sábado, 12 de abril de 2014

Cantabria: «Las truchas tendrán la última palabra»






El color del agua es el termómetro del pescador. El tono verdusco que define el cauce dice que el Besaya baja frío tras el último temporal en Cantabria. Ha dejado nieve en las montañas, que pronto acabará desembocando en los ríos. «Eso provocará que descienda la temperatura y hará que los peces se retraigan». Se abrió la veda el martes 1 de abril, para las truchas, mientras que los salmones tienen tiempo de prepararse hasta el último domingo del mismo mes. Es el arranque de una temporada que llega sin excesivas novedades en la normativa, aunque el «extraño invierno» en lo climatológico deja muchas incógnitas. «Si la primavera es normal, a mediados de mayo será un buen momento para tirar la caña», afirma el campeón de Europa de pesca de trucha Óscar Quevedo. Serán cuatro meses en los que todo alrededor de los ríos cobra una vida especial. Un lecho donde dormir, el «chascarrillo de los bares», la tertulia alrededor de un cocido. Eso, traducido en ingresos y unido al potencial de la fauna y el entorno, habla de un valor poco explotado. «Es la joya que tenemos que cuidar».

A partir de ese martes llegaron «diez o quince días de locura». «Todos tenemos ganas de pescar. Luego la gente va quitando el mono» y las riberas vuelven a la normalidad. Cerca de 20.000 pescadores han obtenido la licencia para pescar esta temporada en el Deva, el Asón, el Nansa, el Besaya, el Pas, el Saja, el Ebro y los afluentes de estos cursos principales.

El estiaje que el viento Sur había dejado en algunos tramos se ha visto solventado con las últimas lluvias. «Vamos a tener agua de sobra», comenta Quevedo, quien cree que con el enfriamiento de los ríos, los más beneficiados serán los pescadores de cebo. Por eso, los cursos en los que más fácil resultará hacer presas será en «aquellos que nacen donde menos nieve hay», como el Pisueña o el Escudo.

Los cotos trucheros en la región son 22. Todos ellos se abrieron ea principios de mes, salvo aquellos en los que conviven las pintonas con el salmón. Para esta especie, son 29 los acotados en los que se abrirá la veda el 18 de mayo. Este periodo de espera responde a la necesidad de dar tiempo a los esguines a volver al mar.

La principal novedad en la normativa de este año es que todos los afluentes de los ríos salmoneros quedan vedados hasta el 18 de mayo y la talla para sacrificar las truchas es de 21 centímetros, salvo excepciones señaladas en el Boletín Oficial de Cantabria. Al estar en zona salmonera, se amoldan a la normativa de estos tramos en fechas de apertura, tallas mínimas y cebos. Otro nuevo detalle es que en las zonas salmoneras donde se use cucharilla, ésta debe ser de un solo arpón.

Severiano Arenal es jefe de guardería en la comarca 13, que abarca la parte baja del Besaya, el Saja, el Río Escudo, el Nansa y el Deva. Cree que el nivel de los ríos es bueno, «pero estamos un poco en incertidumbre, porque el invierno ha sido un poco extraño». Aún así, «los ríos son muy cambiantes, en apenas unos días se modifican totalmente las condiciones». La labor de este organismo es continua durante los doce meses del año, pero cuando comienza la veda, el aspecto administrativo toma un protagonismo especial: «Controlar licencias, sellar capturas... Siempre sin dejar de lado la vigilancia».

Para Óscar Quevedo, Cantabria es un paraíso dentro de otro paraíso en lo que respecta a la pesca. «Me atrevería a decir que España lo es. En nuestra región, los pescadores que vienen de fuera se sorprenden por la calidad de los peces, la pureza genética y la batalla que presentan nuestras truchas. Deberíamos conservarlas», comenta.

En Europa miran al río de otra manera. Como un valor. Y eso repercute en el aspecto económico. Son cientos los pescadores que llegarán a Cantabria en las próximas fechas desde otras comunidades. Asturianos, vascos o madrileños, entre otros, consumirán en locales de la región, se hospedarán cerca de sus zonas de pesca y harán turismo por pueblos y paisajes. Pero, cuando acabe la veda, se irán también los ingresos. Los que saben de esto lo achacan a la falta de tramos de pesca sin muerte fuera de temporada.

Pero eso es agua de otro caudal. Las cañas están en ristre, los anzuelos 'afilados' y los aparejos preparados en una cesta que, en algunos casos, aguarda desde el pasado 31 de julio. El invierno ha puesto sus condiciones y la suerte está echada. Las pintonas y los salmones «tendrán la última palabra».


Fuente: El Diario Montañés

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