Es muy
probable que uno de cada dos salmones criados en piscifactoría haya perdido
gran parte del oído. Aunque los sentidos de los peces no suelen ser objeto de
consideración cuando estos están en el plato, actualmente los investigadores
saben que la sordera de los salmones de criadero se debe a una deformidad del
órgano auditivo causada por el crecimiento acelerado en la acuicultura.
El
descubrimiento, publicado en Journal of Experimental Biology, plantea serias
dudas sobre la calidad de vida de los animales y explica las bajas tasas de
supervivencia de los alevines de criadero en los programas de conservación.
Los
investigadores de la Universidad de Melbourne han examinado ejemplares de
salmón de piscifactorías de Noruega, Chile, Escocia, Canadá y Australia, y han
descubierto que la anomalía es general.
Tormey
Reimer, autora principal del estudio, afirma que cuando se pusieron a buscar la
causa de la malformación, descubrieron que los peces de crecimiento rápido
tenían tres veces más probabilidades de padecerla que los que crecían más
despacio, incluso a la misma edad.
"También
vimos que podíamos disminuir la incidencia reduciendo la velocidad de
crecimiento de los animales. Nunca hasta ahora se había obtenido un resultado
tan claro", concluye Tormey, posgraduada de la Escuela de Biociencias de
la Universidad de Melbourne.
La
alteración biológica, explica la investigadora, se produce en los otolitos,
unos cristales minúsculos situados en el oído interno del pez que detectan el
sonido de manera parecida a como lo hacen los huesos del oído humano. En
consecuencia, incluso los cambios pequeños pueden provocar grandes problemas de
audición. Tormey explica que los otolitos normales son de un mineral denominado
aragonito; en cambio, los afectados por la anomalía están formados en parte por
vaterita, que es mayor, más ligera y menos estable. El equipo demostró que los
peces que sufren esta alteración pueden perder hasta el 50% de la audición.
Los otolitos
se han utilizado durante décadas para determinar la edad de los peces y su
historia vital, pero como, en los peces de cría, ambas variables siempre son
conocidas, no ha habido ningún motivo para examinarlos.
La
malformación se registró por primera vez en la década de 1960, pero el equipo
australiano fue el primero en mostrar en 2016 que afecta a más del 95% de los
peces de criadero adultos producidos en el mundo.
Tim
Dempster, profesor adjunto de la misma universidad y coautor del estudio,
afirma que la alteración es irreversible, y que sus efectos se agravan con la
edad.
"Estos
resultados plantean serias dudas sobre la calidad de vida de los peces de
piscifactoría. En muchos países, las prácticas de cría tienen que garantizar
las cinco libertades", que son que los animales no pasen hambre ni
sed, que no experimenten malestar, que no sufran dolor, heridas o enfermedades,
que puedan tener un comportamiento (casi) normal, y que sientan miedo y
angustia", explica el científico.
El problema
es que el salmón de piscifactoría lleva una vida muy diferente de la del salmón
salvaje.
Generaciones
de cría selectiva han creado peces genéticamente diferentes de sus ancestros
salvajes. El pienso con que se alimenta a los peces de vivero no es lo mismo
que una dieta salvaje, y como los peces solamente comen y crecen durante el
día, muchas piscifactorías los exponen a una luz intensa durante las 24 horas.
El equipo de
investigadores descubrió que, al parecer, la presencia de la vaterita se debe a
una combinación de genética, dieta y exposición prolongada a la luz. Sin
embargo, había un factor que conectaba todos los demás: la tasa de crecimiento.
Dempser
denuncia que producir animales con malformaciones quebranta dos de las
libertades: la de no padecer enfermedades y la de tener un comportamiento
normal. "Sin embargo, las piscifactorías son entornos ruidosos, así que
algo de pérdida auditiva puede reducir el estrés en los criaderos y las jaulas
marinas", añade. Ahora bien, la malformación podría explicar también por
qué algunos métodos de conservación no son demasiado eficaces.
Entre la
destrucción de los hábitats y la pesca excesiva, en muchas zonas el salmón
salvaje es cada vez más escaso. Uno de los procedimientos para aumentar las
poblaciones es liberar millones de alevines de cría en los ríos de desove. Los
alevines de vivero suelen ser de mayor tamaño que los salvajes a su misma edad,
y en teoría deberían tener más probabilidades de sobrevivir.
Sin embargo,
su tasa real de supervivencia es entre 10 y 20 veces inferior a la del salmón
salvaje. En libertad, los peces seguramente utilizan el oído para detectar sus
presas y evitar a los depredadores, y en el caso de las especies migratorias
como el salmón, puede ayudarles a encontrar el camino de vuelta al arroyo de
origen para criar.
Steve
Swearer, otro de los académicos coautores del estudio, explica que el siguiente
paso será determinar si la vaterita afecta a la tasa de supervivencia de los
peces de criadero liberados.
"Poblar
los ríos con peces con deficiencias auditivas puede ser tirar dinero y recursos
por la borda", opina Swearer. Reymer sostiene que, si bien la formación de
vaterita es irreversible una vez ha empezado, la clave para controlarla es la
prevención. "Es posible que la investigación futura descubra maneras de
evitar la malformación sin que esto afecte a la tasa de crecimiento",
vaticina.
"Nuestros
resultados nos permiten esperar que haya una solución. La estrecha relación con
la tasa de crecimiento significa que la dirección de la piscifactoría puede
controlar la prevalencia de la alteración del otolito. Producir peces de
crecimiento más lento para dejarlos en libertad podría aumentar a largo plazo
sus probabilidades de sobrevivir".
Nerissa
Hannink trabaja en la Universidad de Melbourne.
Fuente: elpais.com
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