El pescado, un alimento que goza
de una excelente reputación como fuente de nutrientes altamente beneficiosos
para la salud.
¿Realmente
es así? Y si lo es, ¿cuál es el mejor pescado desde el punto de vista
nutricional? La respuesta no es tan simple como pudiera pensarse.
En los
últimos años la buena fama asociada al pescado ha estado ligada al omega-3,
unos ácidos grasos esenciales que no puede producir el cuerpo a partir de otras
sustancias -son "poliinsaturados"- y que se encuentran en abundancia
en ciertos tipos de pescado.
Por mucho
tiempo la ciencia respaldó y animó a su consumo. Estudios sugerían que era
bueno para el corazón, el desarrollo del cerebro y el crecimiento.
El omega-3
comenzó a añadirse a ciertos alimentos como la leche, jugos y cereales, y una
industria de suplementos de aceite de pescado floreció.
Pero más
recientemente, otra serie de investigaciones lo vincularon con un mayor riesgo
de desarrollo de ciertos tipos de cáncer (como el de próstata) y descartaron
que el consumo de suplementos de aceite de pescado redujera el riesgo de
desarrollar enfermedades del corazón.
También se
encontró que un exceso de omega-3 puede incrementar el riesgo de accidentes
cerebrovasculares.
"Al
omega-3 se le han asignado un montón de beneficios de los cuales no estamos tan
seguros", le dice a BBC Mundo Eduardo Baladía, editor de la revista
Nutrición Humana y Dietética y promotor del Centro de Análisis de la Evidencia
Científica de la Fundación Española de Dietética y Nutrición (FEDN).
"En
realidad tenemos dudas de los omega-3. Hay bastante problema en decir que si
suplementamos con éste, vamos a tener mejor salud".
En lo que sí
coinciden los especialistas es en que el análisis del valor nutricional del
pescado no empieza ni termina con el omega-3.
"Si uno
pudiera decir, absoluta y positivamente, que los beneficios de comerlo
provienen enteramente de las grasas poliinsaturadas, entonces ingerir pastillas
de aceite de pescado sería una alternativa a comer pescado en sí. Pero es más
probable que necesites la totalidad de las grasas del pescado, sus vitaminas y
sus minerales", escribía Howard Levine, jefe editorial médico de las
publicaciones de salud de la Universidad de Harvard en un artículo de 2013.
"A
veces nos fijamos demasiado en los súper nutrientes o súper alimentos",
puntualiza, por su parte, Eduardo Baladía. "La ingesta de pescado desplaza
la ingesta de carnes, que sí nos aportan unas grasas menos saludables. Eso lo
podemos tener como bastante cierto. Y sólo por eso, ya es interesante comer
pescado".
En revistas
y periódicos son incontables los artículos que recomiendan los pescados con más
grasa (los azules) por encima de los blancos por su alto contenido en omega-3.
La clínica
Mayo, en Rochester, Estados Unidos, por ejemplo, dice que "los pescados grasos,
como el salmón, la trucha, el arenque y el atún contienen la mayor cantidad de
omega-3 y en consecuencia ofrecen el mayor beneficio".
La
prestigiosa institución incluso considera que esto supera los riesgos de
consumir las sustancias tóxicas -como el mercurio- presentes en estas especies,
debido a la contaminación de las aguas.
Baladía, por
su parte, piensa que hay espacio también para el pescado blanco, bajo en grasas
y, por lo tanto, en calorías.
"Justamente
en una sociedad donde la ingesta energética es alta, donde las grasas saturadas
y el colesterol es alto, un segundo plato que no aporta nada de eso, que es
igual de proteico, resulta atractivo", dice.
"Si
tenemos esta visión más amplia tenemos que recomendar los dos pescados, porque
desplazan el consumo de carne y de ácidos grasos saturados".
Ahora bien:
el consejo no es transformar la dieta de todo el año en el modelo de Semana
Santa. El Servicio Nacional de Salud de Reino Unido recomienda tomar una, pero
no más de una porción de pescado azul a la semana -debido al factor
contaminación-, y una o tantas porciones como quieras de pescado blanco.
Pero unos y
otros coinciden en que las frutas y vegetales siguen siendo las reinas de una
dieta sana.
"Todo
lo que desplace la dieta basada en plantas sería algo en principio no
beneficioso", dice Baladía.
Y más
radicalmente, Howard Levine, de la Universidad de Harvard, sugiere que el
consejo del escritor de gastronomía Michael Pollan podría ser el mejor camino a
seguir: "Come. No mucho. Principalmente plantas".
Fuente: latercera.com