A de Lola
dejó hace un año de vender pulpo. «Estaba muy caro y hasta me daba apuro cobrar
casi 50 euros por una pieza de dos kilos y pico», comenta María Abuín,
propietaria de un ultramarinos en Boiro. En frente, cruzando la carretera,
sobre la mesa de un concurrido restaurante, una etiqueta adhesiva actualizando
el precio de la ración desluce las flamantes cartas nuevas. No ha quedado otra
que remendarlas para hacer frente a la escalada de un producto que su gerente
adquiere en la lonja de Ribeira. Tiene la ración a 17 euros; a 18 si se le
ordena a la plancha. El año pasado, más o menos por estas fechas, se pagaba a
13.
Dejando
aparte el oasis de la provincia de Ourense -donde el precio ha subido, pero ni
por asomo en la medida que lo ha hecho en el resto de Galicia, pues se vende
como mucho a 10 lo que antes valía 8 u 8,50-, la horquilla de precios que el
verano pasado se movía entre los 10 y 13 euros rozando los 14, se ha desplazado
en la hostelería a los 13 y 18, cuando no 19. Y no solo en Sanxenxo, meca del
turismo. También en Barbanza e, incluso, O Cebreiro, que ya recibe con pulpo a
los peregrinos.
Porque
avidez y demanda sigue habiendo. Que se lo digan a José Manuel Rosas, patrón
mayor de Bueu, que anteayer quiso ponerle colofón a la fiesta del Carmen con
una ración de pulpo y en el local al que fueron «xa non quedaba». Lo mismo
ocurrió ayer en la pescadería de un supermercado de la zona coruñesa de
Panaderas, que a las 11.30 ya habían despachado todo el pulpo del expositor.
«Acabó la veda y la gente tiene ganas de él». Tantas que no le importó que
estuviese a 15,95 euros el kilo el de tamaño más pequeño, entorno a kilo y
medio, «no quiero imaginar a cómo puede estar el de más de dos», decía la
pescadera. Allí no lo dispensaban. Sí lo había en el arcón de enfrente al
mostrador de fresco. Un pulpo de 3,195 kilos, con el sello de la compañía
viguesa interproveedora de cefalópodos para esa cadena, con la etiqueta de
54,16 euros, a razón de 16,95 euros el kilo. Procede del Atlántico central -no
especifica si de Marruecos, Mauritania o Senegal-. No lleva alarma antirrobo,
pero porque nada en ese supermercado lo tiene. De ser en otro rival que guarda
en vitrinas con llave desde la pasta de dientes hasta la ventresca de bonito,
sin duda la tendría.
La subida
del precio del pulpo viene cociéndose desde hace cuatro o cinco años, al calor
de la caída de capturas en Marruecos y Mauritania, principales proveedores de
pulpeiras y hosteleros; un aumento de la demanda interna alentada por el
turismo; la incorporación de nuevos países a la cartera de clientes, como
Francia, Alemania, Polonia y Corea, con EE. UU. a la cabeza; la apertura del
grifo del crédito a las empresas, que pudieron comprar más; y, sobre todo, las
modas, que han puesto pulpeiras y pulpadas en el in.
Y todo esto
ha tenido su reflejo en la cotización del pulpo gallego. Porque por más que
pese admitirlo, no es Galicia la que lleva la batuta en el mercado del
cefalópodo: «Desgraciadamente son Marrocos e Mauritania os que marcan o prezo»,
señala José Manuel Rosas. Lo que se está pagando por kilo este año se mueve en
medias inéditas. A estas alturas roza los 11 euros, más del doble del pecio que
llevaba hace cinco años, cuando no se ofrecían más de 4 o 5 euros por kilo. Con
todo, no está en sus máximos, señala Rosas, que hace hincapié en que ha bajado
casi un euro por kilo en las piezas grandes y 80 céntimos en las pequeñas con
respecto a antes de la veda, a mediados de mayo.
Ni que decir
tiene que los naseiros están contentos con las cotizaciones del pulpo. Pero el
éxito tiene una cara B. Y esa es la escasez. A los profesionales les resulta
muy difícil reunir el tope, de 30 kilos por tripulante y día, a lo que hay que
sumar otros 30 diarios por barco. «Eu non auguro unha boa campaña», avanzó el
patrón mayor de Bueu con el aval de quien lleva «anos neste mundiño». Y ve que
«hai moita cría, pero ten que medrar e nunca o vai facer toda xunta». Por eso,
en cuanto se acaben los que dan la talla, va a ser más difícil reunir el cupo.
Eso permite
inducir nuevas subidas, por más que Rosas sea de la opinión de que «todo ten un
teito» y se sorprenda con que «ás veces vala máis que a cigala». Cierto que en
la lonja son más a pujar. Hay nuevos compradores, a los que se exige, eso sí,
que se adapten a lo que hay.
Fuente: La
Voz de Galicia
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