Las sirenas son seres fabulosos, originarios de la mitología griega y ampliamente extendidos en las narraciones fantásticas de la literatura occidental, cuya función y representación han variado con el tiempo.
Aunque en su forma original eran genios marinos híbridos de mujer y ave, posteriormente la representación más común las describe como hermosas mujeres con cola de pez en lugar de piernas. Es por ello que muchas lenguas no latinas distinguen la sirena original clásica (inglés siren, alemán Sirene) de la sirena con cola de pez (inglés mermaid, alemán meerjungfrau).
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Cuadro de Herbert James Draper, "Ulises y las sirenas" |
Cuanto es fantástico y cuanto es real sobre estos legendarios humanoides acuáticos que tanto interés han despertado entre escritores, historiadores, filósofos, antropólogos y biólogos.
Vaya por delante que las sirenas existen desde hace siglos en el subconsciente colectivo de mucha gente y particularmente de los pueblos marineros, pero que son muchos los que sostienen que posiblemente surgieron de la observación de ciertos monstruos humanos.
Aún no hace mucho tiempo, la Administración Nacional Oceánica y Atmósferica de EEUU (NOAA) tuvo que emitir un comunicado para negar cualquier evidencia de la existencia de sirenas. Lo hizo a raíz de la repercusión mediática de un documental, Sirenas: el cuerpo hallado, emitido por la cadena Animal Planet. Discovery Channel.
Las sirenas (del griego Seirên -encadenado- y relacionado con el término sánscrito Kimera -quimera-) son seres fabulosos, procedentes en Europa de la mitología griega, ampliamente recogidos en las narraciones fantásticas de la literatura occidental, cuya imagen y función se han transformado con el paso del tiempo.
Originalmente eran genios marinos, híbridos de mujer y ave, representación que, al menos en gran parte, estimamos se corresponde con una de las pruebas aportadas por Ambroise Paré (Monstruos y prodigios, 1575) como "ejemplo de la cólera de Dios" y que él relata así: "En la época en que el Papa Julio II suscitó tantas desgracias y guerreó contra el rey Luis XII, seguida de una sangrienta batalla librada cerca de Ravena, poco tiempo después se vio nacer en la misma ciudad un monstruo con un cuerno en la cabeza, dos alas y una sola pata semejante a la de un ave de rapiña, un ojo en la articulación de la rodilla y participando de las naturalezas de hombre y mujer" (véase figura).
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Un monstruo sirena de Paré |
Posteriormente se pasó a la representación habitual que las describe como mujeres bellísimas con cola de pez, en lugar de piernas, capaces de seducir a los hombres con sus sublimes, musicales e hipnóticas voces. Según la mitología, las sirenas vivían en la isla de Delos o Artemisa, donde reposaban los restos de los marineros que engañosamente habían sido atraídos por sus cantos; sin embargo, la tradición las sitúa en una isla del Mediterráneo, posiblemente Capri.
En cualquier caso, las sirenas ya estaban presentes en otras mitologías en Medio Oriente, las Islas Británicas y China, si bien con distintas imágenes y acepciones. Incluso ya antes, en el Paleolítico tardío (Edad de la Piedra), hace unos 30.000 años, aparecen representadas en pinturas rupestres.
Tampoco faltan historias de sirenas en España. En Cantabria, la Sirenuca era una bella y arriesgada mariscadora de los acantilados de Castro-Urdiales, que maldecida por su madre, "¡Así permita el Dios del Cielo que te vuelvas pez!", hoy deja oír su canción a los navegantes que se pierden en la bruma. En el País Vasco son populares los Itsas-Lamiak (Lamias del mar), con enormes cola de pez, que tanto pueden traer mal tiempo a las costas como enamorar locamente a los marineros. Tampoco faltan las sirenas en la mitología extremeña, pero viven los ríos, de los que salen para seducir a los hombres con sus cantos y después ahogarlos.
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Cuadro de John William Waterhaouse, "A Mermaid" |
El primer testimonio escrito sobre las sirenas corresponde a Homero en la Odisea, cuando relata que Ulises tapó los oídos de su tripulación con cera y se hizo atar a un mástil para evitar arrojarse a las aguas al escucharlas. Pero también hay otras menciones de las sirenas en la literatura griega, como es la leyenda de Jasón y los Argonautas, que eludieron el engaño de las sirenas gracias a Orfeo, que encubrió con sus propios cantos la melodía de las sirenas, las cuales al sentirse derrotadas se arrojaron al mar para morir o se transformaron en piedras.
