Cerca del límite de las provincias de A Coruña y Lugo, en el alto dos Moscós, brota el río Mandeo, al que se le une cinco kilómetros después el río Deo. Lo hace a la altura de Vilardois, después de atravesar la Serra da Serpe. Deja el concello de Curtis para adentrarse en Aranga, de donde sale para juntarse con un nuevo afluente: el Vexo. Llega entonces al macizo de A Espenuca y atraviesa el término de Irixoa impulsado por las aguas del Zarzo. Próximo a su desembocadura en la ría de Betanzos se le une el Mendo, con el que completa los últimos metros de sus 56 kilómetros de recorrido. Su cuenca abarca unos 366 kilómetros cuadrados y constituye un enclave extraordinario para la pesca del salmón o la trucha, aunque es el reo el que lidera el ránking de capturas. La anguila o la lamprea marina, también presentes, rara vez se dejan ver.
Su paisaje es incomparable, aunque guarda numerosas similitudes con las Fragas del Eume, ya que también conserva espacios en los que domina el bosque atlántico y que, junto con las Mariñas coruñesas, han valido a su entorno para convertirse recientemente en Reserva de la Biosfera. Otros espacios singulares que podemos encontrar en su curso son el coto de Chelo, las marismas de Betanzos. La cuenca inferior del Mandeo pertenece a la Red Natura 2000 y cuenta con un importante patrimonio cultural, etnográfico y de desarrollo sostenible. La Diputación Provincial comenzó a trabajar en su día en la protección de este marco incomparable a través del Proxecto Mandeo, que aunaba la conservación del medio ambiente con el fomento de iniciativas económicas respetuosas con el entorno, como los Refuxos do Mandeo. En Chelo existe un aula de interpretación donde se oferta un itinerario ambiental por el río. Las orillas del Mandeo también atesoran un importante patrimonio arquitectónico. Puentes, molinos, pasarelas o ruinas como las de la presa de la cabra o el balneario de Bocelo, cuyas aguas termales eran muy apreciadas a principios del siglo XX, antes de verse afectado por un incendio que lo condenó al olvido. Las minicentrales hidroeléctricas -hay tres- son parte de la singularidad de este río, además de ser las causantes de las repentinas subidas que puede experimentar su caudal.
Además de la fauna de río, el entorno del Mandeo es un espacio ideal para avistar aves. Abunda el mirlo acuático, aunque también se pueden observar lavandeiras o aves palustres como zarapitos o garzas en su desembocadura, en las marismas de Betanzos. Sus amplias extensiones de juncos y carrizos confieren a las marismas un alto valor ecológico que las convierte en refugio ideal para estas aves migratorias. En cuanto a la flora, predominan los bosques de ribera y robledales termófilos, a los que acompañan numerosas especies de helechos, varios de los cuales están protegidos. Precisamente, la existencia de especies amenazadas junto con otras endémicas del noroeste en estas fragas hace que su conservación sea un objetivo prioritario. Esto mismo debió entender la Unesco cuando designó a este territorio Reserva de la Biosfera.
Fuente: La Voz de Galicia
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