Castilla y
León desbancó hace unos años a Galicia como líder en acuicultura continental de
España. Desde entonces, la trucha gallega intenta remontar el río para
recuperar su cetro, pero no encuentra más que obstáculos. Superó el problema
del canon de saneamiento, que a punto estuvo de ahogar a todas las empresas con
unas tasas desorbitadas y que, además, no tenían -ni tienen- que abonar
competidores como los castellano-leoneses o los aragoneses. Rebasó también la
amenaza del reglamento de especies exóticas, que señalaba como extraña a la
trucha arcoiris -y por ende prohibía su cultivo-, a pesar de que lleva asentada
en España varias décadas. Aún más dificultades: la competencia desleal de la
trucha turca, que dejó en la quiebra más absoluta a decenas de empresas. Las
últimas seis, tres de ellas gallegas, echaron el cierre el año pasado.
Ahora la
trucha encuentra un nuevo escollo en su remonte: la intención por parte de la
Xunta de imponer un caudal ecológico. Un requisito que vuelve a poner en jaque
a muchas piscifactorías gallegas y que amenaza de lleno a la que es la mayor de
Galicia: la que el grupo Tres Mares tienen en la parroquia de Lires (Cee),
bebiendo del río Castro. Estas son sus cifras: 97.000 metros cuadrados, de los
que 38.000 se dedican a superficie útil de cultivo; 2.200 toneladas de truchas
el pasado año, 70 empleados directos y en torno a un millar indirectos y 5,61
millones de euros de facturación en el 2013, cayendo desde los 100 trabajadores
y 9 millones.
El caudal
ecológico se supone que se impone para cumplir con la directiva marco del agua,
que España debe acatar antes del 2015. Pero las empresas alegan que no es eso
lo que pide Europa. Dicen que la Xunta ha ido mucho más allá de lo que
reclamaba Bruselas y que, además, se ha calculado un caudal ecológico basándose
en datos «que no son reales, sobrevalorando el caudal natural de los ríos»,
sostiene la empresaria Luz Arregui, directora de calidad de Tres Mares.
El problema
es que Augas de Galicia ha empleado un modelo matemático (denominado SIMPA),
que no funciona bien en los ríos cortos y de abundancia tan variable como los
gallegos. Así es que, según las compañías, se ha calculado el caudal mínimo que
debe llevar un río como el Castro como si fuera el mismísimo Tajo. ¿El
resultado? Que la Xunta pretende obligar a Tres Mares a devolver en verano 400
litros al río cuando, en época estival, el Castro no lleva esa cantidad de agua
ni por asomo. Un absurdo que puede acabar poniendo en jaque a la piscifactoría
ceense.
Luz Arregui
apunta que las piscifactorías de trucha no consumen agua, sino que simplemente
la utilizan y la devuelven. Y en el caso concreto de Tres Mares, hay un período
que abarca de junio a octubre, los meses menos lluviosos, en los que no se hace
prácticamente nada. «Los peces no se trasladan, no se les engorda, no se les
vacuna, simplemente se los mantiene con el alimento justo para que no haya
problemas de bienestar animal y se recircula el agua, pero eso es una cosa y
otra es que, en verano, nos obliguen a liberar más agua de la lleva el río»,
explica la directora de calidad de la piscifactoría gallega.
Fuente: La
Voz de Galicia
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