Nos sentamos
a comer un prometedor plato de merluza del Cantábrico en un restaurante, pero
resulta que nos endosan un pescado de sabor semejante oriundo de Chile o
Namibia y con el que aquella guarda un lejano parentesco. Por supuesto, las
salsas y aderezos contribuyen a que el disfraz sea prácticamente infalible.
Sí, una
tomadura de pelo en toda regla que, al parecer, tiene carta de naturaleza en
los restaurantes pues, según un estudio impulsado por la Unión Europea, en
menús que no superan los 20 euros, el cambiazo está a la orden del día.
Para la
confección de este informe, que ha liderado el Centro Tecnológico Atzi, se han
tomado más de 300 muestras de 204 restaurantes repartidos por las 15
principales comunidades autónomas. “Uno de cada dos restaurantes analizados
sirve platos de pescado que no se corresponden con lo indicado en el menú”,
afirman los autores de este informe.
Según estos
investigadores, con esta práctica no están poniendo en peligro nuestra vida,
pero sí que diezman nuestro bolsillo a costa de ofrecernos productos mucho más
baratos como si fueran de postín. Cabe recordar que la merluza cantábrica está
considerada la mejor, pues es la más apreciada. Sin embargo, cada vez
encontramos menos ejemplares y, además, se está apostado por una menor pesca a
fin de respetar sus ciclos. Así se consigue que la pesca sea sostenible y que
la especie no se extinga. Obviamente todas estas circunstancias tienen su
reflejo en el precio.
Por
supuesto, la treta es extensiva a muchas más especies. Se ha observado que así
ha sido en el 83% de las muestras de lenguado, en el 73% de la merluza, en el
53% de atún rojo y en el 10% del cazón. Además, el fraude ha sido masivo en el
bacalao, y se valen de la infinidad de variedades que podemos encontrar en esta
especie y que, por lo tanto, confunden al consumidor que difícilmente puede
estar al tanto de sus diferencias.
No obstante,
es posible que los primeros engañados sean los mismos restaurantes que compran
pescado creyendo que es merluza del Cantábrico e idéntica situación se repite
con infinidad de especies. Por lo tanto, quizás sean los restauradores los
estafados en primer lugar.
De hecho,
Laura McDonnell, una joven bióloga canadiense, parece defender esta tesis en
una carta abierta publicada en la revista 'The Walrus'. En ella se refiere a
las inexactitudes que se cometen en la identificación del pescado, aunque sus
conclusiones son mucho más tremendistas pues sí que afirma que nuestra salud
está en juego. Así, según explica, muy pocas veces el consumidor sabe
exactamente qué está consumiendo.
A juicio de
McDonnell, un incorrecto etiquetado puede tener consecuencias en nuestra salud.
Así, la bióloga explica que la toxina de la ciguatera es una de las causas más
comunes de intoxicación con mariscos y esta se halla presente únicamente en los
peces de arrecife de los trópicos. Si un pez tropical está mal etiquetado y se
confunde con una especie de clima templado, la toxina puede acabar en nuestra
cocina sin que estemos prevenidos de su posible presencia. Esta experta también
se hace eco de la impunidad de vender como salvaje un salmón procedente de
acuicultura.
La
activista, que asegura haber desterrado el pescado de su dieta por culpa de
esta y otras razones, insta a los restaurantes a ser más vigilantes y mantener
el mismo rigor que emplean para clasificar los productos que contienen gluten o
que resultan aptos para veganos. McDonnell también denuncia que nuestros
pescados han incorporado el plástico a su cadena alimenticia, pero eso ya es
harina de otro costal.
Un estudio
canadiense en 2011 también puso el dedo en la llaga al descubrir en una muestra
de más de 200 productos del mar que el 41% estaba mal etiquetado. Estos
pescados estaban a la venta no solo en restaurantes, sino también en varios
comercios minoristas de ciudades como Toronto, Montreal y Vancouver. Idéntico
resultado obtuvieron las pesquisas de Oceana, una organización consagrada a la
protección de los ecosistemas marinos. En concreto, los datos se extrajeron del
informe 'Seafood Swaps Found Worldwide' en su edición de 2014, en el que se
denuncia que el fraude con los productos pesqueros es un problema de carácter
mundial con “consecuencias en la seguridad de la salud de los consumidores, a
las especies y ecosistemas marinos”.
Para
elaborar sus conclusiones, Oceana revisó más de 200 estudios publicados en
torno a este tema. Sin embargo, la organización sí que ha alabado las acciones
de la UE encaminadas a ofrecer información más consistente a los consumidores
respecto al pescado que consumen.
Curiosamente
un estudio de la Universidad de Washington ve puntos positivos a este
incorrecto etiquetado pues, a su juicio, puede redundar en una protección de
las especies más castigadas por la sobrepesca. De hecho, consideran que las
especies utilizadas en el fraude abundan más que aquellas a las que sustituyen.
En lo que coinciden gran parte de estas investigaciones es que esta mala
identificación ocurre de manera fortuita, pero también de forma intencionada.
Fuente:
alimente.elconfidencial.com
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