miércoles, 5 de septiembre de 2012

Magnánimo





Corrían los últimos años del siglo XVIII cuando una escuadra de ocho buques de guerra españoles, mandada por el General Borja, iba en persecución de un cúter francés en aguas gallegas rumbo a aguas del Cantábrico, bajo una densa niebla. Como primer buque navegaba el Magnánimo, un navío de 74 cañones en el que iba al mando el Capitán de Navío D. Ramón Topete y Fuentes. 

De repente y a causa de la niebla, choca contra unas piedras en aguas de las Islas Sisargas, Era el  11 de julio de 1794.

Al ir en vanguardia comenzó a disparar sus cañones para alertar a la escuadra del peligro. Los demás buques salvaron las rocas. La tripulación consiguió alcanzar tierra, y se iniciaron los trabajos para salvar la artillería y pertrechos, pero no pudieron evitar el hundimiento del Magnánimo. Por suerte, solo se tuvo que registrar un fallecido entre los náufragos.


Perfil aproximado que debía de tener el Magnánimo


El Magnánimo fue un navío de línea de la Real Armada Española, construido en los Reales Astilleros de Esteiro de Ferrol en 1754 por el sistema de construcción de Jorge Juan, perteneciente a la serie de los "Doce Apóstoles". Por nombre religioso tenía el de San Justo y San Pastor.

Sus características generales eran las siguientes


                              Desplazamiento 1.692 t de arqueo
                              Eslora                  67,24 m
                              Manga             18,90 m
                              Calado                  7,55 m
                              Armamento 68 cañones
                                             • 28 cañones de a 24 libras
                                             • 30 cañones de a 18 libras
                                             • 10 cañones de a 8 libras
                              Propulsión          vela
                              Tripulación          554 hombres




Bandera y escudo del navío Magnánimo



Desde su entrada en servicio estuvo destinado a la escuadra del departamento de El Ferrol. En agosto de 1758 fue carenado en El Ferrol y en 1761 se encontraba en el arsenal de La Carraca para ser sometido a nuevas obras al presentar sus maderas casos de pudrición. En 1759 se encontraba en el puerto de El Ferrol,  al igual que a finales de marzo de 1760. En enero de 1762 se encontraba en la bahía de Cádiz. En septiembre de 1762 se ordena que pase a El Ferrol.

El 26 de enero de 1763 zarpa de Cádiz con destino a El Ferrol acompañado por el navío Eolo, la fragata Venus, que iba a Buenos Aires, además de otros buques con otros destinos, Caracas, mar del Sur, La Habana y Cartagena de Indias. A las tres horas de haber zarpado les sorprende un temporal del NO, perdiéndose una de las naves el 29 de enero, y la fragata destinada a Caracas se perdió la noche del 1 de febrero. En junta de oficiales se decide regresar a Cádiz por las muchas averías, entrando el 12 de febrero. Vuelven a zarpar rumbo a El Ferrol el 14 de mayo con naves españolas y francesas, llegando sólo el día 26.

A petición del virrey Cevallos, se preparó en la península el envío de tropas para cubrir el terreno y fuertes recobrados a los portugueses. En el puerto de La Coruña embarca en 1764 un batallón de voluntarios de Cataluña. 

Acompañado de la saetía Catalana llega al puerto de Maldonado el 12 de diciembre de 1764, donde desembarca las tropas.


Pedra do Magnánimo, en las Islas Sisargas, llamada así por ser donde encalló el navío


En 1767 fue uno de los buques que participaron en el traslado de los jesuitas desde el Río de la Plata a El Ferrol.

En abril de 1777, al mando del capitán de navío don Carlos Torres, zarpa de Cádiz con rumbo a La Habana, tocando en varios puertos. Llegado a la capital cubana, se incorpora a la escuadra del teniente general don Juan Bautista Bonet, el cual iza su insignia en el Magnánimo.

A finales de junio de 1779, al comenzar la guerra con los británicos, se encuentra en la escuadra de La Habana al mando del teniente general Bonet, desde donde realiza  varias salidas para proteger el tráfico marítimo. Participa en la toma de Pensacola en 1781 con la flota al mando del jefe de escuadra don José Solano Bote. El 11 de diciembre de 1781 apresa a la fragata corsaria británica Hero.

A primeros de año 1782 se encontraba en La Habana en mal estado. Cuatro de los navíos de esta escuadra, entre ellos el Magnánimo, estaba inútiles para combatir en el mes de abril, siendo necesario enviarlos a la península para hacerles reparaciones en el dique.


Navío Guerrero, muy similar al Magnánimo


El 5 de marzo de 1782 zarpa de La Habana con la escuadra de siete navíos al mando de don José Solano Bote para escoltar un convoy de tropas de setenta mercantes al puerto francés de Guarico, Santo Domingo.

En 1790 se incorporó a la escuadra formada por el incidente de Nootka, puesta al mando del teniente general don José Solano Bote, marqués de Socorro, estando al mando del capitán de navío don Joaquín de Iturriaga e insignia del jefe de escuadra D. Miguel Alfonso de Sousa.

