El sistema para la detección de las toxinas que afectan a los polígonos de bateas acaba de dar un paso de gigante. El estudio publicado por la revista "Environmental Science and Pollution Research" en el que trabajó un equipo europeo de científicos y que anunció el lunes el Instituto Español de Oceanografía (IEO) pretende localizar las toxinas con mayor precisión y adelantar los tiempos a la hora de encontrar la toxina que puede afectar a los bivalvos, pasando a unas 5 ó 6 horas frente al método actual, con el que hay que esperar un día.
"Se trata de un avance muy prometedor", explica una de las coautoras del estudio, Beatriz Reguera, científica del Centro Oceanográfico de Vigo. Y es que los investigadores utilizaron técnicas moleculares capaces de leer la información del ADN de los ribosomas de las especies presentes en las muestras y, de esta forma, encontrar en ellas los géneros e incluso especies concretas que causan mareas tóxicas.
"En los centros de monitorizado, para la detección y cuantificación de las células potencialmente tóxicas en el agua, uno tiene que ir al mar para coger las muestras. Luego hay que ponerlas a sedimentar para que se concentren y se puedan contar mejor al microscopio de un día para otro. Sin embargo, cuando haces el contaje a veces tienes incertidumbres de especies que cuesta trabajo identificar con los métodos tradicionales. Con esta nueva técnica, al tratarse de identificaciones moleculares, se elimina esta incertidumbre", concreta.
Es decir, de la manera en la que actualmente trabajan los científicos para descubrir las toxinas, "hay casos en los que aún así hay especies tan parecidas unas a otras morfológicamente que es imposible hacerlo bien", pero aplicando la biología molecular, "que es un arma muy poderosa", con un solo extracto bastaría para localizar y cuantificar todas las toxinas.
Pero, ¿cómo funciona? "Ahora, con los chips de DNA, coges una muestra de plancton, la filtras, haces un extracto y con un solo extracto has preparado un chip de DNA en el que, digamos, hay sondas moleculares que reaccionan contra la lista de especies potencialmente tóxicas en Europa, localizándolas así", comenta Beatriz Reguera.
Una de las más importantes ventajas que tendría la aplicación de este nuevo sistema sería la reducción de tiempo que supone para los científicos hacerse con los resultados necesarios, que harían que un polígono de bateas tuviera que cerrar o no.
Con la nueva técnica, el tiempo se reduce a "5 ó 6 horas". "Esto no es inmediato. Desde que haces el extracto hasta que obtienes el resultado pueden pasar unas 6 horas", destaca la científica, que, no obstante, recuerda que con los contajes tradicionales hay que esperar de un día para otro y emplear horas de personal técnico para cuantificarlos e identificarlos".
Pese a que próximamente se va a patentar este nuevo sistema, la implantación todavía tardará en llegar a los centros científicos de monitorización gallegos.
"Cuando se introducen técnicas avanzadas nuevas no se ponen inmediatamente en práctica en los sitios. Primero, porque tienes que comprar un equipamiento y luego porque al principio las técnicas nuevas son muy caras. Para este sistema hay que comprar unas plaquitas dónde vienen impregnados los chips de DNA y si ya tienes comprado tus microscopios y tienes a tu personal formado, de repente no vas a decir que hay que cambiar a algo nuevo que además es carísimo", afirma la investigadora.
En cuanto a la problemática que afecta a Galicia, con numerosos polígonos de bateas mejilloneras cerrados , Reguera cree que "tendrían que sopesar a corto plazo si el coste de este sistema les compensa o no". "Cada sitio tiene que analizar sus circunstancias. Esto no va a cambiar todos los sistemas en curso, pero se irá implantando y se irá abaratando cuando todos los centros empiecen a comprarlo, como cuando salieron los primeros ordenadores, que también costaban una fortuna", sentencia.
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