Xosé se llama el pescador correveidile del Instituto Español
de Oceanografía (IEO) en A Coruña. Él es el que alerta a los investigadores si
ve algo raro, algo que no debería estar donde está. El año pasado no se topó
con ninguna especie marina extraña, pero este verano, tanto Xosé como otros
marineros, han observado que sí, que han vuelto a acercarse a la costa gallega
visitantes exóticos.
¿Por qué? ¿Qué son? ¿A qué vienen? ¿Serán peligrosos? Jaime
Mejuto, investigador del IEO, satisface todas las dudas. Explica que por estos
lares aparecen de vez en cuando especies impropias de aquí, muchas en busca de alimento.
Y lo hacen en verano.
Entre los intrusos que menos le sorprenden están los
tiburones azules, también conocidos como tintoreras, o quenllas, en gallego.
Las hembras de esta especie de escualo son especialmente fértiles, pues suelen
parir en torno a cuarenta crías. Por eso es la especie de tiburón oceánico más
abundante del mundo. Están por todas partes, aunque no en la costa. Pero cuando
les llega el momento de alumbrar a sus pequeños buscan zonas con mucho
alimento. Es decir, cerca de la costa y en las rías. Por eso ya no resulta una
excepción ver a alguna cría aislada de quenlla.
Este verano ha sido así, aunque nada que ver con lo que
ocurrió hace dos años, cuando los avistamientos de juveniles fueron
inusualmente importantes y, además, incluso dentro del puerto de A Coruña.
Mejuto explica que los científicos no tienen bien
identificadas esas zonas donde las hembras se acercan a parir, pero su
presencia es habitual en las costas francesas, británicas, en Irlanda... Pero
en cuanto la tintorera alcanza el metro y pico de longitud se va a las zonas
oceánicas.
Aparte de la quenlla, «si sales unas millas puedes encontrar
también marrajos y hasta tiburones peregrino», explica Mejuto. Este último
viene también a comer y puede aparecer en verano en el Cantábrico y en
Galicia... El investigador destaca que esta especie protegida es totalmente
inofensiva, aunque puede asustar, no solo porque asoma la aleta, sino también
por su gran tamaño, que puede alcanzar los cuatro metros de largo.
A Jaime Mejuto ya casi no le llama la atención que un
pescador cuente que ha visto una tintorera o un tiburón peregrino, pero sí se
sorprende de que con relativa frecuencia se deje ver cerca de estas costas el
pez ballesta, que es de aguas subtropicales. Algún individuo ha sido visto en
los polígonos de bateas de mejillón de las Rías Baixas y en algunos puertos...
Mejuto destaca que seguramente también busca aquí comida.
Además, le llama la atención que en el 2013 se llegaran a
capturar aquí 600 toneladas de dos especie de pequeños túnidos, como la melva y
la bacoreta. «Fue algo totalmente inusual, porque raramente superan el cabo San
Vicente y el estrecho de Gibraltar», subraya el experto.
Pero lo hicieron y estas apariciones se registran casi
siempre en verano, cuando se produce el calentamiento de las aguas.
Para el investigador del IEO no se trata de un cambio
radical, sino de eventos puntuales, pequeños síntomas de que o bien se está
produciendo un cambio global o simplemente es una fase ambiental que pasará.
Sin embargo, Mejuto recuerda fenómenos parecidos que no han
tenido vuelta atrás, como el cambio de ruta del atún blanco, que se ha ido más
al norte, al oeste de Irlanda. La caballa y la merluza también se ha movido a
mayores latitudes. Mejuto explica que son especies termodependientes que buscan
un hábitat adecuado a su rango de temperatura (18 grados) y ahora lo encuentran
más al norte.
Fuente: La Voz de Galicia
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