jueves, 12 de julio de 2018

¿De verdad peligra el pulpo gallego?






“Nunca había visto una temporada tan floja”. Manolo El Maletas tiene una de esas voces ásperas que parecen curtidas por el salitre del mar. La primera vez que cogió una nasa de pulpo -una especie de caja con un agujero central por el que entran las capturas- tenía 16 años; lleva pescando casi 30. Cuando empezó, el pulpo costaba unos tres euros el kilo, “500 pesetas, fíjate”. Ahora mismo el kilo está en unos 16 euros de media. “Ha subido mucho respecto al año pasado. Por eso aguantamos: lo único que nos da un poco de vida es el precio”.

De Bueu, un pueblo marinero en la provincia de Pontevedra, parten a diario varios barcos hasta la Isla de Ons, la vecina norteña de las Cíes. Las Ons muestran en una de sus caras acantilados escarpados donde bate el Océano Atlántico con fuerza. Del otro lado, la costa dibuja un paisaje contrapuesto de playas cristalinas. Con esta visión privilegiada navega la embarcación de Manolo, la Virxe dos Mares, que lleva amarrada desde las cuatro de la tarde del pasado 18 de mayo, justo cuando comenzó la veda en las capturas que durará hasta el próximo 2 de julio. Son 45 días que van cayendo a cuentagotas para las 150 familias que viven directamente del pulpo en la localidad.

José Manuel Rosas, patrón mayor de la Cofradía de Bueu, recita los datos de memoria, como si fuese la tabla de multiplicar del cinco: “Aquí en la campaña del 2015/2016 se vendieron 232 toneladas. La campaña pasada 2016/2017 ascendieron a 330 toneladas de pulpo. Y este año llevamos 125 toneladas”. Es el volumen más bajo de desembarcos desde que comenzó el decenio. José mira al mar, ahora en calma tras un invierno inclemente en el que se combinaron temporales como avances de una máquina tragaperras. Eso parecía el Candy Crush de la lluvia. “Claro que hay preocupación, está siendo un año de vacas flacas para muchos”, nos dice. “Pero también sabemos que esto entra dentro de la normalidad. Siempre hay oscilaciones: yo mismo sufrí varios descensos fuertes en los años noventa”.

En Galicia ya hay quien bromea con que tener varios pulpos en los arcones de casa equivale a una hipoteca pagada. “A ti, filliño, te dejo en herencia veinte pulpos”. En el mercado de O Berbés, frente al puerto de Vigo, se ha llegado a vender a 17 euros el kilo. Nos lo cuenta Maite desde el otro lado de un puesto arrebatado de merluzas, xoubas y rapantes. Si subes la calle del mercado, en pleno Casco Vello, llegas a la Rúa Pescadería, más conocida como la Rúa das Ostras, uno de los principales reclamos turísticos de la ciudad. El olor a molusco se extiende por las aceras de piedra, pero dentro de los restaurantes la estrella sigue sirviéndose á feira, con cachelos y palillos. El pulpo gusta a veces sí, y a veces también. “Tenemos el pulpo un poco por compromiso, porque sigue siendo lo más demandado. Pero ahora mismo es de todo menos rentable”. Habla apoyado en la barra Basilio. Él es el encargado del restaurante Casa Vella, que solo en verano triplica su plantilla. Será ahí cuando más se note la crisis de este año. En el restaurante mantienen el mismo precio de venta a costa de la cantidad, “nos vemos obligados a reducir un poco el pulpo de las raciones”. Vamos, que el pulpo ya no se corta tan alegremente y el DNI de los tentáculos que se sirven es de Marruecos o Mauritania.




El pulpo es y siempre será uno de los símbolos socioeconómicos de Galicia. Por eso que vaya camino de convertirse en un artículo de lujo, o que todo lo que se consuma provenga de caladeros africanos, preocupa. ¿Pero se puede decir que esté en peligro, en peligro de extinción? “No”, responde categórico desde el otro lado del teléfono Ángel González, vicerrector del IIM, el Instituto de Investigaciones Marinas e investigador científico del CSIC. “Actualmente se están pescando más de cuatro millones de toneladas y media de cefalópodos a escala global. La cantidad se ha ido incrementando con los años, casi en paralelo al descenso en la captura de otras especies. Esto no quiere decir que en algunas áreas no se produzcan descensos, como es el caso de Galicia. Pero en la comunidad estos descensos ya han ocurrido en el pasado: siempre es preocupante, pero no significa que el pulpo esté en peligro, lo que significa es que debemos controlarlo".

Que haya más o menos pulpo en las rías gallegas depende, en primer lugar, de factores climáticos. El pulpo es una especie con un ciclo de vida muy corto, de uno y dos años, y por tanto está muy expuesto a los cambios del entorno. "Las larvas necesitan alimento adecuado, que tiene que ver con el enriquecimiento de las aguas: que surjan aguas profundas ricas en nutrientes, que a su vez alimenten las primeras fases del fitoplancton, y que este a su vez haga aumentar el zooplancton. Este zooplancton es el alimento más importante en las primeras fases del pulpo: si no se produce ese enriquecimiento -porque ha sido un año atípico, de mucha lluvia, mucha presencia de aguas fluviales- puede darse una elevada mortalidad". Estos factores climáticos pueden y deben ser controlados, nos dice, "es muy importante la monitorización, que no supondría un gran esfuerzo económico y depende exclusivamente de los proyectos de investigación. Si tuviésemos la posibilidad de que los muestreos fuesen más rutinarios, podríamos conocer mucho mejor lo que está pasando".

Por supuesto, una mayor o menor presencia del pulpo también depende de factores pesqueros. La captura del pulpo está regulada en Galicia de manera estricta por vedas y tamaños. Por ejemplo, la talla mínima legal de los pulpos es de un kilo, los de menor tamaño han de devolverse al mar para que completen su crecimiento. Pero esto no siempre ocurre en el caso de la pesca furtiva. “Debemos controlar el esfuerzo pesquero, que se ha reducido, por lo que vamos en el buen camino. Hay que ser conscientes de que lo que pesquemos provocará que las oscilaciones naturales se puedan minimizar", añade Ángel.

El pulpo puede con todo, el investigador está convencido. "La plasticidad de los cefalópodos permitirá que se recuperen, estoy seguro. Cuando se produjo el vertido del Prestige se paró la monitorización durante meses, y la siguiente vez que hicimos los muestreos ya aparecían hembras de cuatro, cinco, o seis kilos. Fue una recuperación espectacular que demostró que tan solo con disminuir el esfuerzo en pocos meses los animales aumentan exponencialmente. En larvas de calamar ha habido un decrecimiento alarmante, pero en el caso del pulpo se mantiene bastante estable durante los años. Somos optimistas”.

Si el pulpo logró sortear el chapapote, cómo no va a poder con este 2018. O como dice Basilio, “mira, maloserá”. Pues eso.



Fuente: elcomidista.elpais.com

No hay comentarios:

Publicar un comentario