Cuando nos
sentamos a la mesa frente a un filete de pescado no solemos pensar en la vida
ni en la muerte del pez. La idea romántica de un pescador que lanza una red y
recoge un pez feliz que muere enseguida en el barco, ¿es acorde con la
realidad? Más de la mitad del pescado que consumimos es de cultivo: ¿cómo
mueren en las piscifactorías?
Muchos
consumidores no saben que, mientras la pesca extractiva continúa asfixiando a
los peces en los barcos, los piscicultores y científicos trabajan desde hace
años para mejorar el proceso de aturdimiento y sacrificio de los animales
criados mediante acuicultura.
La mayoría
de los peces de cultivo que consumimos tardan entre uno y dos años en llegar a
su talla comercial, que va desde los 250 hasta los 500 gramos. Esto no es mucho
si lo comparamos con el peso de otros animales pequeños como el pollo (2-4 kg)
y el conejo (2 kg).
He aquí un
problema logístico. Los peces pesan poco, así que hay que cultivar muchos más
para llegar a producir una tonelada en comparación con los pollos, por no decir
una vaca (Figura 1). Son muchos más animales que manejar y, por lo tanto, que
sacrificar.
La dorada y
la lubina se cultivan en el mar Mediterráneo en viveros circulares cerca de la
costa, que pueden albergar entre 20 y 60 toneladas de peces. Eso son muchos
seres vivos. Conforme crecen se despesca el vivero, mediante la extracción,
poco a poco, de 3 o 4 toneladas con una red. Cada sacadera se deposita en un
tanque que contiene mitad agua y mitad hielo. Allí los peces se enfrían de
golpe y mueren.
Este
procedimiento se llama aturdimiento o sacrificio por hipotermia y esta aceptado
por la Organización Mundial de Sanidad Animal como un método válido. Como
pueden imaginar, a un pez puede que no le haga mucha gracia pasar de agua a 25
ºC a 1 ºC en cuestión de segundos, y suele intentar escaparse. Por otro lado,
¿pueden imaginar cómo piensa un pez? ¿Cómo siente dolor? ¿Es consciente de que
va morir?
Los
científicos llevan muchos años debatiendo sobre la percepción del dolor por
parte de los peces y sobre la conciencia animal en general. En este debate hay
dos bandos principales. Unos defienden que los peces no tienen el aparataje
necesario para sentir dolor como los mamíferos. Otros reconocen que la ciencia
actual no sabe cuantificar la percepción del dolor, ni siquiera en humanos, por
lo que debemos seguir el principio de precaución, aceptar que todos los
vertebrados pueden sentir dolor e intentar minimizarlo.
Este debate
ha fomentado una serie de proyectos de investigación para averiguar si los peces
sienten dolor o no y cuál es la mejor manera de sacrificarlos. A la vez, en
Europa se han ido aprobando leyes para proteger a los animales, con un ojo
puesto en los métodos de sacrificio. El Reglamento 1099 del año 2009 establece
que hay que aturdir a los animales antes de sacrificarlos (y asegurarse de que
están inconscientes antes de desangrarlos). Este aturdimiento debe producirse
en menos de un segundo.
Este límite
de tiempo es un problema cuando hablamos de peces. Los métodos de cría han sido
desarrollados para minimizar el estrés; los métodos de aturdimiento, para
mantener la calidad del producto y matar a muchos animales de golpe, porque son
muchos y muy pequeños.
Además, hay
que capturarlos, sacarlos del agua y enfriarlos cuanto antes, puesto que su
vida útil es breve. Así empieza la carrera para ver quién inventa un aturdidor
ideal para los peces, más rápido que el aturdimiento por hipotermia, en el que
se estima que los peces tardan entre 5 y 20 minutos en morir.
En los
últimos años, y según la base de datos más importante sobre estudios
científicos del mundo (Web of Knowledge), se han publicado 18 estudios que
miden el bienestar de los peces según diferentes métodos de aturdimiento.
Estos
métodos se pueden agrupar en cinco categorías: aturdimiento eléctrico (que
puede ser dentro o fuera del agua), por percusión (como suena, darle al animal
un golpe en la cabeza con un objeto contundente), por hipotermia (hielo), con
gases (como el CO₂, disueltos en el agua), y el iki jime o spiking (perforar el
cerebro con un objeto punzante).
También se
han probado anestésicos, pero se piensa que pueden acabar en la carne y llegar
al consumidor, por lo que se han prohibido en Europa.
A nivel
industrial, el salmón se aturde por percusión, la trucha por descarga eléctrica
y la mayoría de las doradas y la lubinas por hipotermia. A nivel comercial,
parece que el aturdimiento eléctrico va ser el estándar y ya hay varios
prototipos funcionando.
Lo más
novedoso es un aturdidor que bombea los peces desde sus estanques y emite
descargas en cadena, sin tener que sacar los peces del agua. La ventaja es que
aturde a los animales de manera individual rápidamente y llegan al hielo
inconscientes. Pero no son de uso común todavía puesto que requieren una
inversión importante y hay que ajustar el nivel de la descarga según la
conductividad del agua y el tamaño de los peces, lo que no siempre es fácil.
Aturdidor
eléctrico - Fish Management Systems
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Además, hay
cierta preocupación sobre la seguridad laboral de los operarios que tienen que
aplicar descargas en el agua en condiciones no siempre favorables, por ejemplo
a bordo de un barco. De todas maneras, seguramente veremos más aturdidores
similares en nuestras piscifactorías en un futuro próximo. Todo por lograr que
el pez llegue a nuestro plato de una forma más ética.
Morris
Villarroel es profesor de Ciencia animal, Universidad Politécnica de Madrid
(UPM).
Este
artículo fue publicado originalmente en The Conversation.
Fuente: abc.es
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