En el arte
de la pesca de la trucha no hay dogmas. Ni uno solo. No hay horas mejores, ni
señuelos infalibles, ni siquiera las condiciones meteorológicas contentan
siempre a todos los pescadores. En la total imprevisibilidad radica parte de la
magia de este deporte.
De ahí que
en el Concurso de Pesca de la Festa da Troita todo se haga de la forma más
transparente posible. Al poseer tan solo 10 licencias para cada tramo del coto
de pesca -hay dos-, el número de participantes se limita a 40: 20 por la mañana
y 20 por la tarde. Los que compiten en el primer turno vigilan a los del
segundo. ¿Para qué?
La trampa
que resultaría más sencilla en este tipo de competiciones consistiría en
acordar con alguien ajeno al concurso que llevara algunos ejemplares a la zona
de pesca para meterlos en la cesta del interesado. También podría ser otro
participante sin opciones de ganar pero con ganas de disfrutar el premio a
pesar de todo. Son simples conjeturas, ya que estos casos hace años que no se
detectan en la Festa da Troita.
El mérito
está, una vez sorteados los grupos de mañana y de tarde, en saber esperar y
aprovechar las cuatro horas que dura cada manga, aproximadamente, para atraer
el mayor número de ejemplares de gran tamaño. Para ello, los aspirantes pueden
elegir entre emplear una cucharilla -señuelo metálico que se lanza para que sea
atacado por la trucha siguiendo su instinto territorial-, una pluma -una
imitación de insecto que copia a la perfección incluso los colores que van
adquiriendo las moscas o mosquitos a medida que avanza el verano-, o una miñoca
-cebo vivo-. Hay quienes prefieren la mañana, otros la tarde, otros la lluvia,
y todos ganar.
Fuente: La
Voz de Galicia
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