Que la
lubina salvaje es un bien escaso lo dice el precio que esta luce en la etiqueta
del expositor de la pescadería. No es una situación exclusiva de Galicia, ni
mucho menos. De hecho, el drástico descenso de las poblaciones de esta especie
ya ha obligado a la Comisión Europea a adoptar medidas de emergencia y, entre
otras restricciones, limitar la pesca tanto a los marineros profesionales en el
Reino Unido, Irlanda y aguas del Canal de la Mancha, como a los pescadores
deportivos, que desde enero pasado solo tienen autorización para capturar tres
piezas por persona y día.
La situación
es tan crítica que, al margen de las medidas dictadas por Bruselas, Irlanda ya
decidió prohibir la pesca comercial de lubina en aguas de su competencia, y
Reino Unido no descarta aplicar el año que viene más restricciones por su
cuenta y riesgo si considera que las que dictan desde la UE no son suficientes
o no son las más adecuadas, según su criterio.
Por el
momento se desconoce el impacto que tendrán sobre los stock de lubina las
acciones de emergencia, y ni siquiera si se van a mantener o endurecer en
próximos ejercicios. Pero, según cálculos de la propia Comisión, las medidas
adoptadas reducirán alrededor del 40 % de los desembarques medios reconocidos
en la UE (de 5.668 a 3.456 toneladas). El problema reside precisamente en ese
reconocidos. Según Alejo Carballeira, catedrático de Ecología de la Universidade
de Santiago de Compostela (USC), para gestionar y predecir la evolución de la
población es fundamental conocer cómo progresa la biomasa reproductora y la
tasa de mortalidad, natural y por pesca. Esta última se calcula a partir de las
estadísticas de desembarcos y «en algunos casos se comprobó que se registraban
menos del 20 % de las capturas reales». Y no siempre por ocultar datos, como a
veces se reprocha a la flota, sino porque la normativa de muchos Estados no
obliga a declarar el desembarco. Es el caso del Reino Unido, donde los buques
de menos de diez metros no tienen que anotar las capturas inferiores a 50 kilos
y ahí se pierden muchas toneladas.
Los biólogos
del ICES (Consejo Internacional para la Exploración del Mar) rebajan el
optimismo de Bruselas y advierten de que, a pesar de esa drástica reducción de
las capturas -gracias a la veda impuesta para el arrastre pelágico durante la
época de desove, la limitación de capturas y el aumento de la talla mínima de
36 a 48 centímetros-, se estaría todavía muy lejos de conseguir la explotación
sostenible de la especie y para esquivar la necesidad de imponer una veda
total, el ICES calcula que habría que reducir un 80 % las capturas, hasta
quedar en 541 toneladas y, por supuesto, mantener la veda durante la
reproducción de la especie.
Por ahora,
las aguas gallegas se han librado de las duras restricciones impuestas a la
pesca de la lubina salvaje. Pero Carballeira, desde la USC, apela a la
responsabilidad de sector y Administraciones y recomienda que se adopten
medidas preventivas «antes de llegar a una situación crítica de la población
ibérica de nuestra icónica lobita», como el catedrático prefiere referirse a la
robaliza, adoptando el apelativo derivado de su denominación francesa: loup de
mer.
El ecólogo
de la USC aboga por trasladar a aguas gallegas los límites a la pesca comercial
y deportiva impuestos en Irlanda, Francia y el Reino Unido. «Vigilar y hacer
cumplir la ley poniendo multas y castigos ejemplares es necesario, pero no
suficiente, porque de poco sirve si se pescan ejemplares inmaduros, ovados o si
no se limita la captura», explica Carballeira, al que le cuesta entender que
haya cupos para la sardina, jurel o la xarda y no para especies menos
abundantes y económicamente más valiosas por sus características culinarias y
deportivas, como la lubina.
Dicentrarchus
labrax es el nombre científico de una especie de la que el año pasado se descargaron
en Galicia casi 300 toneladas y por las que se ingresaron 3,5 millones de
euros: lubina en castellano, robaliza en gallego o seabass, en inglés. El
catedrático Alejo Carballeira explica que su nombre vernáculo es griego
(Labraki) y expresa la suerte percibida por un pescador que atrapa este pez.
Ahora ya es solo por su escasez, pero es que, además, la lobita «es hermosa,
astuta y luchadora, de ahí su gran interés deportivo». Tan hermosa como
delicada, dice Carballeira, pues se deteriora fácilmente si no se captura con
anzuelo.
Es una
especie de crecimiento lento y larga vida. Puede superar el metro de largo y
los 15 kilos de peso, siempre que viva más de 15 años. La especie soporta un
amplio rango de salinidades y de temperaturas. Por lo que tiene de eurihalina,
su hábitat se extiende desde aguas libres costeras a más de cien metros de
profundidad a las desembocaduras de los ríos. Y por lo que tiene de euriterma
(soporta temperaturas de entre 5 y 28 grados) madura sexualmente más o menos.
En el Atlántico tarda 4 o 5 años en poder reproducirse, cosa que hace una vez
al año.
Pocas
alcanzan la madurez sexual a los 42 centímetros y, sin embargo, la talla mínima
legal es de 36 centímetros. Solo si se sube a 48, la mayoría tendría la
oportunidad de madurar y desovar al menos una vez antes de ser capturada.
Además, con la edad se hace más fértil. Para que la fecundación sea efectiva,
antes de realizar la puesta, las lobitas se reúnen formando grandes cardúmenes
en las denominadas zonas de reproducción.
Fuente: La
Voz de Galicia
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