En 1793, al mando del capitán de navío don Ramón Topete y Fuentes, se incorpora desde El Ferrol a la escuadra del teniente general don Francisco de Borja, que se encontraba en Cartagena. Zarpa de Cartagena el 23 de marzo de 1793 para realizar con esta escuadra la campaña de Cerdeña contra la República francesa. Con la misma escuadra se dirige al Cantábrico a mediados de 1794.

Finalmente se hunde en un naufragio en aguas de las Islas Sisargas, a causa de la niebla, el 11 de julio de 1794.


La tripulación logró salvarse toda excepto un marinero


La construcción del Real Astillero de Esteiro se inició con la orden de ejecución del 9 de abril de 1749 por el rey Fernando VI y según la decisión del Marqués de la Ensenada, Secretario de Marina, Hacienda e Indias para el emplazamiento e instalaciones navales de mayor envergadura en la Villa de Ferrol. La construcción inicial estuvo dirigida por Cosme Álvarez, Comandante General del Departamento. Se localizó en la ladera noroeste del monte Esteiro en las inmediaciones de Ferrol.

En un principio, se proyectó para que tuviera cuatro gradas, aunque finalmente se amplió hasta doce gradas en total, proporcionales a la pendiente del monte. A su vez, tuvieron que ser construidos los diferentes edificios para albergar cuarteles, talleres y almacenes.

En la época de mayor actividad y por orden del Marqués de la Ensenada, junto a sus 11 gemelos, fue ordenado con fecha de 15 de julio de 1752 y su quilla fue puesta en 1752, siendo botado el 15 de agosto de 1753. Pertenecía a la serie conocida como los 12 Apóstoles o del Apostolado, construidos todos simultáneamente en  Ferrol por el constructor británico Rooth entre 1753 y 1755 por el método inglés o de Jorge Juan. Entró en servicio en 1754 con 68 cañones, al igual que el resto de la serie, aunque después llegó a portar 74 cañones.


Pieza artillera similar a las que portaba el Magnánimo


Este proyecto aumentó en gran medida la actividad industrial del astillero y de las obras del arsenal, lo que trajo consigo un incremento en la economía local y en los residentes de la población, elevándose el número de habitantes llegados para trabajar en diversos oficios necesarios para tal proyecto.

Estos fueron los doce navíos:

          Oriente, también llamado San Diego de Alcalá, botado en 1753,
          Eolo o San Juan de Dios,
          Neptuno o San Justo,
          Magnánimo o San Justo y San Pastor,
          Aquilón o San Dámaso,
          Gallardo o San Juan de Sahagún,
          Brillante o San Dionisio,
          Vencedor o San Julián,
          Glorioso o San Francisco Javier,
          Guerrero o San Raimundo,
          Héctor o San Bernardo y
          Soberano o San Gregorio.



Por no disponer imágenes de D. Ramón Topete, ilustramos a su nieto, D. Juan Bautista Topete y Carballo, también destacado marino


Pero vamos ahora con un relato de los hechos.

Cruzaba sobre las costas de Galicia la escuadra del general Borja, compuesta de ocho buques, sin haber tenido otra misión en muchos días que la presa de un cúter francés, y habiendo recalado sobre Cabo Prior el 10 de Julio, con viento flojo del NE., se levantó una densa niebla, de tal manera que no pudía reconocerse la costa ni se veían los buques unos a otros. El primer piloto de la escuadra la consideraba a seis millas del mencionado Cabo, e indicó la conveniencia de tomar la vuelta de fuera, lo que se hizo, marcando con cañonazos disparados a intervalos la posición del navío San Fernando, de la insignia.

Al día siguiente los vientos, siempre flojos y variables, levantaron un tanto la niebla descubriendo la tierra, para cuyo reconocimiento viró la escuadra en su vuelta, aunque hubo de revirar por la tarde, por haberse vuelto a cerrar todo. El navío Magnánimo de 74 cañones, mandado por el capitán de esta clase don Ramón Topete se mantuvo en una distancia muy inmediata al San Fernando, deseando no perderlo de vista con la niebla: el viento seguía en calma, arrancando una milla por hora a los buques, que llevaban todo su aparejo, y se dijo a la voz al primero que se adelantara, para evitar averías, durante la noche. 


El Capitán de Navío fue absuelto en un consejo de guerra


Este lo hizo así, aprovechando el viento a todo ceñir, hasta que una fuerte sacudida sentida a la una despertó al comandante y a la tripulación franca, que descansaba. La niebla seguía tan espesa que se dudó si el navío había abordado algún otro de la escuadra, hasta que la repetición de los choques, hizo ver que se encontraba varado. Se dispararon cañonazos y cohetes que lo indicaron, se aferró el aparejo, se echaron al agua las embarcaciones para sondar y reconocer el paraje, resultando encontrarse el buque literalmente encajonado entre piedras que salían, fuera del agua, y que en pocos momentos abrieron varios rumbos en la bodega y dieron paso al agua, que llegó a la cubierta de la segunda batería, inundándolo todo.

