domingo, 18 de noviembre de 2012

La gran ola de A Coruña de 1685





En 1685, A Coruña era una ciudad pequeña. Dividida en dos zonas diferenciadas, la Ciudad Alta y el arrabal de la Pescadería, su población no llegaba a superar, aproximadamente, los cinco mil habitantes. En la Ciudad Alta, rodeada de murallas, las calles eran estrechas y se organizaban en torno a la plaza central.

Había buenas casas de piedra, que servían de residencia a las autoridades, y casi todas tenían sus huertas donde podía haber naranjos o se podía cultivar lechugas que, según el cardenal Jerónimo del Hoyo, que visitó la ciudad en 1607, eran de muy buena calidad. A tiro de un arcabuz y separado por un campo raso estaba el arrabal de la Pescaría o Pescadería, donde vivían mareantes y pescadores. Aquí las casas se distribuían alrededor de dos calles largas y paralelas: la calle de Arriba, también llamada en uno de sus tramos del Arenal y en otro del hospital de San Andrés, y la calle de Abajo o Real que continuaba por los Cantones. El mar en la zona de la bahía llegaba hasta la trasera de las casas de la calle Real, batiendo sus paredes cuando había temporal de suroeste. En la zona del Orzán, el gran arenal llegaba hasta lo que hoy es la calle que tiene ese nombre. La Pescadería estaba defendida por una muralla, el frente de tierra, que iba por la actual calle Juana de Vega y de la que aún conservamos una parte: el Caramanchón o Coraza. En frente de esta muralla, en los terrenos que van desde la actual plaza de Pontevedra a la de Orense, había numerosas huertas con cultivos destinados al mercado local.

La vida rutinaria de la ciudad se vio alterada el 12 de noviembre de 1685, cuando aconteció un hecho extraordinario que llevó a don Juan de Ortega y Castro, escribano del Concejo y testigo de lo ocurrido, a anotarlo en el libro de actas de los acuerdos municipales. Según nos cuenta, entre las dos y las tres de la tarde de dicho día se alborotó la mar de Orzán y sus aguas penetraron en la Pescadería. Parte de las aguas entraron por el antiguo hospital de San Andrés (situado donde está hoy la iglesia de ese nombre), llegando hasta la trasera de la casa de nuestro testigo. También las aguas bajaron por la calle de Santa Catalina y por la rúa Nueva hasta los Cantones, juntándose con la mar de la playa de la bahía. Muchas de las casas que daban al arenal quedaron inundadas, desperdiciando las ropas y enseres de sus dueños.

Lo más curioso aconteció en la zona del Caramanchón, donde las aguas llegaron hasta las huertas que estaban pegadas a las murallas, dejando en seco algunos pescados, como fueron sanmartiños, fanecas y otros que cogieron algunas personas.

Lo insólito de esta inundación se acentúa cuando vemos que, en su relato, nuestro testigo no menciona la existencia de un fuerte temporal que podía explicar lo sucedido; es más, él no encuentra explicación y por eso tituló lo acontecido como el suceso de la salida del mar de Orzán. Descartado el temporal y teniendo en cuenta que en aquella época el arenal ocupaba mucho más espacio que hoy, sirviendo sin dificultad de colchón a los embates del mar, la posible explicación está en la existencia de una o varias olas de gran tamaño que se abatieron sobre la ciudad. Su origen bien podría ser un tsunami, aunque nuestro testigo no menciona para nada la existencia de temblores previos a lo acontecido, o bien podría estar relacionado con el fenómeno no muy frecuente de las olas gigantes que se producen en alta mar. Ambas hipótesis son posibles riesgos a los que A Coruña debe hacer frente.

Su origen podría ser un «tsunami», pero el testigo no dice nada de los temblores previos

  

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