Investigadores
del departamento de Biología Animal de la Universidad de Salamanca consideran
que el mejillón de río (Margaritifera margaritifera) está en “peligro extremo
de desaparición”, especialmente, en la cuenca del Duero.
Los estudios
de los últimos años han localizado este molusco en lugares muy concretos de las
provincias de Zamora, Salamanca y Ávila, pero con una presencia tan escasa que
parece incapaz de reproducirse. Aunque puede vivir mucho más que el ser humano,
ya no se encuentran ejemplares menores de 45 años, lo que condena a las náyades
de río a la extinción en las próximas décadas.
La
distribución de esta especie es muy amplia, desde Siberia hasta la península
ibérica, donde podía hallarse en ríos del noroeste. Sin embargo, en los últimos
100 años ha desaparecido al menos del 90% de las zonas que habitaba y hoy en
día solo tienen una presencia significativa en Galicia. No obstante, las
investigaciones que ha realizado la Universidad de Salamanca en los últimos 15
años han conseguido detectarla en Castilla y León y la región de Tras Os Montes
(Portugal).
Uno de los
principales problemas es que “los mejillones de río dependen de la existencia
de salmones o truchas, únicos hospedadores de sus larvas”, y estos peces
también sufren una fuerte decadencia debido a la alteración del curso de los
ríos por la construcción de presas y otros obstáculos, explica Javier Morales
Martín, responsable de esta investigación dentro de un equipo que lidera Miguel
Lizana Avia.
Además, el
cambio climático también es un elemento fundamental, puesto que los caudales de
los ríos han descendido de forma muy importante en las últimas décadas, sobre
todo en verano, a la vez que de forma puntual se producen riadas que expulsan a
las náyades de los ríos, aislándolas y provocando su muerte.
El río
Negro, en la provincia de Zamora, es el que cuenta con un mayor número de
ejemplares, pero también hay náyades en otros dos ríos zamoranos, el Tera y el
Bibey (afluente del Sil), así como en el Águeda, en Salamanca, y el Alberche,
río abulense de la cuenca del Tajo. Habitualmente, los investigadores acuden a
ellos en época estival, cuando se dejan ver con mayor facilidad.
La desaparición
de los mejillones de río afecta a toda la fauna bentónica, la que habita en el
fondo de los ríos, ya que “actúan como filtradores de agua al tomar alimento y
respirar”, destaca Javier Morales. Estos moluscos oxigenan los sedimentos; sin
ellos, el fondo de los ríos ofrece unas peores condiciones para la puesta de
huevos de algunos peces. Su presencia constituye un buen bioindicador de la
calidad ambiental de los ríos.
Por eso, los
expertos consideran muy importante tratar de recuperarlos, algo que solo se
puede lograr en tramos de río sin impactos. Además, proponen una serie de
medidas con respecto a los moluscos. En primer lugar, habría que llevar a cabo
un seguimiento activo y rescatarlos en las situaciones más complicadas, cuando
la sequía o las riadas amenazan con sacarles fuera de los cauces.
En segundo
lugar, teniendo en cuenta que su situación ya es crítica, habría que criar
ejemplares en cautividad, una experiencia que ya se está llevando a cabo en
numerosos países de Europa. En este caso, para apostar por una mayor riqueza
genética, siempre es recomendable utilizar la estirpe de cada zona.
Finalmente,
los científicos apuestan por la liberación masiva de peces recién infectados de
larvas todos los años, para lo cual los cauces deben ser adecuados para su
supervivencia, aplicando medidas de restauración.
Fuente: agenciasinc.es
No hay comentarios:
Publicar un comentario