Una semana
después de que armadores, marineros, comercializadores y placeros lanzasen su
grito de socorro al Ministerio de Agricultura y Pesca para que contrarrestase
institucionalmente de forma contundente la campaña de desprestigio contra la
merluza, e indirectamente contra todo el pescado fresco, Madrid sigue guardando
silencio. Parece no haber nadie en los despachos que dirige Luis Planas. Y
sucede que, mientras tanto, el consumidor sigue comprando menos, para
desesperación de todo el sector, guiado por el pánico a ingerir anisakis tras la
recomendación lanzada a mediados de julio por las autoridades sanitarias de
ampliar de tres a cinco días el tiempo de congelación del pescado. La alarma
sigue activa. Los precios de la merluza en lonja no se recuperan, aunque ha
habido algunos días que sí han repuntado levemente, y las pescaderas se las ven
y se las desean para vender.
Lo dice de
forma irónica Ángela Barrán, placera en el mercado de San Agustín, en A Coruña:
«No sé a quién tengo que darle las gracias por cargarse la campaña de verano».
Denuncia que hasta sus clientes habituales, los más entendidos, se han
contagiado del miedo al anisakis. Se acercan temerosos, mirando de reojo no
solo a la merluza que expone Ángela en su puesto de Mariscos Dory, sino a todos
sus semejantes.
Las ventas
han bajado desde mediados de julio, cuando saltó la polémica, y todavía no se
han recuperado. Y, lo peor, aclara Barrán, es que el bache está contagiando a
todo el mercado, no solo a los puestos de pescado, porque se acercan menos
compradores. Ángela tiene merluza a la venta, pero ha tenido que ponerla casi
de saldo para conseguir venderla, y además compra menos cantidad en la lonja
para que no le sobre: «Hace un año, el kilo se cotizaba a 15 euros; ahora, a
10».
«No entiendo
qué ha pasado, el anisakis ha existido siempre, pero salvo que se coma el
pescado fresco crudo, no hay peligro», reivindica la vendedora coruñesa. Las
recomendaciones que lanzan las placeras a los clientes que se acercan a
preguntar son las de toda la vida: cocinar el pescado, y, si se quiere comer
crudo, congelarlo antes durante 72 horas y a -20 grados en un frigorífico
adecuado. Tres semanas después de que estallase la alarma social, totalmente
infundada y generada artificialmente a ojos del sector, tampoco levantan cabeza
armadores, marineros y las lonjas, donde se mantiene la depreciación del
pescado.
Fuente: La
Voz de Galicia
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