sábado, 14 de mayo de 2011

La suerte del neófito

(Experiencias de un redactor de la Voz de Galicia en su primer día de pesca)

Pescar es de pacientes. Abierta la veda, una competición contra las esquivas truchas y el cansancio mental. ¿Qué otra conclusión puede sacar un neófito? El ansia es mala consejera en las riberas, y más cuando se tiene la suerte de llegar, tantear, y tras un par de lances, sacar del agua un ejemplar de un kilo y 50 gramos de peso. Uno se las promete muy felices, cuando el éxito aparece a la primera. Claro que según transcurre la mañana, le da por pensar que mordió el anzuelo una pobre despistada.

Comenzada la temporada, el redactor quiso probar suerte y sentirse un aficionado más. Con todo a la carta: una pequeña caña telescópica, carrete, sedal y cucharilla. Su afán, lanzar y recoger el peligroso cebo dorado (a veces más para el inexperto, que tuvo que mostrar sus dotes desenredadoras). El lugar elegido, Seixón, en el domesticado Miño aguas abajo de Portomarín. Al lado, un veterano en estas lides, y que aún escogía el sitio cuando a su compañero le dio por sacar del agua el gran pez. ¡El primero sería el único!

Había probado un par de lanzamientos, mientras trataba de mantener la estabilidad con las botas en el barro. ¿Cuan lejos podría llegar? En la primera recogida, algo tropezó con el arte. ¿Una trucha? Segunda recogida: de nuevo el mismo freno. A la memoria regresaban imágenes de la niñez, cuando con una sencilla caña, ahogando a una miñoca, la boya se hundía repetidas veces, señal inequívoca de que había que sacar con rapidez: mordieron el anzuelo. Así, a la tercera, el poderoso animal tragó y mostró toda su resistencia a abandonar el líquido elemento.


No hay comentarios:

Publicar un comentario