jueves, 28 de junio de 2018

«¡Canta ilusión me fai a min coller o primeiro salmón do Lérez!»





La felicidad tiene a veces forma de salmón. Si no se lo creen busquen al pontevedrés José Maquieira y pregúntenle. Porque él, ayer, tras pescar el campanu del Lérez, el primer salmón de la temporada, era un hombre con una sonrisa de oreja a oreja y aparentaba feliz y contento. Se le encontraba sobre las tres de la tarde todavía a pie de río, algo nervioso, esperando a que el guardapesca llegase para pesar la captura. Aunque él ya había hecho sus números y había calculado bien. «Botará unos catro kilos e pico», indicaba. Y la báscula confirmó luego que el ejemplar era de 4,3 kilogramos. A José la emoción se le veía en la cara y le salía por la boca: «¡Canta ilusión me fai a min coller o primeiro salmón do Lérez!.



José Maquieira no es un pescador anónimo. «Eu vivo disto», decía él ayer. No en vano, regenta una tienda del sector pesquero en Pontevedra. Además, al igual que toda su familia, mamó la pesca desde pequeño y es un aficionado «de toda la vida». Pese a su veteranía, tenía clavada la espinita de no haber capturado nunca el primer salmón de la temporada en las aguas del Lérez. Y tampoco pensó estrenarse este año, ya que la veda se abrió el 1 y a él no le tocó salir al río hasta ayer -va por sorteo, pescan cinco personas al día-. Sin embargo, como señalaba el guardapesca, «chegou e bicou o santo». No en vano, tiró la caña sobre la una de la tarde y a las dos y media ya tenía su ejemplar a buen recaudo. «Tiven que esperar a pechar a tenda, e mira ti... en que pouco tempo apareceu o salmón», decía sin acabar de creérselo.



José, buen conocedor del exquisito sabor de los salmones del Lérez, no preveía darse un banquete inmediato. «Haberá que conxelalo e buscar unha boa data para comelo», indicaba mirando hacia la pieza. Contaba también que parece que este año las cosas estarán difíciles en cuanto al salmón en el Lérez, pero el guardapesca le tranquilizaba: «Soen entrar en xuño, hai que esperar a ver que pasa». Luego tocó ponerse a la tarea y que el campanu pasase por el pertinente reconocimiento de altura y peso. La conclusión de pescador y guarda fue clara, contundente y bien gallega. Ambos observaron lo que daba la báscula, se miraron y sentenciaron: «É bo», dijo uno. «Non ten dúbida», contestó el otro.


Fuente: La Voz de Galicia

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