Luis Miramontes lo tiene claro. Él fue de los afortunados que «mojó» hace una semana en el 35.º Concurso Internacional de Pesca do Salmón, en A Estrada. Y si a él le tocó la lotería con un pez de casi cinco kilos, a Juan Carlos Míguez, que consiguió una pieza de 9 kilos, le cayó el gordo. «Yo empecé a pescar salmón -asegura Miramontes- hace tan solo siete años; siempre fui pescador de truchas y lubinas, pero la del salmón es diferente, es el rey de los peces. Yo he cogido robalizas grandes y no hay comparación». Además de la gran fuerza que desarrolla el salmón en la pelea, está la particularidad del medio. «En el río, al contrario que en el mar, no es fácil sacar un pez así. Existen corrientes que el salmón aprovecha y vegetación que dificulta su pesca», dice.
El esfuerzo que realizó el salmón para ir a los mares del Norte y regresar a su nacimiento en el Ulla fue titánico, pero pescadores como Miramontes también deben trabajárselo para acudir a la cita con estos atletas del río. «Te apuntas y vas a un sorteo de permisos donde cada vez hay más gente. Las cuotas de capturas son muy limitadas y las restricciones aumentan. Pescar en Ximonde es una suerte impresionante porque en diez días salen los 25 autorizados. Para cuando hice mi lance ya iban 11», argumenta este estradense que también frecuenta cada temporada los cotos del Eo y del Lérez, o los del Cares y Narcea en Asturias, donde monta cucharilla y cebo. «Los asturianos, al contrario que en Galicia, mantienen algún tramo libre para el salmón. Puedes ir dos días a la semana y, si hay un número limitado de capturas para el río, da igual que se pesque en el acotado que en el libre», opina. Aunque piensa seguir disfrutando de las posturas del Ulla en lugares como Cubelas o Venezuela, o en Louredal, en el Eo, que ahora es sin muerte y para el que en breve será obligatorio montar un solo anzuelo simple.
En su opinión, el Ulla no tenía nada que envidiarles a los ríos asturianos -donde los conservan bien porque, además, atrae un turismo que se deja mucho dinero-, pero presas como la de Portodemouros fueron un mazazo. «Ahora el coto de Sinde es el primer sitio donde paran los salmones, pues en Couso, que también era muy bueno, desde que abrieron la escala de remonte, hace cinco años que no se pescan. Suben como cohetes». El que sacó en Ximonde era uno de los dos marcados como de repoblación. Los 18 restantes de la temporada eran totalmente salvajes. En su opinión, los esfuerzos de la Xunta para recuperar el salmón son efectivos aunque cree que debió atajarse antes el declive.
Miguel Ángel Calvo, que lleva varios años quedando segundo en el concurso del Ulla, destaca lo impredecible de esta pesca, y la satisfacción de una buena pieza, en un mundo como la pesca donde las bocas suelen llenarse de exageraciones. «Moitos pescadores levaban toda a mañá intentándoo alí e, cando faltaban dez minutos para rematar a manga, cheguei e conseguín que picara, e sacalo», dice.
Calvo reconoce que «a do salmón é unha pesca bastante obsesiva, poden pasar horas sen unha picada e cando menos o esperas, come. Se non hai tramos libres se cadra é porque habería xente disposta pasar todo o día no río». Se dice que el salmón no se alimenta en el río pero no lo ve tan claro, pues entra al cebo natural. Quizá la cucharilla que muerde es la que lo molesta mucho. En el plato, el salmón salvaje tiene un sabor distinto y posee mucha menos grasa que el de piscifactoría.
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