La reconquista del Besaya por parte del salmón ha sido lenta y muy silenciosa. Quizá al ritmo con que se ha ido recuperando la degradación de sus aguas hasta el punto de que ochenta, noventa años después de verse los últimos ejemplares por aquel río, una decena de parejas reproductoras hayan colonizado sus aguas. En el Saja hasta Puente San Miguel, y en el Besaya hasta Iguña. Y no es una presencia simbólica pues en su mayoría se trata, según la consejería de Ganadería, de ejemplares salvajes, de salmones que han remontado el curso del río porque vieron posibilidades de prosperar aguas arriba.
El director general de Medio Ambiente, Emilio Flor, confía en que la aparición de salmones responda al saneamiento y depuración realizados en la zona. «La mejora de la calidad de las aguas está siendo cada vez más notoria por la entrada en funcionamiento de depuradores de estaciones depuradoras de aguas residuales». Aunque también asegura que el hecho de que los años anteriores hayan sido húmedos ha facilitado el desove. «Parece que este año va a ser más seco de lo habitual. Si no mejora para primavera, vamos a tener problemas».
En el curso del Besaya el salmón ha llegado hasta donde físicamente le ha sido posible remontar el río: hasta la presa de La Serna, unos veinte kilómetros aguas arriba de Torrelavega. Los obstáculos anteriores de Caldas, Somahoz, El Manco y Las Fraguas los franqueó gracias a las escalas que se hicieron para que truchas, y ahora salmones, salven dichos escollos, alguno de ellos de hasta nueve metros de altura. «Lo más reciente es la presencia del salmón en este río. Han llegado hasta Iguña», señalan desde la consejería, hasta contabilizar este invierno en sus aguas «ocho o diez parejas reproductoras». Un mundo, comparado con la nada que había hace cuatro inviernos, pero una escama como para pensar en que esa recuperación puede abrir la veda del salmón en el Besaya a corto o medio plazo. Ni aún en el hipotético caso de que se mantuviera tal ritmo de repoblación. Es más, «ni siquiera en un horizonte de diez o quince años», entre otras cosas porque esta pesquería es cada año menos sostenible. Y su gestión, como apuntan fuentes de la Consejería, «raya con lo kafkiano, pues se permite pescarle justo cuanto entra a desovar, y si se le captura no dejamos que hagan las puestas que dan continuidad a la especie».
Los pescadores se mantienen cautos a la hora de evaluar la nueva situación. Desde la Sociedad Cántabra de Fomento de Caza y Peca tienen claro que ha sido la mejora de las aguas lo que ha traído consigo la aparición de esta especie. «No es el primer año que ocurre», afirma José María Gómez Oviedo, uno de sus representantes. «Tenemos constancia de que viene sucediendo desde hace unos años, en los que se han ido viendo salmones, tanto en el Saja como en el Besaya; debajo de la presa de Caldas y de la de Firestone, en Torres», aunque los de ahora son salvajes. Para esta sociedad, la mejor manera de gestionar esta nueva realidad pasa por que la zona continúe cerrada a la pesca, pero siempre y cuando se realice un seguimiento del asunto por parte de la Administración. Y sólo una vez que se haya comprobado que los salmones tienen una micromarca que asegure que forman parte de las repoblaciones -y que se aclare si llegan a desovar y a reproducirse durante la próxima primavera-, «empezar a pensar en una gestión de pesca, aunque sea experimental, porque el pescador legal es también un garante de la vigilancia del río», sostiene Gómez.
En esta línea, muchos pescadores afirman que la presencia de salmones es la respuesta de esta especie a la mejoría en la salud de las aguas del Besaya. Y afirman que se trataría de salmones salvajes del Pas, río que desemboca muy cerca del Saja Besaya y cuyos pobladores se habrían transferido a las aguas «más depuradas» de este último río.
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