Debido a los daños producidos, era Inútil era en tal concepto pensar en la salvación del navío, y las providencias hubieron de dirigirse al cuidado de la gente, que se agrupaba silenciosa y medio desnuda en la cubierta superior.

Un nuevo reconocimiento de los botes, favorecido por la calma, descubrió que la varada había tenido lugar en las islas Sisargas, en la cual se determinó desembarcar, empezando por los enfermos.


Imagen muy similar a la del Magnánimo


El 15 amaneció como los días anteriores; la niebla no permitía descubrir nada a más de una milla de distancia, y si bien se había seguido disparando cañonazos de auxilio, era muy difícil que los otros buques pudieran tener idea exacta de la situación del Magnánimo, cuyos 500 tripulantes, en seguridad ya, sin más desgracia que la de un soldado que se ahogó, se veían sin víveres ni agua, extenuados por la fatiga de la noche anterior y por el trabajo que seguían, trasladando a tierra velamen y pertrechos. Despejando la atmósfera, la escuadra acudiría indudablemente en auxilio de los náufragos; pero podía muy bien durar la insistencia de las nieblas, y en este caso sería comprometida su situación.

Tales razones decidieron al comandante a privarse de los servicios del primer bote, que fue convenientemente dispuesto y despachado con el teniente de fragata D. Faustino Guimil para llevar a la Coruña y Ferrol la noticia de la pérdida, providencia muy acertada, pues siguieron tenazmente las nieblas, alejándose la escuadra del Magnánimo, cuya suerte ignoró hasta su desaparición. No obstante, salieron del Ferrol y la Coruña, tan pronto como llegó el oficial comisionado, la fragata Sabina, el bergantín Cuervo y varias lanchas con toda clase de socorros. La primera, dirigida por un buen práctico, llegó al lugar del siniestro a las cinco de la tarde del 15, y fondeó con su anclote a una milla de la Sisarga, enviando en el momento sus embarcaciones y gente para ayudar al salvamento de pertrechos.

También llegaron sin novedad las lanchas de auxilio: el bergantín Cuervo, no tan afortunado, sin embargo de navegar con toda precaución, precediéndole el práctico sondando, arrastrado por la corriente, fue a dar en el arrecife que sale al E. de la isla, de que salió con dificultad, no sin arrojar al agua 10 cañones, dos anclas y algunos otros efectos.


Perfil del buque


Hasta el 8 de Agosto se continuó sacando pertrechos del Magnánimo, aunque se había acostado sobre una banda y llegaba el agua al combés. Este día se entabló el viento fresco al NE. con mar, haciendo peligrosa la permanencia en aquel lugar desabrigado, en atención a lo que, embarcada toda la gente, fue llevada a Ferrol.

El parte del comandante, de estilo especial, dice así:

«Señor: Si es lance para el honor de un oficial que desea conservarle en el aprecio del Rey su Amo y de sus superiores, experimentar la irremediable y desgraciada pérdida de lo que se le encarga, ese mismo me sucedió a mí a la una y media de la mañana del día 12 del corriente. Dígnese V. E. con su notoria piedad y justificación considerarme confundido entre tantas providencias para salvar a  S. M. cuanto me fuese posible del navío Magnánimo, antes de mi mando, ya usando de mis medios y ya con los que se sirvió prestarme el activísimo celo del Excmo. Capitán General del departamento, a cuyo nivel procedió igualmente el Excmo. Comandante General de la escuadra, remitiéndome la fragata Sabina, que dejó su lancha esquifada y porción de víveres».

«Hasta la fecha se han salvado la mayor parte del velamen, mucha batería, motonería de respeto y pendiente, alguna arboladura, cantidad de armas blancas, la capilla, un ancla de leva, un anclote y otros muchos efectos, que aviso al Capitán General diciéndole que ínterin el navío subsista en el sitio peligroso que varó, nada más que lo referido puede salvarse, y que por esta razón y el plazo que tarde en deshacerle la mar, somos en esta isla de Sisarga casi de sobra, según mi sentir, respecto a que lo que hay que sacar es artillería y anclas, envuelto todo en el navío, que representa en sus dos bandas o costados ya un libro cerrado, por faltarle los baos y cubiertas».

«Noticiólo así a V. E., etc. Isla de Sisarga 25 de Julio de 1794.—Excmo. Sr.—Ramón Topete.»


Gran parte de los pertrechos del barco pudieron ser salvados aunque recientemente se han extraído restos sobre todo de artillería


Posteriormente el consejo de guerra declaró a este jefe absuelto de todo cargo.

Pero el peor peligro de las Sisargas es el mismo mar cuando este se muestra embravecido. En ellas han acaecido innumerables naufragios, como el que se remonta a 1.588, cuando una de las naves principales de la Armada Invencible La Ragazzona de 1.250 toneladas y con treinta cañones, se hundió en la punta de Fornelos tras perder el ancla durante una tormenta en los arrecifes que rodean las islas. En 1970 se extrajeron de sus aguas, en la llamada Pedra do Magnánimo, viejos cañones de hierro procedentes del naufragio en 1794 del Magnánimo.

  

No hay comentarios:

Publicar un comentario