lunes, 12 de noviembre de 2018

Por qué no es bueno que sigamos comiendo sardinas y pulpo





Las sardinas son las reinas de los saraos veraniegos. Sin embargo, en los últimos años diversos organismos han recomendado que frenemos nuestro consumo, pues al ritmo actual nos quedaremos compuestos y sin sardinas en menos que canta un gallo. El ritmo de pesca es tal que languidece la especie de sardina ibérica. Al menos esa conclusión parece desprenderse de recientes informes como el que firma el Consejo Internacional para la Exploración del Mar (ICES), que ha recomendado que se apueste por la captura cero de la sardina ibérica e incluso prolongar el parón durante 15 años para dar tiempo a la especie a recuperarse.

Desde luego para los españoles supondría todo un mazazo, pues según los últimos datos del Observatorio del Mercado de los Productos de la Pesca y de la Acuicultura de la Comisión Europea (CE), nuestro país es el mayor consumidor de sardinas de Europa. En concreto, durante 2017 se consumieron 58.263 toneladas de sardinas frescas. Una cifra bastante contundente si la comparamos con la de los franceses, que con 3.149 toneladas es el segundo mayor consumidor de este pescado azul. En concreto, hablamos de una sardina muy apreciada por su sabor y textura, que es posible pescar en el golfo de Cádiz, el mar Cantábrico, además de la franja atlántica de Galicia y Portugal. Las conservas de calidad gourmet también lo emplean para sus elaboraciones.

Actualmente en España se capturan 17.000 toneladas anuales, aunque los responsables del área aseguran que tienen intención de rebajar esta cuota hasta las 14.000. No obstante, el ICES es un órgano consultivo y muchas de sus recomendaciones no trascienden. De hecho, también se le desoyó con respecto a la anchoa y la cigala. A su juicio, las cuotas de pesca asignadas a los diferentes países de poco han servido para regenerar la especie y aboga por instaurar medidas más drásticas como “cero capturas”.

Aunque también otras causas explican la merma en la especie, pues el cambio climático y la contaminación de los mares por plásticos inciden en su ciclo de vida. Por lo tanto, en el caso de que prospere esta iniciativa, los tradicionales espetos malagueños y las sardinadas de San Juan tendrían que elaborarse con sardinas de países como Ecuador. Cabe subrayar que en 2016, un informe de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) alertó de que la situación que padece el Mediterráneo es crítica debido a la sobrepesca.

Si pisamos Galicia observaremos que se suceden las rondas de pulpo a la gallega a pesar de su alto precio, pues cada vez las pescas resultan más escasas. No obstante, hemos de saber que cerca del 70% del pulpo que se consume, incluso en Galicia, procede de caladeros marroquíes. Una vuelta por el supermercado de al lado de casa servirá para constatar la misma realidad: el pulpo que nos comemos procede del Sáhara Occidental.

Lo cierto es que el ritmo de consumo es muy fuerte y eso se evidencia en el precio, que actualmente ronda los 16 euros el kilo. De hecho, Galicia es una comunidad que rinde constantes homenajes gastronómicos al pulpo. Así, en el calendario encontramos un total de 300 fiestas donde este cefalópodo se convierte en el protagonista. Sin ir más lejos, en la fiesta del pulpo en Carballiño, cerca de 100.000 personas degustaron 50 toneladas.





Las razones que se barajan para explicar el drástico descenso de pulpos son diversas. Así, las cofradías lo achacan a que los desoves de estos cefalópodos no han aguantado. También se puede explicar por una temperatura del agua poco propicia, insuficiencia de alimento, escasez de lluvias y vientos que moviesen el mar... Otra causa es que, simplemente, estemos ante un año malo.

Los hosteleros también culpan de ello a la sobreexplotación, por lo que aconsejan que se establezcan vedas más largas que permitan a los cefalópodos recuperarse sin sufrir el constante acoso de la pesca. Sin embargo, ninguna de las especies mencionadas figura, al menos por el momento, en la lista roja de especies pesqueras que elabora Greenpeace a fin de concienciar al consumidor y desincentivar su compra. En esa relación sí que podemos encontrar el atún rojo cuya pesca ha estado muy restringida durante una década por parte de la Comisión Internacional para la Conservación del Atún del Atlántico (ICCAT). Pero ahora la reproducción ha sido masiva.

Ya en 2011, Greenpeace estrenó un documental titulado 'Un mundo sin peces' (The end of the line), del director de Rupert Murray. En esta grabación muestra sin ambages cómo la sobreexplotación de los océanos está poniendo al borde de la extinción a numerosas especies. En concreto, la organización considera que en 2048 los océanos se podrían quedar sin peces. Así, Greenpeace aboga por controlar la pesca reduciendo el número de barcos pesqueros, además de establecer grandes áreas de reservas marinas en las que esté prohibida la pesca.



Fuente: alimente.elconfidencial.com

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