La Costa da Morte recibe tan tétrica denominación por la cantidad de víctimas, sobre todo producidas en buques de pasaje. Es entre la playa de Baldaio, en Carballo, y la isla de Sálvora, en Ribeira, donde se sitúan los grandes naufragios que han hecho famoso a este tramo de costa. El Solway, perdido en 1843 en los Baldaios, con 35 fallecidos, marca el límite geográfico y temporal más al norte y más antiguo de las grandes desgracias en buques de pasaje. El Santa Isabel, con 213 fallecidos, establece el límite sur en la isla de Sálvora y la fecha más reciente en el año 1921. Por en medio quedan numerosas desgracias con centenares de fallecidos.
El vapor Larache era un feeder, un buque que recogía o depositaba en los puertos del Atlántico pasajeros de la línea de Sudamérica que embarcaban o arribaban a Cádiz en los grandes correos trasatlánticos que comunicaban con América. Pertenecía a la Compañía Trasatlántica Española que lo había adquirido en 1888. Era ya entonces un barco viejo, con 36 años sobre sus cuadernas. Procedía de Vigo y Ribeira, con carga general y pasajeros procedentes de la línea del Mar del Plata (Argentina). A bordo viajaba un práctico, por lo que en su momento resultó extraño que fuera a embestir contra un bajo tan bien conocido como el de la Ximiela, el mismo donde se perdió el crucero español Cardenal Cisneros en 1905.
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Conocimiento de embarque de pasaje en el vapor José Baró en 1898 |
Corría el año 1908. Una voz de alarma recorrió la parroquia Muradán de Louro como un rayo.
- Hay un barco embarrancado en Ximiela-
Docenas de vecinos corrieron hasta el faro de Monte Louro para tratar de ver lo que pasaba.
Tan solo los primeros en llegar pudieron ver allí en el horizonte al oeste y entre la bruma, la silueta de un gran navío que se hundía entre las olas y la espuma.
Los que llegaron más tarde, solo pudieron escuchar de las bocas de los primeros, el relato de como el barco a eso de las cuatro de la tarde se hundía entre toques de bocina y mantos de espuma. Algunos que eran marineros contaban que el barco parecía haber tocado en el bajo de Ximiela, y allí se dirigían las miradas de todos para procurar ver algún bote que pudiese llevar algún superviviente, pero tan solo se veían unas pocas velas de unos balandros que parecían estar acercándose al lugar de la tragedia.
Era el día de San Juan, el 24 de junio de 1908, y lo que pudieron ver los vecinos de Louro desde el faro, fue el embarrancamiento y posterior hundimiento del Vapor correo Larache en Ximiela, que se llevó con él para el fondo marino las vidas de 91 personas entre pasajeros y tripulantes.
El Larache era un correo mixto de carga y pasaje con bandera española. Era uno de esos buques que por aquellos años se denominaban lanzaderas, pues solía hacer la ruta desde el Norte de la península hasta Cádiz, con emigrantes que se dirigían al puerto andaluz con la finalidad de embarcar en algún gran transatlántico que los llevase a intentar hacer fortuna en el nuevo mundo.
Fuera construido en el año 1872 con el nombre de José Baró, tenía 80 metros de eslora y 7 de manga y pertenecía a la Compañía Transatlántica Española.
Poseía el Larache 22 camarotes de primera clase, 10 de segunda y 310 de tercera. En su último viaje tan solo levaba 151 personas a bordo, 106 de pasaje y 45 de tripulación.
Hacía la ruta entre Vigo y A Coruña e inexplicablemente fue a chocar en los bajíos de Ximiela que están a poco mas de 3 millas de Monte Louro en la situación L-42º 44’ 123 N y l- 009º 09’ 888 W.
Quedará para siempre como una incógnita el por qué el Larache se alejó de su natural derrota que lo llevaría bien lejos de los bajíos, teniendo a bordo además de su capitán, el práctico de Santa Uxía, el Sr. Manuel Pérez , que se supone era un buen conocedor de esta parte de la costa.
EL hundimiento fue tan rápido, que no tuvo tiempo material su tripulación de arriar los botes salvavidas, por lo que tan solo se pudieron salvar 65 personas, todas recogidas por los botes y balandros que se encontraban en las inmediaciones, muriendo ahogadas las 91 restantes.
