sábado, 11 de febrero de 2012

Gondiez I

La medianoche del 8 de Abril de 1991, el pesquero Gondiez I, con base en el puerto lucense de Burela, y con diez tripulantes a bordo, se hunde en la zona conocida como «A Pedra do Boi» frente a la Torre de Hércules, en A Coruña.

Tres marineros resultaron muertos y otros cuatro resultaron desaparecidos. Tras el siniestro, que se produjo a poca distancia de la costa, los otros tres miembros de la tripulación lograron ponerse a salvo y fueron rescatados. 
  
Labores de búsqueda de los desaparecidos. Participó, entre otros, el Blanca Quiroga

El «Gondiez I» se dirigía al puerto coruñés con un cargamento de pescado, cuando embarrancó en la zona ya mencionada. Momentos antes, la tripulación había enviado un SOS, que fue recogido por la Cruz Roja del Mar, en el que se informaba que la embarcación iba a estrellarse contra unas rocas ante la imposibilidad de ser gobernada. Los marineros lanzaron además una bengala de señales que fue avistada por los fareros, quienes, de inmediato, pusieron los hechos en conocimiento del Servicio de Salvamento Marítimo.

Rápidamente comenzaron los trabajos de rescate en los que participaron el remolcador de la Dirección General de la Marina Mercante «Alonso de Chaves», dos embarcaciones de la Cruz Roja del Mar, una lancha del Servicio de Vigilancia Aduanera, un helicóptero del SAR y otro perteneciente a la Junta de Galicia, además de efectivos de Protección Civil y de la Benemérita. Estas labores quedaron interrumpidas sobre las tres y media de la madrugada  y se reanudaron al amanecer.


La zona en la que embarrancó el pesquero es rocosa y acantilada y el estado de la mar era de marejadilla, aunque en el momento del naufragio las olas «rompían», según manifestaron efectivos de los equipos de rescate.

Lugar donde se hundió el Gondiez I

Con el recuerdo del naufragio del pesquero La isla aún en la mente, el 8 abril de 1991 se hundió el Gondiez I exactamente en el mismo punto donde naufragó aquél. Están casi el uno encima del otro. Una avería en el timón y la pérdida de visión momentánea fueron las causas de un naufragio que causó siete muertos. El patrón Xosé Arufe fue uno de los supervivientes.

"Escuchaba los gritos de ánimo de la gente que ayudaba desde tierra, pero no sentía las piernas -recuerda Xosé-. Veía entre las olas la silueta de la Torre y sabía que tenía que estar cerca, pero no conseguía acercarme. Me estaba muriendo pero estaba tranquilo. Pensaba en todo y en todos, en la familia. Confiaba en la Virgen del Carmen y salvé la vida, cosa que no pudieron hacer los demás compañeros. Por eso siento en lo más hondo de mí que no debería estar durmiendo cuando el barco se fue contra las rocas. Debería estar en el puente, como siempre, pero ese día estaba cansado y me eché a descansar un rato mientras el barco no llegaba a puerto. También me sigue dando vueltas en la cabeza que, como todos los pesqueros, llevábamos las balsas amarradas, trincadas, y no dio tiempo a echarlas al mar. Después del naufragio estuve año y medio de baja. No volví a ser marinero más que en tierra y me dediqué a campañas como pedir la prolongación del corredor marítimo de Fisterra o el descanso semanal. Ahora, de jubilado, veo el mar todos los días desde los muelles y no me asusta. Pero sí tengo miedo del viento y del murmullo de las olas. No puedo estar solo en el mar, es peligroso dejarme con él a solas".

El dramatismo de la tragedia aumentó debido a la presencia de los familiares de los embarcados, que al enterarse de la desgracia se trasladaron desde el puerto, en donde esperaban a sus seres queridos, a la Torre de Hércules, desde donde todavía hoy se pueden contemplar las rocas protagonistas de varios accidentes marítimos. Los tres tripulantes que salvaron la vida solo tuvieron tiempo a lanzar una bengala antes de que el mar se tragase a un Gondiez que se llevó consigo a sus siete compañeros. Solo la rápida y valiente intervención de los voluntarios de la Cruz Roja del Mar, apoyados por el remolcador Alonso de Chaves, el helicóptero del SAR y los buzos de la Guardia Civil impidieron que los tres supervivientes fueran engullidos por el fiero mar de fondo que ese día batía la costa. «O único que vin foron as pedras enriba e que íamos a pique», explicaba Manuel Caamaño, otro de los tres tripulantes que fueron rescatados.


