La felicidad
tiene a veces forma de salmón. Si no se lo creen busquen al pontevedrés José
Maquieira y pregúntenle. Porque él, ayer, tras pescar el campanu del Lérez, el
primer salmón de la temporada, era un hombre con una sonrisa de oreja a oreja y
aparentaba feliz y contento. Se le encontraba sobre las tres de la tarde
todavía a pie de río, algo nervioso, esperando a que el guardapesca llegase
para pesar la captura. Aunque él ya había hecho sus números y había calculado
bien. «Botará unos catro kilos e pico», indicaba. Y la báscula confirmó luego
que el ejemplar era de 4,3 kilogramos. A José la emoción se le veía en la cara
y le salía por la boca: «¡Canta ilusión me fai a min coller o primeiro salmón
do Lérez!.
José
Maquieira no es un pescador anónimo. «Eu vivo disto», decía él ayer. No en
vano, regenta una tienda del sector pesquero en Pontevedra. Además, al igual
que toda su familia, mamó la pesca desde pequeño y es un aficionado «de toda la
vida». Pese a su veteranía, tenía clavada la espinita de no haber capturado
nunca el primer salmón de la temporada en las aguas del Lérez. Y tampoco pensó
estrenarse este año, ya que la veda se abrió el 1 y a él no le tocó salir al
río hasta ayer -va por sorteo, pescan cinco personas al día-. Sin embargo, como
señalaba el guardapesca, «chegou e bicou o santo». No en vano, tiró la caña
sobre la una de la tarde y a las dos y media ya tenía su ejemplar a buen
recaudo. «Tiven que esperar a pechar a tenda, e mira ti... en que pouco tempo
apareceu o salmón», decía sin acabar de creérselo.
José, buen
conocedor del exquisito sabor de los salmones del Lérez, no preveía darse un
banquete inmediato. «Haberá que conxelalo e buscar unha boa data para comelo»,
indicaba mirando hacia la pieza. Contaba también que parece que este año las
cosas estarán difíciles en cuanto al salmón en el Lérez, pero el guardapesca le
tranquilizaba: «Soen entrar en xuño, hai que esperar a ver que pasa». Luego
tocó ponerse a la tarea y que el campanu pasase por el pertinente
reconocimiento de altura y peso. La conclusión de pescador y guarda fue clara,
contundente y bien gallega. Ambos observaron lo que daba la báscula, se miraron
y sentenciaron: «É bo», dijo uno. «Non ten dúbida», contestó el otro.
Fuente: La
Voz de Galicia
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