sábado, 29 de diciembre de 2012

Las lámparas incandescentes pasan a la historia





Las lámparas incandescentes, nacidas a fines del siglo XIX, van a pasar a la historia en la Unión Europea el 31 de diciembre, fecha en la que deben ser totalmente retiradas de la venta las bombillas de filamento, reemplazadas progresivamente desde hace varios años por otras de menor consumo. La bombilla de filamento, inventada por Joseph Swan y perfeccionada por Thomas Edison en 1879, tiene el defecto de perder en calor la mayor parte de la energía que consume, ya que transforma en iluminación solamente el 5% de ella.

En el 2008, la Unión Europea fijó un calendario para suprimir progresivamente esas lámparas. El retiro de la venta afectó en primer lugar a las bombillas de 100 watts en el 2009, luego a las de 60 W (en 2010), de 40 W (en 2011). Las de 25 W deben ser retiradas de los comercios antes del 31 de diciembre de 2012.

Las lámparas incandescentes tradicionales han ido siendo remplazadas por otras que consumen menos energía: las fluocompactas, las de diodos electroluminiscentes (LED) y las halógenas, aunque estas últimas, de rendimiento energético considerado insuficiente, están destinadas también a desaparecer a partir de fines de 2016.


Gracias a esta primera fuente de luz fiable, la humanidad se independizó del sol y pudo alargar sus jornadas laborales ya caída la noche, lo que supuso un importante incremento de la productividad y un mayor desarrollo.

Las bombillas permitieron instalar sistemas de alumbrado más potentes en las calles que aumentaron la seguridad de los transeúntes y facilitaron el tráfico de vehículos, llevaron la luz a hospitales, bibliotecas, cafés y, por supuesto, a las casas.

Con la aparición de nuevas fuentes de luz, como las bombillas fluorescentes compactas y los halógenos, las incandescentes fueron perdiendo presencia en los espacios públicos, debido a su escasa eficiencia energética: de media, solo un 5 % de su consumo eléctrico se transforma en luz, el resto se convierte en calor.

«En España hace 30 años aún se veían pueblos con farolas con incandescentes, incluso había campos de fútbol iluminados con unas bombillas tradicionales inmensas», señala Erice.

Pero es en los hogares donde las incandescentes encontraron su lugar, al convertirse en las bombillas preferidas de las familias que apreciaban los tonos rojizos con que iluminaban sus salones y habitaciones, frente a la frialdad de los halógenos y los fluorescentes.

Su precio, mucho más económico que el de sus competidoras, era otro de sus fuertes: una bombilla incandescente cuesta en torno a un euro, mientras que una halógena compacta se sitúa entre 3 o 4 euros y 12, y las modernas lámparas LED se elevan hasta los 15 o 25 euros.

Sin embargo, los expertos y Bruselas coinciden en un mismo punto: el mayor coste se ve compensado ampliamente por el ahorro de energía que supone el uso de las nuevas bombillas frente a las primitivas, así como por su mayor duración.

«No hay que valorar solo el precio inicial, sino el coste que conlleva a lo largo de su vida», recalca Erice.
El LED se perfila como el sucesor natural de las incandescentes, no solo por su mayor eficiencia energética, sino además por su múltiples aplicaciones (las nuevas pantallas de las televisiones, por ejemplo), su encendido inmediato y la sensación de calidez que aporta.

«Tiene todas las ventajas de las bombillas primitivas y ninguno de sus inconvenientes», señala Erice, quien además vaticina un descenso significativo de sus precios en los próximos años, según avance la tecnología y se generalice más su uso.

Las organizaciones ecologistas como WWF o Amigos de la Tierra también muestran su satisfacción por la retirada de las incandescentes, que supondrá la generación de menos residuos gracias a la mayor duración de otras bombillas, aunque piden a la UE que haga mayores esfuerzos en eficiencia energética.

El único «pero» que ha recibido la retirada de las incandescentes es el temor a que un uso generalizado de fluorescentes provoque problemas de salud a los consumidores, algo que la Comisión Europea ha descartado.

En cualquier caso, los europeos darán el adiós definitivo a las incandescentes, un final que podría llevar por epitafio un «por favor, apaguen las luces del siglo XX al salir».





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