Células tóxicas que la semana pasada se habían localizado en
la boca de las rías se han adentrado gracias a los vientos del sur, provocando
un recrudecimiento de la marea roja, que además de obligar a cerrar la práctica
totalidad de los polígonos de mejillón, ha afectado también a la extracción de
bivalvos en no pocos bancos naturales. «Me gustaría decir otra cosa, pero lo
cierto es que la situación no ha mejorado; se han detectado incrementos significativos
de Dinophysis spp en casi todas las
zonas», explicó ayer Covadonga Salvado, directora del Intecmar. Una forma
eufemística de referirse a un recrudecimiento que ha llevado la marea roja
hasta el fondo de Arousa. En esa ría solo un área de Cambados (la A2, E) y otra
de A Pobra (la A, en la que ya apenas queda mejillón), se libran en aguas
arousanas de un episodio que impide extraer bivalvo del 92 % de los polígonos
de Galicia. Se salvan también de la prohibición de retirar bivalvo las bateas
de las dos áreas de Sada, que están abiertas desde el martes.
El azote de la marea roja este año está siendo tal, que en
algunos polígonos de bateas no ha habido suerte de transición, como es el caso
de las bateas de Bueu, y no han podido colocar mejillón en el mercado desde
marzo. En esos casos «es difícil saber si es un episodio tóxico distinto o el
primero, dado que nunca ha dejado de haber células tóxicas».
Oficialmente «ha habido tres episodios», explica Covadonga,
lo mismo que el año pasado. Uno en primavera, otro a mediados de agosto y un
tercero que ha arrancado estos días y del que todavía «es arriesgado» hablar de
posible mejoría. Mar está cursando decenas de peticiones de reparqueo de
mejillón, para instalar sacos con bivalvo a aquellas zonas en las que se prevé
que se libren antes de la toxina y, según explicó hace días la conselleira,
Rosa Quintana, está estudiando nuevas medidas para mitigar el impacto de la
toxina.
La marea roja también está castigando a los bancos
marisqueros. Toda la ría de Muros está cerrada a la extracción, igual que la de
Pontevedra y la práctica totalidad de la de Vigo. En definitiva, no se puede
extraer moluscos del 46 % de las zonas gallegas.
En la ría pontevedresa, el cierre de la última zona que
estaba abierta a la extracción se produjo cerca de las ocho de la tarde de
ayer. Los mariscadores, que habían faenado allí por la mañana, están a la
espera de saber si tendrán que devolver la cosecha al mar.
No hay remedio para la toxina. «Desgraciadamente, la
floración de dinophysis -la especie de microalga que causa la toxina
lipofílica- no se puede frenar», se lamenta Beatriz Reguera, investigadora del
IEO de Vigo que ha sido, con Juan Blanco, del Cima (Centro de Investigacións
Mariñas) y Bengt Karlson, de Suecia, la convocante de la sesión sobre la
floración de algas nocivas y sus efectos sobre la acuicultura que se expuso en
el marco de la cumbre científica del ICES (Consejo Internacional para la
Exploración del Mar), que se cierra hoy en A Coruña. Y lo peor de todo es que
«se ha observado una intensificación de estos episodios en la última década».
Cada vez hay más y son más fuertes. Es más, se han dado en lugares que nunca
antes habían sufrido un problema que de sobra conoce Galicia: «En EE.?UU. ni en
el oeste de Canadá se habían dado una marea roja por toxina lipofílica y, sin
embargo, en los últimos años ha habido brotes de dinophysis y toxina», explica
Reguera. Ni que decir tiene que esa falta de familiaridad ocasionó en el 2011
bastantes casos de intoxicación en el oeste de Canadá y el noroeste de Estados
Unidos, dado que, como no existían, no se monitorizaba.
En eso sí que está ducha Galicia. La gestión de los cierres
es una asignatura en la que la comunidad gallega ha aprobado con nota, con un
Intecmar que informa de incidencias con una celeridad que no se da en otra
parte.
La buena gestión de las aperturas y los cierres es uno de
los pocos remedios que caben contra un episodio natural que se ceba en las rías
gallegas, pero a la que no son ajenos los fiordos noruegos. Y allí han dado con
otro antídoto, explica Reguera que, «sería una buena idea probar en Galicia».
Se trata del afloramiento artificial. La disminución de estos movimientos que
traen agua fría rica en nutrientes de las profundidades de forma natural se
recrea en Noruega haciendo circular agua dulce de los ríos por el fondo del
fiordo provocando así un afloramiento. «Podría hacerse, pero a pequeña escala».
No hay más remedios. Paliativos, si acaso. Como los avances
en la oceanografía operacional que permiten alertar de que se acerca un
episodio. O los trabajos de selección genética, paralizados por falta de
financiación, para buscar individuos resistentes a la toxina. Y soluciones
drásticas, como cambiar de especie de cultivo, que no está en los planes del
sector. Y es que, aparte de ser Galicia un zona de riesgo, se trabaja con una
especie de riesgo, puesto que el mejillón es la que más rápido retiene la
toxina.
Fuente: La Voz de Galicia
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