miércoles, 18 de julio de 2018

El pulpo gallego se paga hoy en lonja a más del doble que hace cinco años





A de Lola dejó hace un año de vender pulpo. «Estaba muy caro y hasta me daba apuro cobrar casi 50 euros por una pieza de dos kilos y pico», comenta María Abuín, propietaria de un ultramarinos en Boiro. En frente, cruzando la carretera, sobre la mesa de un concurrido restaurante, una etiqueta adhesiva actualizando el precio de la ración desluce las flamantes cartas nuevas. No ha quedado otra que remendarlas para hacer frente a la escalada de un producto que su gerente adquiere en la lonja de Ribeira. Tiene la ración a 17 euros; a 18 si se le ordena a la plancha. El año pasado, más o menos por estas fechas, se pagaba a 13.

Dejando aparte el oasis de la provincia de Ourense -donde el precio ha subido, pero ni por asomo en la medida que lo ha hecho en el resto de Galicia, pues se vende como mucho a 10 lo que antes valía 8 u 8,50-, la horquilla de precios que el verano pasado se movía entre los 10 y 13 euros rozando los 14, se ha desplazado en la hostelería a los 13 y 18, cuando no 19. Y no solo en Sanxenxo, meca del turismo. También en Barbanza e, incluso, O Cebreiro, que ya recibe con pulpo a los peregrinos. 

Porque avidez y demanda sigue habiendo. Que se lo digan a José Manuel Rosas, patrón mayor de Bueu, que anteayer quiso ponerle colofón a la fiesta del Carmen con una ración de pulpo y en el local al que fueron «xa non quedaba». Lo mismo ocurrió ayer en la pescadería de un supermercado de la zona coruñesa de Panaderas, que a las 11.30 ya habían despachado todo el pulpo del expositor. «Acabó la veda y la gente tiene ganas de él». Tantas que no le importó que estuviese a 15,95 euros el kilo el de tamaño más pequeño, entorno a kilo y medio, «no quiero imaginar a cómo puede estar el de más de dos», decía la pescadera. Allí no lo dispensaban. Sí lo había en el arcón de enfrente al mostrador de fresco. Un pulpo de 3,195 kilos, con el sello de la compañía viguesa interproveedora de cefalópodos para esa cadena, con la etiqueta de 54,16 euros, a razón de 16,95 euros el kilo. Procede del Atlántico central -no especifica si de Marruecos, Mauritania o Senegal-. No lleva alarma antirrobo, pero porque nada en ese supermercado lo tiene. De ser en otro rival que guarda en vitrinas con llave desde la pasta de dientes hasta la ventresca de bonito, sin duda la tendría. 




La subida del precio del pulpo viene cociéndose desde hace cuatro o cinco años, al calor de la caída de capturas en Marruecos y Mauritania, principales proveedores de pulpeiras y hosteleros; un aumento de la demanda interna alentada por el turismo; la incorporación de nuevos países a la cartera de clientes, como Francia, Alemania, Polonia y Corea, con EE. UU. a la cabeza; la apertura del grifo del crédito a las empresas, que pudieron comprar más; y, sobre todo, las modas, que han puesto pulpeiras y pulpadas en el in. 

Y todo esto ha tenido su reflejo en la cotización del pulpo gallego. Porque por más que pese admitirlo, no es Galicia la que lleva la batuta en el mercado del cefalópodo: «Desgraciadamente son Marrocos e Mauritania os que marcan o prezo», señala José Manuel Rosas. Lo que se está pagando por kilo este año se mueve en medias inéditas. A estas alturas roza los 11 euros, más del doble del pecio que llevaba hace cinco años, cuando no se ofrecían más de 4 o 5 euros por kilo. Con todo, no está en sus máximos, señala Rosas, que hace hincapié en que ha bajado casi un euro por kilo en las piezas grandes y 80 céntimos en las pequeñas con respecto a antes de la veda, a mediados de mayo.

Ni que decir tiene que los naseiros están contentos con las cotizaciones del pulpo. Pero el éxito tiene una cara B. Y esa es la escasez. A los profesionales les resulta muy difícil reunir el tope, de 30 kilos por tripulante y día, a lo que hay que sumar otros 30 diarios por barco. «Eu non auguro unha boa campaña», avanzó el patrón mayor de Bueu con el aval de quien lleva «anos neste mundiño». Y ve que «hai moita cría, pero ten que medrar e nunca o vai facer toda xunta». Por eso, en cuanto se acaben los que dan la talla, va a ser más difícil reunir el cupo. 

Eso permite inducir nuevas subidas, por más que Rosas sea de la opinión de que «todo ten un teito» y se sorprenda con que «ás veces vala máis que a cigala». Cierto que en la lonja son más a pujar. Hay nuevos compradores, a los que se exige, eso sí, que se adapten a lo que hay.



Fuente: La Voz de Galicia

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