Los brazos
del pulpo están cubiertos por cientos de ventosas que se pegan a casi cualquier
cosa, con una excepción importante. Generalmente no se agarran al propio
animal; de lo contrario, estos animales impresionantemente flexibles se
enredarían continuamente en sus propios tentáculos.
Investigadores
de la Universidad Hebrea de Jerusalén en el Cell Press describen en Current
Biology cómo los pulpos logran esta hazaña incluso aunque sus cerebros no son
conscientes de lo que sus brazos están haciendo. Una sustancia química
producida por la piel del pulpo impide temporalmente a sus ventosas succionar.
«Nos
sorprendió que nadie antes que nosotros hubiera advertido este fenómeno tan
sencillo de detectar», aseguró Guy Levy, quien llevó a cabo la investigación
con Nir Nesher. «Nos ha sorprendido totalmente la solución brillante y simple
del pulpo a este problema potencialmente muy complicado».
Binyamin
Hochner y sus colegas habían estado trabajando con los pulpos durante muchos
años, centrándose especialmente en sus brazos flexibles y el control motor del
cuerpo. Hay una muy buena razón por la que los pulpos no saben dónde están sus
brazos exactamente de la misma manera que las personas u otros animales sí lo
saben.
«Nuestro
sistema de control del movimiento se basa en una representación en lugar fijo
de los sistemas motores y sensoriales en el cerebro, en un configurador que
tiene las coordenadas de las partes del cuerpo», admitió Hochner. Eso funciona
para nosotros, porque nuestros esqueletos rígidos limitan el número de
posibilidades. «Es difícil pensar en dispositivos similares que funcionen en el
cerebro del pulpo , ya que sus largos y flexibles brazos tienen un número
infinito de grados de libertad», prosigue Hochner.
«Por lo
tanto, el uso de tales mapas hubiera sido tremendamente difícil para el pulpo,
y tal vez incluso imposible». De hecho, los experimentos han apoyado la idea de
que los pulpos carecen de conocimientos precisos sobre la posición de sus
brazos.
¿Cómo evitan
los pulpos atarse con nudos?
Y eso
planteó una pregunta intrigante: ¿Cómo, entonces, evitan los pulpos atarse con
nudos? Para responder a esta pregunta, los investigadores observaron el
comportamiento de brazos amputados de pulpo que siguen siendo muy activos una
hora después de la separación. Estas observaciones muestran que los brazos
nunca agarraron la piel del pulpo, según pruebas hechas sobre placas o con extracto
de piel de pulpo. «La drástica reducción en la respuesta al extracto crudo de
la piel sugiere que una señal química específica en la piel media la inhibición
de la ventosa a agarrar», aseguraron los investigadores.
En contraste
con el comportamiento de los brazos amputados, los pulpos vivos pueden
reemplazar ese mecanismo automático cuando es conveniente. Los pulpos vivos a
veces agarran un brazo amputado, y parecen ser más propensos a hacerlo cuando
ese brazo no era antes suyo.
Hochner y
sus colegas aún no han identificado el agente activo en la conducta de
autoevitación, pero dicen que aún es otra demostración de la inteligencia del
pulpo. La estrategia de autoevitación podría incluso encontrar su camino en el
diseño del robot bioinspirado.
«Los robots
blandos tienen como ventaja que pueden reconfigurar su cuerpo», dice Nesher.
«Esto es especialmente ventajoso en entornos no familiares con muchos
obstáculos que pueden ser superados sólo por manipuladores flexibles, tales
como el medio ambiente interno del cuerpo humano».
Fuente: La
Voz de Galicia
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