Una vida dedicada a la pesca

La pesca en el Mandeo le hace desconectar

Lleva pisando riberas, caña en mano, desde que tenía doce o trece años. A Miguel Ángel González le metió el gusanillo en el cuerpo su padre al que acompañaba los días de pesca por los ríos que surcan Betanzos, Curtis, Teixeiro, Sobrado dos Monxes... «Por todos os lados», recuerda este vecino de Curtis.

En esos parajes fue donde aprendió a colocar el cebo, a saber ser paciente durante una larga espera, a lanzar una y otra vez la caña o a distinguir un pez entre la maleza de ribera.

Esa afición que cultivó a la sombra de su progenitor fue transformándose, poco a poco, en el medio para escapar de lo cotidiano. «É unha forma de alonxarse da rutina diaria», explica este empresario que regenta una carpintería metálica y de PVC. Además asegura que un hobby como ese ayuda a dejar limpia la cabeza e incluso contribuye ser un poco más feliz. Aunque «non só as aficións axudan a selo porque no só é eso», aclara también mientras confiesa que es feliz «mentras olvide a política».

Pero reconoce que la pesca fue calándole tanto que ahora es el presdente de la Sociedad de Pescadores del Río Mandeo. Aunque al cauce al que tiene realmente cariño es al del Mendo. «Era o río que tiña á man, preto da casa e cando non había ninguén que me levara por aí, pillaba a bicicleta e iba para o Mendo», explica.

Pero ahora está muy involucrado con las actividades que desarrollan en el Mandeo. El colectivo del que es responsable organiza seminarios para los más pequeños en los que les enseñan el arte de la caña. «Para aqueles que non poden aprender con alguén da casa», explica al tiempo que reconoce que para muchos es complicado aprender ese arte. Pero además las clases le hacen disfrutar porque los alumnos muchas veces «sorprenden coas preguntas que fan», asegura.

Eso le reconforta porque le permite transmitir un conocimiento a aquellos que tendrían complicado descubrir los secretos del río.