sábado, 13 de enero de 2018

¿Por qué los salmones de piscifactoría son sordos?





Es muy probable que uno de cada dos salmones criados en piscifactoría haya perdido gran parte del oído. Aunque los sentidos de los peces no suelen ser objeto de consideración cuando estos están en el plato, actualmente los investigadores saben que la sordera de los salmones de criadero se debe a una deformidad del órgano auditivo causada por el crecimiento acelerado en la acuicultura.

El descubrimiento, publicado en Journal of Experimental Biology, plantea serias dudas sobre la calidad de vida de los animales y explica las bajas tasas de supervivencia de los alevines de criadero en los programas de conservación.

Los investigadores de la Universidad de Melbourne han examinado ejemplares de salmón de piscifactorías de Noruega, Chile, Escocia, Canadá y Australia, y han descubierto que la anomalía es general.

Tormey Reimer, autora principal del estudio, afirma que cuando se pusieron a buscar la causa de la malformación, descubrieron que los peces de crecimiento rápido tenían tres veces más probabilidades de padecerla que los que crecían más despacio, incluso a la misma edad.

"También vimos que podíamos disminuir la incidencia reduciendo la velocidad de crecimiento de los animales. Nunca hasta ahora se había obtenido un resultado tan claro", concluye Tormey, posgraduada de la Escuela de Biociencias de la Universidad de Melbourne.

La alteración biológica, explica la investigadora, se produce en los otolitos, unos cristales minúsculos situados en el oído interno del pez que detectan el sonido de manera parecida a como lo hacen los huesos del oído humano. En consecuencia, incluso los cambios pequeños pueden provocar grandes problemas de audición. Tormey explica que los otolitos normales son de un mineral denominado aragonito; en cambio, los afectados por la anomalía están formados en parte por vaterita, que es mayor, más ligera y menos estable. El equipo demostró que los peces que sufren esta alteración pueden perder hasta el 50% de la audición.

Los otolitos se han utilizado durante décadas para determinar la edad de los peces y su historia vital, pero como, en los peces de cría, ambas variables siempre son conocidas, no ha habido ningún motivo para examinarlos.

La malformación se registró por primera vez en la década de 1960, pero el equipo australiano fue el primero en mostrar en 2016 que afecta a más del 95% de los peces de criadero adultos producidos en el mundo.

Tim Dempster, profesor adjunto de la misma universidad y coautor del estudio, afirma que la alteración es irreversible, y que sus efectos se agravan con la edad.

"Estos resultados plantean serias dudas sobre la calidad de vida de los peces de piscifactoría. En muchos países, las prácticas de cría tienen que garantizar las cinco libertades", que son que los animales no pasen hambre ni sed, que no experimenten malestar, que no sufran dolor, heridas o enfermedades, que puedan tener un comportamiento (casi) normal, y que sientan miedo y angustia", explica el científico.

El problema es que el salmón de piscifactoría lleva una vida muy diferente de la del salmón salvaje.

Generaciones de cría selectiva han creado peces genéticamente diferentes de sus ancestros salvajes. El pienso con que se alimenta a los peces de vivero no es lo mismo que una dieta salvaje, y como los peces solamente comen y crecen durante el día, muchas piscifactorías los exponen a una luz intensa durante las 24 horas.

El equipo de investigadores descubrió que, al parecer, la presencia de la vaterita se debe a una combinación de genética, dieta y exposición prolongada a la luz. Sin embargo, había un factor que conectaba todos los demás: la tasa de crecimiento.

Dempser denuncia que producir animales con malformaciones quebranta dos de las libertades: la de no padecer enfermedades y la de tener un comportamiento normal. "Sin embargo, las piscifactorías son entornos ruidosos, así que algo de pérdida auditiva puede reducir el estrés en los criaderos y las jaulas marinas", añade. Ahora bien, la malformación podría explicar también por qué algunos métodos de conservación no son demasiado eficaces.

Entre la destrucción de los hábitats y la pesca excesiva, en muchas zonas el salmón salvaje es cada vez más escaso. Uno de los procedimientos para aumentar las poblaciones es liberar millones de alevines de cría en los ríos de desove. Los alevines de vivero suelen ser de mayor tamaño que los salvajes a su misma edad, y en teoría deberían tener más probabilidades de sobrevivir.

Sin embargo, su tasa real de supervivencia es entre 10 y 20 veces inferior a la del salmón salvaje. En libertad, los peces seguramente utilizan el oído para detectar sus presas y evitar a los depredadores, y en el caso de las especies migratorias como el salmón, puede ayudarles a encontrar el camino de vuelta al arroyo de origen para criar.

Steve Swearer, otro de los académicos coautores del estudio, explica que el siguiente paso será determinar si la vaterita afecta a la tasa de supervivencia de los peces de criadero liberados.

"Poblar los ríos con peces con deficiencias auditivas puede ser tirar dinero y recursos por la borda", opina Swearer. Reymer sostiene que, si bien la formación de vaterita es irreversible una vez ha empezado, la clave para controlarla es la prevención. "Es posible que la investigación futura descubra maneras de evitar la malformación sin que esto afecte a la tasa de crecimiento", vaticina.

"Nuestros resultados nos permiten esperar que haya una solución. La estrecha relación con la tasa de crecimiento significa que la dirección de la piscifactoría puede controlar la prevalencia de la alteración del otolito. Producir peces de crecimiento más lento para dejarlos en libertad podría aumentar a largo plazo sus probabilidades de sobrevivir".

Nerissa Hannink trabaja en la Universidad de Melbourne.


Fuente: elpais.com

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