Uno de los momentos más dramáticos de la jornada se vivió cuando las embarcaciones de rescate llegaban a puerto y los familiares de la tripulación indagaban quiénes eran los que habían conseguido escapar del mar.

«Una mujer, que acudió al lugar para preguntar por su marido, lloró desconsoladamente cuando las autoridades le comunicaron que su esposo no se encontraba entre los supervivientes. Los sollozos de la mujer estremecían a las veinte personas que se encontraban en aquel momento en el muelle». Veinte años antes, el 4 de octubre de 1970, la misma Pedra Do Boi fue testigo de otra de las grandes tragedias marítimas acaecidas en la costa coruñesa. El desgraciado protagonista fue el pesquero Isla, que llevaba a bordo a quince tripulantes, de los que solo uno salvó la vida. La falta de medios que entonces sufrían los operativos de salvamento acentuó la impotencia ante una tragedia que provocó decisiones como la creación de la actual base marítima de la Cruz Roja.

Pedro Pasante, farero de la Torre de Hércules, testigo de la tragedia

El farero Pedro Pasante sostiene que el mas duro de los naufragios que ha visto, en los más de 27 años que llevaba en el faro de La Torre, fue el de este pesquero. «Avisamos al helicóptero, podía tardar media hora y eso era una eternidad cuando estabas escuchando esos gritos», relata Pasante. Era el 9 de abril de 1991 y el barco se hundió en unos minutos en la Pedra do Boi.

Pedro Pasante recuerda con un estremecimiento la noche del naufragio del Gondiez I. El veterano farero del monumento patrimonio de la humanidad estaba de guardia ese día. «Primero avisaron del accidente con una bengala. Se escucharon también los gritos de los marineros. Luego llegaron los familiares y amigos a las inmediaciones de la Torre, en donde se acabó reuniendo mucha gente para ver las labores de rescate», explica un profesional que también pudo contemplar desde la histórica atalaya como los tripulantes «se agarraban a las piedras, pero la fuerza del mar acababa por separarlos». Sitúa también el contexto de una época en la que «todavía no existía la torre de control marítimo, y los minutos eran oro cuando se trataba de las tareas de salvamento de un naufragio de las características del Gondiez I.

4 comentarios:

  1. Soy el hijo de manuel Caamano a el esta tragedia le Afecto mucho tambien y la Vida le cambio para siempre mi papa ....nun a fue el mismo ..el murio de emfremedad el 13 de febrero del 2010 ....era el mejor papa del mundo

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  2. Soy el hijo de manuel Caamano a el esta tragedia le Afecto mucho tambien y la Vida le cambio para siempre mi papa ....nun a fue el mismo ..el murio de emfremedad el 13 de febrero del 2010 ....era el mejor papa del mundo

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  3. Un comentario muy emotivo. Muchas gracias

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  4. Soy Dolores Caamaño, hija de Manuel Caamaño Quintáns, uno de los marineros que logró salvar la vida en esta tragedia. Recuerdo aquel día como si fuese hoy. Una llamada del hospital, a mi madre saliendo de casa llorando y diciendo que papá había tenido un accidente y que tenía que irse... A mis hermanos y a mí poniendo la televisión para ver las noticias y saber qué estaban pasando.... Mi llegada al hospital en donde medios de comunicación intentaban hacer preguntas que no sabías responder.
    La vida nos cambió a todos. Papá dejó él mar y trabajó durante muchos años en la construcción pero la falta de trabajo en tierra le obligó a volver al mar...
    Era un hombre sencillo, honesto y luchador, devoto de su familia y su Virgen del Carmen, a la que siempre se encomendada.
    Aunque ya no está con nosotros, siempre le llevamos en él pensamiento y en él corazón.

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