También el poeta Horacio, en la Epístola a los Pisones, hace mención de un híbrido de mujer y pez. Las sirenas en los bestiarios enlazan con la antigua lírica popular hispánica. Las sirenas aparecen asimismo en algunos de los cuentos de Las mil y una noches y en el cuento de Andersen, La Sirenita. También una sirena aparece en dos preciosos cuentos de Oscar Wilde y de Azorín, como expresión de la flaqueza humana al no creer lo verdadero y dar conformidad a lo falso. Con sirenas de carne y hueso tenemos Las sirenas del invierno de Barbara J. Zitwer, una sencilla e inolvidable historia llena de sentimientos irremplazables como el amor y la amistad verdaderos.
Entre otros muchos textos sobre el mar, al que trata como un ser vivo, en Fábulas y leyendas del mar (Barcelona: Tusquets; 1982), Álvaro Cunqueiro se ve emparentado con las sirenas, manteniendo que los Padín, los Goyanes y los Mariño de Lobeira -uno de los cuales era su abuelo paterno- son descendientes de una que dejó preñada el paladín Roldán y dio a luz en la playa de Arousa. En Vida Gallega (1963 -recogido en Viajes y llantares por Galicia. Santiago:Ed. Alvarellos; 2005), el escritor mindoniense afirmó que los besos de las sirenas saben a lamprea, lo que confirmó otro sirenólogo, Juan Perucho. Otros escritores gallegos, como Torrente Ballester, Fernández Paz y Pardo de Neira han reinterpretado, de forma distinta, el mito de las sirenas.
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Sirenas, objeto de deseo de pescadores a lo largo del tiempo |
Hasta aquí fantasía y leyenda aunque con un trasfondo de indudable erudición, pero ¿qué hay de realidad en las sirenas? El origen de las sirenas, como el de cualquier monstruo, ha de buscarse en la teratología (ciencia que estudia los defectos morfológicos congénitos), que se inicia, aunque no sistematizada como ciencia, entre los eruditos y médicos ilustrados del siglo XVIII, que sustentan que los monstruos humanos de cualquier tipo, son hombres malformados como consecuencia de una etiopatogenia concreta y distinta. Entre estos eruditos ilustrados, la mayoría religiosos, está el benedictino ourensano BJ Feijóo, el cisterciense AJ Rodríguez y el jesuita Lorenzo Hervás y Panduro (Cuenca, 1735 - Roma, 1809), autor de Historia de la vida del hombre (ed. española en 1789), que abren paso a la nueva ciencia que surge con la catarsis del Antiguo Régimen y el inicio de la medicina científica contemporánea.
El origen y equivalencia de las sirenas en teratología estaría en la sirenomelia o síndrome de sirena, malformación congénita en la que los miembros inferiores se encuentran fusionados, variando desde una simple unión membranosa hasta una fusión completa de los miembros que incluye los huesos de las piernas, y que se puede asociar o no a una reducción de la longitud de los miembros fusionados y/o ausencia de la tibia, con un aspecto de muñón.
Existen distintas formas de sirenomelia: la sirena sympodia o symelia, con las dos piernas completas, incluidas dentro de una misma envoltura cutánea y presencia de ambos pies; la sirena monopodia con los miembros fusionados por los ejes axiales y miembro terminando en un solo pie; la sirena ectropodia, caracterizada por fusión proximal de los miembros y ausencia de las estructuras distales; y la sirena ectromelia, con una extremidad única rudimentaria reducida a un muñón.
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Formas de sirenomelia (según Duhamel) |
También constan formas menos graves con lesiones menores de los miembros inferiores. Finalmente existen las falsas sirenas o monopodias sirenoides, caracterizadas por defectos unilaterales, asimétricos y falta de los huesos de uno de los miembros. La sirenomielia se asocia a otras alteraciones óseas y trastornos renales, cardiovasculares, gastrointestinales, respiratorios, neurológicos o genitales, pudiendo existir ausencia de alguno de estos órganos.
El síndrome de la sirena es raro (uno cada 60.000 recién nacidos, con una relación masculino-femenina de 3:1), se origina por secuestro sanguíneo entre los 28 y 32 días de la vida embrionaria, su etiología es desconocida, no sigue ningún patrón hereditario y no tiene base genética probada. Esta asociación malformativa conduce casi siempre a la muerte, si bien se han comunicado determinados casos de supervivencia, incluso prolongada y con calidad de vida buena o aceptable en algunos, después de curas quirúrgicas efectuadas por equipos multidisciplinares expertos.
Vemos en la figura de arriba, la caricatura esquemática de Bernard Duhamel en su extraordinario y aún vigente libro, Morphogenèse Pathologique "Des monstruosites aux malformations" (Paris: Masson; 1966).
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Cuadro de Frederic Leighton, "El pescador y la sirena" |