La oleada de
aperturas de polígonos de bateas de la última semana se ha revelado como un
espejismo. La marea roja sigue atenazando al sector mejillonero, y tres días
después de los últimos negativos que permitieron extraer bivalvo en dos zonas
de Arousa, no ha habido ninguna alegría. Al contrario, la última resolución del
Intecmar, de ayer, cierra al marisqueo varios arenales arousanos y en el
recuento de fitoplancton tóxico se apreciaron incrementos en Vigo, Muros y
Lorbé.
Hoy se puede
extraer mejillón del 31 % de los polígonos gallegos, una proporción a todas
luces insuficiente para normalizar la campaña de mejillón. En el caso de la
industria (cocederos y conserveras), está «lejos de alcanzarse las
expectativas», señala Juan Vieites, secretario general de Anfaco. Aparte de que
muchas de las fábricas acusan ya roturas en algunas tallas, el abastecimiento
no da para funcionar a pleno rendimiento y algunas empresas trabajan en plena
campaña a un 20 % de lo que sería habitual, algo que, lógicamente, tiene su repercusión
en términos de empleo.
Vieites
admite, no obstante, que este año la campaña «va un poco mejor que la
anterior», porque se está en guatemala pero se viene del guatepeor que fue el
2013.
Lo habitual
es que la campaña del mejillón para la industria arranque en julio o agosto y
se prolongue hasta noviembre. El inicio no es casual, sino que obedece a que el
bivalvo suele estar en su mejor momento. Y cuando se pasa ese instante, el
mejillón se desprende de las cuerdas y cae. Para evitarlo, los bateeiros
reparcan el molusco, introduciéndolos en sacos que cuelgan de las mismas
cuerdas para evitar que se pierda el producto en el fondo de la ría. Esa es
ahora la situación, con decenas de bolsas suspendidas en las bateas, como
comprobaron los submarinistas en una de las expediciones de Náutica Medusa por
los fondos arousanos.
Entre los
bateeiros, opiniones encontradas. Por un lado están quienes hablan de un sector
entre tocado y hundido, que ya acumula demasiadas pérdidas tras dos años
desastrosos y un tercero con pocos visos de ser mejor y, por otro, los que
reniegan de un victimismo que, aseguran, les pasará factura. Para los primeros,
las cosas aún pueden empeorar y auguran que en cuanto remita la marea roja, el
nerviosismo por haber estado tanto tiempo sin vender propiciará desembarcos
masivos que hundirán el precio del bivalvo en el mercado. Los segundos, por
contra, apuntan a que el episodio tóxico es pasajero, que está remitiendo y que
ya se ha podido comercializar una cantidad importante de mejillón.
Ahora bien,
algo no debe ir bien cuando hay un movimiento de mejilloneros clamando por la
unión del sector para que no se vaya al traste una actividad estratégica para
Galicia.
Cuando a
finales de agosto comenzaron a llegar a los centros sanitarios franceses
decenas de personas con síntomas de intoxicación alimentaria, las autoridades
de Francia lanzaron una alerta porque los estudios epidemiológicos mostraban
que el denominador común de los afectados era haber consumido mejillones
españoles, que procedían de tres establecimientos diferentes, y presentaban
síntomas achacables a una intoxicación por toxina lipofílica, bien conocidos si
se tiene en cuenta que se denomina ahora así a la que antes se conocía por
diarreica.
Sin embargo,
pocos días después las autoridades francesas mencionaron las condiciones
higiénicas del producto como causa del problema, como avanzó el martes la
conselleira en V Televisión. Así las cosas, la Aecosan, la Agencia Española de
Consumo, Seguridad Alimentaria y Alimentación, «se ha solicitado a las
autoridades francesas confirmación epidemiológica del producto implicado y que
indique cuál es el peligro concreto que ha causado la intoxicación». Fuentes de
ese organismo explicaron también que faltan aún varias cosas por aclarar.
Fuente: La
Voz de Galicia
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