jueves, 2 de abril de 2015

Salmón del Danubio ¿especie en extinción?






El salmón del Danubio puede alcanzar el tamaño de una persona y vivir hasta 30 años. Pero el último lugar en que puede pescarse, en los Balcanes, está amenazado por la construcción de una represa.

"Es muy veloz, esbelto y elegante. Y es muy hermoso", dice Ulrich Eichelmann.

La descripción parece adecuada para un auto de carreras, pero de hecho, el director del grupo ambientalista Riverwatch se refiere a un pez: Hucho Hucho en latín, Huchen en alemán, más conocido como el salmón del Danubio porque antaño podía encontrarse en su cuenca.

Hoy, su principal refugio es en los Balcanes, en los ríos y arroyuelos que recorren las montañas y serpentean los valles entre Eslovenia y Montenegro.

"Nosotros los europeos nos indignamos con los problemas que enfrentan los últimos tigres salvajes en Asia y exigimos que se hagan esfuerzos por salvarlos", dice Eichelmann mientras atravesamos tierras pantanosas hasta llegar a las orillas del río Sava en Eslovenia.

"Pero parecemos ciegos ante la amenaza que sufre esta suerte de tigre nuestro: el salmón del Danubio".

Delante de él se encuentra un hombre con un balde blanco que camina con cautela entre copos de nieve que adornan el suelo de este bosque, que empieza a despertar tras el invierno.

En el balde lleva cinco criaturas de tonalidades plateadas y verde azulado. Tienen 3 años de edad y 40 centímetros de largo.

Se sacuden en su reducido espacio como adolescentes en una pista de baile. Presienten que su liberación es inminente.

"Este pez es un buen indicador de la salud de nuestros ríos", explica Steven Weiss, científico estadounidense radicado en Graz, Austria, y uno de los autores de un nuevo estudio que advierte que la construcción de nuevas represas podría acabar con muchos de los peces que habitan allí.

Estos necesitan mucho espacio, agua limpia que fluya con rapidez y un hábitat muy específico para reproducirse y mantener una población autosustentable.

Para el lanzamiento de la campaña destinada a salvarlos, ecologistas, en colaboración con la Asociación de Pescadores Eslovenos, trajeron unos salmones del Danubio para entretener a los periodistas.

Llegamos a la orilla rocosa. Despliegan una bandera que dice: "Salvemos al Sava". Y, en cuestión de minutos, liberan a los peces del balde.

Estos comienzan a moverse a toda velocidad por las aguas poco profundas que corren sobre un fondo pedregoso en dirección a unas cascadas cercanas.

La primera vez que supe de estos peces fue hace varios años en el jardín de Josef Fischer, cerca del Danubio, en la región de Wachau, en Austria.

Fischer es viticultor y pescador, y cría miles de estos peces al año en tanques distribuidos entre sus viñedos.

Hay un tanque para los que tienen pocos meses. Otros para los de uno, dos y tres años.

Lo miro mientras vacía parcialmente el tanque donde nada su preciado espécimen hembra. La lleva con delicadeza a un contendor azul. Está sedada.

Con sus grandes manos de agricultor acaricia varias veces todo el largo de su cuerpo, tratando de hacerla expulsar sus huevos.

Si lo logra, debe traer luego a un macho de otro tanque para fertilizarla.

Fischer tiene cerca de 10.000 peces. Cada año libera miles en el Danubio para repoblar el río con una especie noble que antes surcaba el río arriba y abajo.

Pero las represas hidroeléctricas que se construyeron mayormente en las décadas del 50 y 60 destruyeron los sitios de desove y convirtieron al río en una sucesión de lagos.

Más tarde, ya sin las galochas, nos sentamos a beber una copa de vino blanco y a mirar el sol de la tarde caer sobre las ruinas del castillo en el que el rey Ricardo de Inglaterra fuera una vez encarcelado.

"No he comido este pescado por 10 años", confiesa. "Los quiero demasiado".

En la ribera del río Sava, Weiss me explica cómo el salmón se reproduce en la naturaleza. La reina busca una sección del lecho del río que le gusta. Y el rey se acomoda al lado.

Juntos hace una danza. Barren los finos granos de arenilla para hacer un nido para depositar los huevos.

Mientras ella lo hace, él deposita sus semillas sobre estos que caen como una repentina nube submarina.

Cuando terminan, ella los cubre con una delgada capa de arena.

Un mes más tarde, emergen los pequeños peces. Las princesas y príncipes de los Balcanes.


Fuente: el-nacional.com

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