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Insólita vista nocturna del lago con la central térmica, iluminada, al fondo |
El primer día del 2008, hace poco más de cuatro años, Endesa decidió detener el sistema de bombeo que mantenía aseado el descomunal hueco creado por la explotación a cielo abierto de la mina de lignitos.
Durante décadas, se extrajo material suficiente como para crear un agujero nunca visto en toda España, un cráter digno de un meteorito, socavado al lado de una población dependiente de la actividad minera.
A partir de aquel día, los ríos que la empresa había canalizado en un circuito para evitar su paso por la mina empezaron a verter en aquel vaso fenomenal, igual que el Eume, al que se le exigió una cuota en uno de los proyectos más singulares que haya vivido Galicia: la creación de un lago artificial que hiciera desaparecer para siempre la desoladora imagen de la mina agotada a cielo abierto. La aportación fluvial era clave en los plazos. Los modelos desarrollados por los técnicos calculaban casi cuatro décadas para rellenar el hueco solo con agua de lluvia y cuatro si se aprovechaba el caudal del Eume y sus deudores. Además, el llenado rápido garantizaba agua de calidad.
Había que ver aquello, que no cabía en una sola mirada, para dudar: más de doscientos metros de profundidad, cinco kilómetros y pico de punta a punta, lleno de agua... ¿en cuatro años? Parecía demasiado hasta para Galicia. «Yo creo que el 90 % del pueblo dudaba del proyecto», recuerda Avelino Lago, un prejubilado de Endesa. Pero el pasado día 18, 1.570 días después, cayó la gota que colmó el lago y el agua comenzó a rebosar hacia el Eume.
Endesa prepara una presentación en sociedad de su proyecto estrella para el mes que viene. El accidente geográfico que acompañará a las próximas generaciones de ponteses. Algunos, los más pequeños, ya no vieron la mina, solo subir el nivel del lago. En el colegio, el folleto de Endesa sobre el proceso de llenado es el libro más demandado entre los niños de preescolar, y la seguridad privada que controla el enorme recinto dedica buena parte de su tiempo a invitar a los curiosos a salir de las zonas valladas. El gigante, claro, ya no puede ocultarse, pero de momento tampoco puede tocarse y en el pueblo hay ganas de hacerlo.
La aparición de semejante masa hídrica, prácticamente de un día para otro en términos geográficos, debería regular en medio grado la temperatura del pueblo y, tal vez, añadir anualmente algún día más de niebla. Su futuro está lleno de posibilidades, aunque poco se sabe al respecto. El lago pasará a ser propiedad de Augas de Galicia. Pero en su diseño ya se contemplaron playas, una isla e incluso rompeolas. Así que es obvia su proyección como centro de ocio.
También se han estudiado las posibilidades energéticas de ese enorme embalse que estabiliza su temperatura interior en nueve grados. Ahora que ya ha nacido, el lago, el más grande de Galicia, tendrá que empezar a demostrar de qué es capaz.
Otras experiencias en la Europa interior han convertido a lagos mineros en focos turísticos. Claro que As Pontes está a tiro de piedra de playas fascinantes y el lago, se mire por donde se mire, está siempre dominado por el imponente perfil de la térmica: «Bueno, es como el pueblo de los Simpson», opina Avelino, el prejubilado: «También tiene su encanto».
Marisol Souto es, probablemente, una de las personas que más saben sobre el lago. Prejubilada de Endesa, hija y nieta de mineros («mi abuelo dejó el trabajo para que pudiera entrar mi padre»), ha asistido desde el minuto cero a todo el proceso. No solo eso. Como el estanquero de Brooklyn en Smoke, dispara fotos y fotos, casi a diario, del fascinante lago que ha brotado allí, como un milagro. Dice que tiene más de medio millón. Un tesoro: «A veces es gris; otras azul, otras turquesa, depende de la luz, pero el color es más bonito allí donde está sellado». Marisol se refiere a las partes que fueron protegidas con arcillas blancas para evitar que subiera la acidez del agua.
