Lo ocurrido el miércoles
en las costas gallegas es la prueba más palpable de que, en el mar, Murphy y su
ley mandan mucho y que si algo puede salir mal, saldrá mal.
Ese día todo se
confabuló en contra del servicio y quedó en evidencia un ardid con el que
supuestamente se pretendía paliar el problema de que buena parte de los pilotos
ya han agotado las horas de vuelo autorizadas para todo el año: convertir en localizables
las guardias que debería ser de presencia física. Inaer sostiene que el
contrato con la Xunta
permite hacer ese cambio durante tres días por necesidades del servicio.
Y salió a la luz también
que, en la práctica, Cee no tiene helicóptero por la noche. El aparato, que
costó casi 13 millones de euros (Fomento pagó 38,13 por tres Augusta Westland
AW139) y que opera en una base en la que se invirtieron 1,4 millones de euros,
solo puede volar entre el orto y el ocaso, nunca en horario nocturno. Y eso se
debe a las características del helipuerto, emplazado en una zona rural, con
tendido eléctrico aéreo, casas y monte, sin referencias ni sistemas de
localización que posibiliten el despegue o el aterrizaje sin luz. De ahí
también que en este hangar, pese a lo que en su día manifestaron altos cargos
de Salvamento, solo haya guardias de presencia localizada.
Colectivos próximos a
Salvamento ponen énfasis en que todas estas deficiencias y limitaciones se
hacen más patentes en los meses más complicados del año, con temporales y
tormentas.
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