Galicia comenzó a despertarse de su letargo de competitividad gracias a la industria relacionada con la construcción de barcos, la pesca y la manufactura de los productos del mar. Los dos primeros eran "trabajos de hombres", pero las mujeres no se quedaban en casa. Desde hace generaciones, las arousanas pisaron fuerte en otros trabajos del mar supuestamente menos específicos pero que, irónicamente, las han convertido en pioneras del empleo femenino y han logrado transformar el sector del mar con sus reivindicaciones. Son las conserveras, las pescantinas y las mariscadoras.
Las crónicas que relataban el modo de vida en la ría de Arousa hace más de un siglo, ya hablaban de las mujeres del mar, féminas que no se quedaban en casa esperando a que sus maridos regresasen de puertos lejanos, sino que trabajaban extrayendo marisco, manufacturando los productos del mar y vendiéndolos posteriormente.
Sus manos contribuyeron a dar forma a la sociedad arousana y dos siglos después, las mujeres no han abandonado estos sectores, pero sí han conseguido transformarlos, obteniendo derechos que les eran ajenos y adaptándose a la vida moderna.
Es el caso de Patricia Beloso, carrilexa que forma parte de la agrupación de mariscadoras de a pie. Ella lleva siete años dedicada a este oficio, después de haber ejercido como dependienta de comercio. Ahora sufre, como sus compañeras, la difícil situación de haber visto como el 90% del marisco se les ha muerto con la riada.
"Tenemos que empezar a limpiar las zonas de marisqueo y a ver si nos conceden el paro de actividad que solicitamos. El año pasado sembramos mucha cría y no la habíamos recogido todavía porque no daba la talla. El mar es nuestro medio de vida, es un palo muy grande", relata.
Pero Patricia prefiere el mar al comercio. "Lo elijo sin pensarlo. Es un trabajo mucho más libre. Es duro, pero gratificante y llevo bien tener que madrugar. Cuando la gente empieza a hacer vida yo ya he terminado de trabajar", asegura. "Tienes más margen para hacer lo que quieras".
Patricia Beloso reconoce que cuando comenzó a mariscar las cosas eran ya muy diferentes a antaño. "Llevo unos días de baja por un problema en la cadera. Este derecho ha sido un logro importantísimo que antes no teníamos. También ha sido muy positivo que las mujeres creasen las agrupaciones para trabajar juntas".
Peregrina Abad vende pescado en la plaza de abastos de Vilagarcía desde hace 31 años. Empezó acompañando a su madre con 16. "Este trabajo me gustó más de lo que me gusta ahora. Sales de casa a las tres de la mañana para comprar el pescado en la lonja de Vigo, recoges el puesto a las dos o tres de la tarde. Son muchas horas y los días fuertes son más bien pocos", asegura esta vecina de A Torre que opina que "el pescado de calidad se ha convertido en un producto de lujo".
Según Peregrina, "estos últimos meses, sobre todo por el mal tiempo, han sido los peores. Pero debo decir que siempre me ha gustado este trabajo. Llevo en él desde que acabé el colegio, pero está tan flojo que a veces pierdes las ganas de levantarte".
La vilagarciana rompe los clichés sobre "peixeiras". "La mayoría somos jóvenes. Yo soy un poco rara, a veces me pinto el pelo de lila y lo llevo corto. Ya no hay señoras de pañuelo y mandil. Todo el mundo usa bata blanca. En este trabajo te manchas, no puedes arreglarte mucho, pero trabajamos de cara al público. Yo me maquillo para venir a la plaza".
Peregrina Abad trabaja casi doce horas al día, pero también se ocupa de su casa. Madre de dos hijas de 28 y 22 años, es muy clara cuando habla de las tareas del hogar. "Mi marido hace lo que puede por las mañanas, el resto del día me encargo yo. Él trabaja conmigo en la plaza y me ayuda allí con todo. En casa siempre he hecho yo el trabajo. No a todos los hombres les gustan esas tareas o tienen disposición. Yo lo hago todo a mi manera y lo tengo de mi mano. Cuando eran pequeñas, mis hijas también me ayudaban". Peregrina afirma que "lo llevo bien. Me organizo y a veces me da tiempo a dar un paseo. Y si no, no me agobio".
Peregrina admite que "si pudiera habría dedicado más tiempo a estar con mis hijas, pero me gusta mi trabajo y el trato con la gente, aunque soy tímida me gusta hablar".
La carrilexa Patricia Beloso, casada y con dos hijas de 15 y 9 años se anima menos a hablar de las tareas del hogar. "Depende. Mi marido y yo vamos haciendo una parte cada uno. Los dos trabajamos, con la diferencia de que en mi caso no gano un sueldo fijo, sino que depende del marisco que extraiga. Pero ser mariscadora te permite disponer de mucho tiempo para ti".
El estereotipo clásico de mariscadora es el de una mujer mayor con botas de faena y un atuendo poco cuidado. Patricia Beloso asegura que la mayoría son jóvenes y cada vez hay más hombres en el oficio, que antes era marcadamente femenino -los hombres se dedicaban al raño-. Fuera del trabajo, Patricia se convierte en una chica normal. "Claro que puedes arreglarte perfectamente. Si trabajas en una fábrica no andas con esa ropa todo el día. Nosotras hacemos lo mismo. Arreglarse es un tema personal y en mi caso yo sí que lo hago".
Por su parte, Peregrina Abad dice que "intento estar lo mejor posible. Este trabajo es como el de un comercio, solo que te manchas y hueles a pescado", puntualiza.
Fuente: Faro de Vigo
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