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Carta náutica de los famosos bajos de los Meixidos, frente a Muros |
Tras el choque, el buque se hundió casi inmediatamente, dando tiempo a largar un único bote donde embarcaron 10 hombres de la tripulación. Ocho minutos después del choque el barco reposaba a 21 metros de profundidad y de él solo afloraban el tope de sus palos.
Como siempre, los marineros de la zona, además de la población de los puertos inmediato, estuvieron a la altura de las circunstancias rescatando numerosas víctimas. De 156 personas, solo sobrevivieron 65, todas ellas rescatadas del agua aferrados a los restos del naufragio, la mayoría desnudos y al borde de la hipotermia. Los relatos de los supervivientes hacen referencia a la escasez de medios de salvamento y al mal estado de los mismos. El capitán pereció en el naufragio, no así el práctico, que logró ponerse a salvo. Este hombre tuvo que huir a Muros buscando refugio, pues los supervivientes del naufragio lo culparon de la pérdida del buque y pretendieron lincharle.
El vapor Larache se hundió de proa, elevando la hélice al aire. La mayoría del pasaje se hallaba en cubierta cuando el buque se sumergió. Uno de los pasajeros de tercera se hundió abrazado da sus cuatro hijos que levaba consigo.
El vapor Weller de Rouzas, con el ayudante de Marina, el teniente de Carabineros, el administrador de la Aduana y el médico municipal, se desplazó a las siete de la tarde del día siguiente al lugar del suceso, no encontrando superviviente alguno.
El señor Díaz Moreu en sesión del congreso del 25 de Junio, preguntó si el gobierno tenía noticias más amplias del naufragio.
El ministro de Fomento contestó que no se tenían más noticias que las ya publicadas por la prensa; pero de todos modos aseguró que el accidente no tenía la importancia que en un principio se supuso.
Sin embargo, el ministro de la Gobernación, en sesión de Consejo de Ministros dijo que había dado cuenta a sus compañeros de las noticias oficiales referentes al naufragio dando al hecho todos los caracteres de una catástrofe.
En Madrid, en la sesión del congreso del 31 de Agosto, Gumersindo de Azcárate, del Partido Reformista, saca relucir el naufragio del Larache. Así sucedió la jornada de sesiones:
El señor Azcárate solicita que se traigan a la Cámara documentos relacionados con el expediente originado por el naufragio del Larache y se verá así si cabe exigir responsabilidad a la Compañía Trasatlántica por la falta de condiciones marineras del buque.
El ministro de Fomento contesta que: “Puedo anticipar al señor Azcárate que el Larache no estaba al servicio del Estado y remitiré cuantos datos le sean precisos a los fines que S. S. quiera”.
El señor Montero Villegas aboga porque se eviten los peligros que ofrecen los bajos de las costas de Galicia.
El señor Vega Seoane: “¿De modo que no tiene importancia el naufragio, porque el barco no prestaba servicio al Estado?”
El ministro de Fomento: “En los viajes de este buque para nada intervenía el Estado”.
El señor Vega Seoane: “Pero el buque llevaba la corona de España, que debía ser garantía para que los que embarcaran no corrieran riesgo”.
“El ministro de Fomento se ha roto aquí la hoja de parra, que le cubría al declarar que no estaba al servicio del Estado, como si la Trasatlántica no debiera tener al servició del Estado 23 barcos que no tiene y pagamos cantidades exorbitantes por lo que no da”.
El ministro de Fomento: “Acepto con gusto las responsabilidades de los actos que dependen de mi departamento. Puedo afirmar que el viaje del Larache no era de los contratados por el Estado”.
Se prorrogan las horas de preguntas basta que se acabe este debate y haga una pregunta, que tiene anunciada el señor Moret.
El señor Azcárate pregunta si rige alguna regla que se refiera a la Compañía Trasatlántica en los viajes particulares de ésta.
El ministro de Fomento: “Ese barco no estaba contratado para estos viajes. Desde el momento en que ocurrió el naufragio procuré enterarme en qué clase de vapores hacía la Compañía Trasatlántica esos viajes desde Cádiz, y se me dijo que no era de primera clase. El vapor Larache no era de los destinados para esto”.
La sesión, tensa, siguió después por otros derroteros.
