La Federación Galega da Sétima Lista Fegasel recogió 1.383 firmas entre los pescadores recreativos de la comarca para reclamar a Mar que se les permita volver a coger miñocas en las playas de Lourido y de Combarro, en Poio. La prohibición, que los afectados tachan de ridícula, se aplica desde el pasado enero a raíz de una petición de las cofradías del fondo de la ría, que consideran que de esta forma se protegen mejor los bancos marisqueros. Los portavoces de Fegasel critican que la existencia de planes de explotación impidan a los recreativos la extracción de poliquetos y señalaron las contradicciones que, a su entender, existen en la legislación sobre este asunto. El secretario de Fegasel, Samuel Pousada, pidió en su escrito que la conselleira do Mar, Rosa Quintana, atienda sus peticiones, revoque las vedas para los pescadores deportivos y acepte reunirse con ellos para debatir la polémica sobre las miñocas en la ría pontevedresa y otros asuntos de importancia para el sector de la séptima lista.
Entre incrédulos y enfadados, los pescadores aficionados que ayer se acercaron a Lourido no daban crédito a la prohibición de coger miñocas, una decisión incluida en el plan de explotación marisquera del fondo de la ría desde el 1 de enero. La propuesta de las cofradías y la decisión de Mar de apoyarla sentó como un jarro de agua fría en los vecinos que habitualmente emplean este arenal para buscar la miñoca de tubo, con la que pescan robalizas, doradas o sargos, desde los paseos de la ría.
Francisco Silva dejó claro que a él, desempleado, el pescado que cogía con las miñocas le garantizaba tener siempre algo que poner en el plato de su familia. La imposibilidad de hacerlo es un mazazo moral para el que no encuentra justificación. «Estou no paro e cando collo as miñocas para ir pescar, olvídome da miña situación. Eu non podo comprar unha caixa de catro ou cinco miñocas a dous euros e medio, e se por iso non podo pescar, síntome un inútil na casa», sostuvo.
En el fondo de la ría, se han habilitado dos puntos donde poder coger miñocas. Se trata del área popularmente conocida como As Malvinas, junto a la autovía de Marín, y al lado del colegio de Os Praceres. Silva cree que estas dos áreas no son solución. «Eu non teño coche e se veño andando desde O Gorgullón ata Lourido tamén podo ir a Os Praceres. O problema é que alí hai a milésima parte das miñocas que hai aquí», precisó.
A su lado, Jesús Otero, también parado, recordó que desde que era pequeño las distintas regulaciones han ido retirando la libertad de la que disfrutaban los vecinos en los arenales.
Otero niega que buena parte de los aficionados a la pesca que cogen miñocas aprovechen para mariscar de forma furtiva. «Yo nunca vi a nadie cogiendo almeja cuando vamos a las miñocas, además hay vigilantes que siempre ven lo que hace la gente», puntualizó. Silva le apoyó: «Estas mans non son de ser furtivo, son de estar parado por desgracia e non poder estar na obra pintando como quería desde hai dous anos», concluyó.
Otero sospecha que podría haber una razón económica detrás de la prohibición. «Mi idea es que las mariscadoras quieren hacerse con la explotación del bicho para sacarle rendimiento, mientras que nosotros no vendemos las miñocas, solo las queremos para pescar», sentenció, una medida que las cofradías niegan.
La temporada alta de pesca deportiva va de marzo a octubre. Ese será el momento para calibrar el grado de conflictividad de una prohibición que ya resulta polémica sobre el papel.
La otra cara de la moneda la protagonizan las mariscadoras. Para ellas, la decisión fue objeto de una larga discusión porque es un asunto que las divide. En la junta de la agrupación de mariscadoras de San Telmo, de seis votos, cuatro fueron a favor de la prohibición y dos en contra. Las chispas del debate interno aún eran perceptibles ayer en una visita a las mariscadoras en las casetas de A Seca. La mayoría está a favor, pero hay otras en contra.
La presidenta de la agrupación, Marina Buceta, explicó que no les quedó otra solución para controlar el furtivismo. Hasta ahora los aficionados podían coger miñoca en Lourido, en una zona fangosa donde estas mujeres no mariscan, pero que sí emplean como vivero para sembrar en otras áreas. Los estragos de los ilegales, que no respetan ni las crías inclinaron la balanza.
Buceta definió la decisión como «moi complicada», pero resaltó que demasiadas veces encontraron pruebas de la actividad furtiva disimulada entre los pescadores deportivos. La presidenta de las mariscadoras de San Telmo admitió que no era una práctica general entre estos aficionados, pero incidió en que sí había suficientes furtivos que se ocultaban entre ellos como para justificar la prohibición. «Que se poñan non noso lugar, hai que botar aos furtivos. O vixiante non pode estar permanentemente na praia e nós temos que salvar o noso traballo», sentenció.
Joaquín Estévez, jubilado y tesorero de Fegasel, la federación que agrupa a colectivos de pesca recreativa, lamentó la falta de comunicación entre los pósitos y los aficionados. Desde su punto de vista, sería comprensible una regulación que no conllevase la prohibición total acordada este año en arenales como Lourido. «Non ten sentido que non deixen coller aquí o bicho porque onde o collemos non hai marisco», afirmó. Sí entiende las quejas de las mariscadoras contra el uso de paletas que creen agujeros en la arena, pero defendió que el uso de un tubo y sal no causan problemas al medio ambiente. Estévez apuesta por que Mar arbitre un permiso anual que les reabra la playa.
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