La segunda expedición al Gran Burato perdió al robot submarino en el fondo del océano mientras éste rastreaba la zona de estudio, a unos 220 kilómetros al noreste de la costa viguesa, en busca de indicios de gas. El Sarmiento de Gamboa regresó a puerto a principios de septiembre sin el vehículo a bordo.
La empresa propietaria del minisubmarino y responsable de su manejo, la viguesa ACSM Agencia Marítima, cuenta con una dilatada experiencia, pero la operatividad de estos aparatos es compleja y las inmersiones alcanzan los dos mil metros de profundidad en un entorno desfavorable. Según fuentes del proyecto, el percance ocurrió cuando el vehículo de control remoto (ROV), con una misión prevista de una semana, realizaba su última inmersión y, por tanto, aseguran que no tendrá repercusiones en la investigación. De hecho, los geólogos de la Universidad declararon a su llegada a Vigo que tienen en su poder casi 50 horas de grabación realizadas por el aparato en una zona totalmente desconocida hasta ahora y que calificaron de "excelentes".
La Consellería de Industria, que ya ha invertido 1,2 millones de euros en las dos campañas realizadas hasta el momento en el Gran Burato, costeaba el elevado alquiler del vehículo no tripulado, pero, según las mismas fuentes, el accidente no conllevará perjuicios económicos para la Administración.
El minisubmarino accidentado es el modelo Cougar, fabricado en Reino Unido por la empresa Seaeye, del Grupo Saab, y pertenece a la flota de la empresa viguesa, cuyos técnicos también son los encargados de mantener y operar el robot adquirido por IEO en 2010. Con 1,30 metros de largo por 0,90 de ancho y media tonelada de peso, consta de cámaras que graban imágenes de alta definición y dos brazos manipulables para la recogida de muestras. Durante la campaña a bordo del Sarmiento, el aparato trabajó durante doce horas diarias.
El minisubmarino se instaló a bordo del buque oceanográfico el 29 de agosto para participar en la segunda etapa de la misión y junto con el resto de la infraestructura necesaria para operarlo: la grúa que lo lanza al agua y la jaula que lo protege hasta que alcanza el fondo. Una vez que toca el lecho submarino, el robot, que permanece unido a ella por una especie de cordón umbilical, es capaz de salir de ella y avanzar en un radio de 150 metros grabando imágenes. En la cubierta del Sarmiento de Gamboa también se habilitó la cabina de control desde la que los técnicos de la empresa supervisaron sus movimientos.
Tras el éxito de la primera misión al Gran Burato que constató la presencia de gas en octubre de 2010, los investigadores del grupo de Geología Marina y Ambiental dispusieron en esta nueva campaña de varios instrumentos de alta tecnología, además del robot, que la dotan de una sofisticación científica pocas veces alcanzado en nuestro país. El objetivo de esta segunda campaña, que aumentó el área de estudio hasta los 1.130 kilómetros cuadrados, era determinar con más exactitud la extensión del yacimiento y la posible rentabilidad de su explotación.
Los resultados no se harán públicos hasta noviembre, tras comunicárselos a la Xunta, pero los científicos ya han mostrado su satisfacción por el desarrollo de la misión y los datos obtenidos. Durante la primera etapa duplicaron los análisis sísmicos realizados en 2010 y encontraron más indicios de presencia de gas en las nuevas zonas de búsqueda, que deberán ser confirmados durante el procesamiento de la información.
Respecto al origen del Gran Burato, los geólogos se decantan ahora por una nueva hipótesis según la cual el cráter de cuatro kilómetros de diámetro no habría sido producido por una explosión, sino como resultado de una erosión prolongada en el tiempo y ocasionada por el gas que se escapa a través de fracturas internas desde el interior de la corteza terrestre.
Además de los integrantes del grupo Geoma, la segunda expedición al yacimiento contó con la presencia del biólogo Fran Ramil, que ya participó en la primera, y del físico Manuel Martínez.
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