescador al que los biólogos recompensaron con un jamón y una botella de whisky. La encontró 13 meses y medio después de su suelta y en ese espacio había tenido un crecimiento espectacular: «Se liberó con 22 centímetros y 20 gramos de peso y se recogió con casi 90 centímetros y 1,2 kilos. Una auténtica lotería, pues, a diferencia del gallego, la lamprea no es morriñenta y no vuelve al lugar donde nació, sino al primer caudal de agua dulce que encuentre.



Fuente: La Voz de Galicia