Avelino Souto también está prejubilado. Es otro de los que, en algún momento, pisó el fondo del lago cuando era un paisaje lunar atravesado por las formidables orugas que extraían el carbón: «A veces lo pienso y me pregunto cómo será ahora ese fondo». Paseando por el entorno del lago, Avelino y Marisol recuerdan la génesis de todo: «Yo entré a trabajar aquí en 1982 y ya entonces se hablaba de la posibilidad de un lago», evoca él. «Sí -añade Marisol-, pero no fue hasta el 2004 cuando se presentó el vídeo y el proyecto completo». La mina ya tenía fecha de cierre, el carbón se acababa y el gran lago caminaba hacia su indefectible nacimiento.
Avelino es pescador. Cree que sí, que pronto podrá pescar en el lago. El caudal que se ha ido transmitiendo hacia el hueco impedía el pase de especies, pero ha sido inevitable que se colaran huevos, larvas, pequeños peces que ya han iniciado la creación del ecosistema del lago. Hay patos, gaviotas y otras aves que sobrevuelan la superficie en busca de alimento. En realidad existen pocos espacios en Galicia de tan rica biodiversidad como el lago y la escombrera de As Pontes. Mimada y protegida de la caza durante años, la zona se ha ido convirtiendo en un vergel seguro en el que se han instalado todo tipo de especies durante los últimos años.
La escombrera define un extremo del lago, y la central, otro. «No nos estorba. Este pueblo es lo que es gracias a Endesa», apunta Avelino. La actividad de la mina y la central térmica no solo ha modificado la geografía comarcal; también su estructura social. Marisol habla de un compañero que comenta que le tocó la lotería cuando entró en la empresa y cuando se entregaron las ayudas que permitieron las prejubilaciones: «Dice que le tocó dos veces y a plazos, para no atragantarse».
Son muchos los prejubilados que se mueven por las calles de As Pontes, una villa atacada como todas por la crisis, pero donde la masa salarial mantiene unos niveles muy dignos: «Aquí se pagaba hasta el 70 % de la educación universitaria de los empleados y de sus hijos», recuerda Marisol, que se licenció en Geografía e Historia mientras trabajaba en la mina: «Y llegamos a tener el índice más alto de universitarios por habitante».
Lamentablemente, toda esa fuerza de trabajo tan bien cualificado se fue del pueblo a buscar mejores horizontes. También aquellos sueldos de escándalo que pagaban las empresas auxiliares. Pero al menos han quedado los trabajadores que vieron como se clausuraba la mina y, en su lugar, llegaban días de ocio mientras el hueco se iba llenando de agua.
Marisol y Avelino especulan con el futuro del lago, con sus posibilidades y con el momento tal vez poco propicio para construir un complejo de ocio: «No sabemos lo que se hará, pero aunque solo quedara para disfrute del pueblo, ya estaría bien», concluye Avelino junto a las formidables máquinas que flanquean uno de los extremos del lago, el más próximo a la central. Ante la salida de un rayo de sol, Marisol cede a la tentación de sacar su cámara del bolso y tomar alguna foto más. El lago es ya parte de su vida. Y de la de muchos otros ponteses.
Un lago es una lágrima de agua. Un descanso para la vista. Una oportunidad. As Pontes fue mina y ahora es lago. Galicia es verde y azul. Galicia es la Suiza española. Y Galicia ya tiene su lago Leman. Muchos dudaban del proyecto. El perfil de la térmica le da un punto que recuerda a los Simpsons. Pero más de cuatro años después el vaso inmenso de agua donde estaba el cráter de la mina agotada está listo para su presentación. Las imágenes son espectaculares. Pero las cifras lo son aún más. Lean. 547.000.000 metros cúbicos, solo superado en Galicia por el embalse de Belesar. 8,65 kilómetros cuadrados de superficie. Un perímetro de dieciocho kilómetros, un buen paseo. 206 metros de profundidad, que, según cálculos, del fondo a la superficie da para un edificio de setenta pisos. Dos islas, una de ellas será reserva ornitológica. La longitud es de cinco kilómetros. Y su anchura máxima, de 2,2. Todo apunta a que la salida será el ocio, una opción para una comarca que las necesita. Un lago es una sonrisa de agua, con el sol en el colo. Es el estanque dorado del hermoso filme que les dio dos Óscar crepusculares a Henry Fonda y a Katherine Hepburn. Hay que verlos: la película y el lago.