José Luis Cantos (derecha) y su padre extienden el cefalópodo de grandes dimensiones
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La habitual visita del fin de semana a Cangas reportó a José Luis Cantos la mayor satisfacción de su vida como pescador submarino. Este funcionario porriñés de 39 años de edad se encontró el sábado en Areamilla con un gigantesco pulpo de casi diez kilos de peso, una extraordinaria captura que sin lugar a dudas no olvidará con facilidad.
José Luis Cantos, con el pulpo recién pescado
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Había sido hasta entonces una jornada como tantas otras, en la que la actividad deportiva había primado sobre las capturas, más humildes que en otras ocasiones. José Luis Cantos y sus compañeros apenas habían capturado un pulpo de un par de kilos, un pinto y algún sargo. Pero en una de las últimas inmersiones del sábado, este porriñés de 39 años se iba a encontrar con la pieza del día, y quizá de toda una vida. Agazapado en una gran cueva, un pulpo de enormes dimensiones vivía sus últimos momentos antes de que Cantos le acertase de lleno con su arma.
El porriñés sabía lo que tenía entre manos, pero la báscula rompió cualquier pronóstico. 9 kilos y 850 gramos, un peso extraordinario para un cefalópodo y todo un orgullo para un pescador veterano. "Había cogido alguno de seis y hasta siete kilos, pero nunca había visto algo así, y mis compañeros tampoco", reconoce José Luis Cantos. "Fue la estrella del día y lo será durante mucho tiempo. Llevo pescando desde los 15 años y esto era una locura. Con una mano no era capaz de abarcar un tentáculo", señala. El pescador recuerda el momento en que divisó a su presa, "oculto en una cueva pero con la experiencia no es difícil reconocerlos. Además, tenía el caparazón de una centolla que se había comido. Al verme intentó moverse y lo dejé seco con un tiro". El certero disparo, apunta, lo salvó de complicaciones, "porque un pulpo de esos es peligroso. Pescamos a seis o siete metros de profundidad y en apnea, así que si te engancha...", argumenta.
La captura se realizó en Areamilla (Cangas), una zona que frecuenta Cantos con su grupo de amigos pescadores. "Solemos ir los fines de semana a Cangas porque es un lugar fantástico para pescar. Es una zona resguardada, tranquila, con visibilidad, y allí comemos, echamos la partida y pescamos", apunta. Habitualmente la tarea la realizan con una embarcación semirrígida pero el sábado acudieron sin ella al estar en reparaciones. "Es más incómodo porque hay que ir desde la orilla y te desgastas más, pero mereció la pena", sentencia el pescador.
El gigantesco cefalópodo ya aguarda su próximo destino, que será el de servir de alimento en una próxima comida familiar. La familia de Cantos troceó el animal en tres partes, "porque comerlo todo de una vez es una locura", apunta, y ahora espera la fecha adecuada en la que se puedan juntar todos los hermanos para disfrutar del manjar. "No será demasiado pronto porque un pulpo de este tamaño necesita más de 20 días de congelación; en caso contrario quedará muy duro", señala.
Mientras, este funcionario de profesión y pescador deportivo de vocación ya pudo vivir su día de gloria en su regreso al trabajo. "Sí eres un poco la comidilla. Alguno se sorprendía y otros te decían que exagerabas, que no sería para tanto", comenta riéndose el porriñés.
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