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El suceso tuvo eco en la prensa inglesa de la época |
En la prensa de esos días se narraba de esta manera el suceso:
“...El buque desde que tocó en el bajo tardó solo 6 minutos en irse a pique. Tan poco tiempo fue causa de que, al tratar de salvarse cuantas personas iban a bordo, se originó una espantosa confusión, arrastrando consigo a muchísimos tripulantes y pasajeros y a casi todos los botes que traía. Dicen que al sentirse el topetazo, todo el mundo se puso en movimiento, afluyendo a la cubierta del buque, donde se desarrollaron tristísimas escenas. El capitán del barco tiró su gorra al suelo en señal de desesperación.
El capitán animó a la gente hasta el último momento y al ver que el buque se hundía sin dar tiempo suficiente para organizar en debida forma el salvamento de pasajeros y tripulantes, gritó ¡sálvese quien pueda! Unos dicen que el desgraciado marino se hundió con el buque.
Afirman otros que flotó unos momentos, dejó caer el brazo izquierdo, echó la mano derecha a las narices tapando la respiración, y se fue al fondo.
De esto se deduce que habiendo podido salvarse, prefirió ir al abismo, con el barco que la compañía le había confiado.
El primer maquinista, el médico y el sacerdote del vapor, saltaron al mar, antes de que el vapor se hundiera, y perecieron ahogados a los pocos momentos.
Los gritos angustiosos y ensordecedores que lanzaban niños, mujeres y hombres, aterraban a los que buscaban su salvación a nado......”
Los supervivientes que fueron recogidos por las lanchas que había en los alrededores fueron traídos para Muros donde se le dieron los primeros consuelos y auxilios.
La gente de esta villa ya estaba acostumbrada a recoger y auxiliar náufragos, por lo tanto no cogía de sorpresa a nadie el suceso, y todos (como siempre) abrieron las puertas de sus casas para acoger a los necesitados.
Días después, la Compañía Transatlántica Española, mandó al Leonora para recoger a los náufragos y llevarlos a sus destinos.
Una comisión, nombrada a tal efecto de supervivientes del naufragio envió días después a Muros, vía telegráfica y en nombre del Ayudante de Marina el siguiente agradecimiento.
“Deseamos dé el más afectuoso saludo a los muy nobles hijos de Muros”
También la Compañía Transatlántica mandó una nota agradeciendo “El excelente comportamiento en los auxilios prestados con motivo del naufragio del vapor Larache , por parte de vecinos y autoridades de tan noble y humanitaria villa.”
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Zona del naufragio |
Reflejaba la prensa los siguientes datos:
Se sabe que el Larache entró en Ribeira para descargar sal, de donde salió a las dos de la tarde con dirección a A Coruña, con carga general y 96 pasajeros recogidos en Cádiz. El lugar de la catástrofe dista siete millas de Muros. El vecindario de este puerto ha rivalizado en socorrer á las víctimas. Casi todos los náufragos están desnudos o poco menos.
Entre los salvados figura el sobrecargo don Juan Villalobos, y el segundo maquinista señor Leopoldo Mediavilla. A éste se debe que la catástrofe no haya sido más horrible, porque en el momento de encallar paró la máquina. Ha sido muy elogiado por su serenidad porque evitó que estallaran las calderas.
Del vapor Larache sólo pudo arriarse un bote, pues no obstante ser de día se originó una confusión enorme. En dicho bote se embarcaron diez hombres que no han llegado aún, ignorándose su suerte. Las demás embarcaciones se hundieron con el buque, pues no hubo tiempo de botarlas. Estaba también a bordo cuando ocurrió el naufragio el práctico de la costa, don Manuel Pérez.
No se explica nadie como pudo chocar el buque en los bajos de referencia. El Larache tardó ocho minutos en irse a pique. Supónese que el práctico se ha ahogado. También se cree que ha muerto el capitán del buque señor Ibargaray. Se cree que otros náufragos han conseguido llegar a algún punto de la costa. Sin embargo, hasta ahora sólo se sabe que han llegado 15 náufragos Porto do Son y dos a Villagarcía. Se considera que ascienden a un centenar las víctimas del naufragio. La impresión es tremenda. La Compañía de Salvamento ha enviado el vapor Camelle al lugar de la catástrofe.
Fuente: Elab. propia