El queroseno se esfumó, pero los vertidos fecales perduran. Si comparamos todo lo que le han echado encima a la ría de O Burgo en las últimas tres décadas con los 34.000 litros de hidrocarburo vertidos hace ocho días, estos no son más que un lamparón. Sin ser inocuo, peores son los 26 focos graves contaminantes detectados recientemente por Augas de Galicia, situando a esta zona marisquera como una de las más contaminadas de Galicia. Porque ese torrente de aguas fecales lanzadas por los municipios bañados por la ría sigue ahí, no el hidrocarburo, que en unos días casi desapareció.
Las muestras e inspecciones llevadas a cabo por la Xunta invitan al optimismo, pues ni encontraron marisco muerto ni restos del volátil queroseno en la arena; si bien la semana entrante el Instituto Tecnolóxico para o Control do Medio Mariño realizará unos análisis químicos que serán determinantes para abrir de una vez por todas la ría al marisqueo. De salir bien los resultados, que están convencidos de que así será, la zona se reabrirá «de manera inminente», según fuentes de la Consellería do Mar, que este fin de semana mantendrá la única barrera anticontaminante que queda después de que el jueves retirase las otras cuatro.
Si ven que los bivalvos que ahí se crían se pueden comer, los cerca de 150 mariscadores con permiso para trabajar en la ría volverán a hacerlo después de cinco años en paro obligado. En ese tiempo cobraban 82 euros al día como compensación. Se los pagaron durante cinco años y justo el día en que se levantaba la veda, cuando ya podían ir a la almeja, alguien manipuló con nocturnidad el grifo de un camión cargado de combustible aparcado junto a la ría y el hidrocarburo corrió hacia el agua. Habrá que esperar a que den frutos las investigaciones de la Guardia Civil, que no descarta nada ni a nadie. Puede que haya sido un intento de robo, una gamberrada o un sabotaje.
A los vertidos, sabotajes y a la incredulidad de los mariscadores a que la ría ya está apta para el marisqueo, se suman los furtivos, que en la ría de O Burgo son enjambre, llegando incluso a levantar un pequeño poblado en las márgenes de la ría para tener el trabajo pegado a casa. Con total impunidad. Hubo días en que los guardacostas llegaron a contar a 70 furtivos. Y tres días antes del vertido de queroseno un espectacular operativo expulsaba a medio centenar de ilegales que esquilmaban los fondos a sus anchas y a plena luz del día.
Y en medio, la Unión Europea, que ni caso le hacen. Lleva una década predicando en el desierto. No se le escuchó cuando ordenó a todas las poblaciones de más de 2.000 habitantes disponer de un sistema de depuración antes del 2005. Pero Bruselas no baja los brazos y este mismo jueves anunció que estudiará el envío de una comisión para comprobar el estado de la ría una vez que el patrón mayor coruñés, Manuel Cao, acudiera allí para hablar de «una situación catastrófica».
Lo curioso del asunto es que el saneamiento integral de las rías ha sido el pan nuestro de cada día desde los noventa. Hay que remontarse a 1995 cuando Xosé Cuíña, entonces conselleiro de Obras Públicas, lanzó el primer plan para sanear varias de las rías. Solo lo lanzó. Apenas dos años más tarde, la Comisión Europea abroncó a la Xunta por no dar ni un paso. Más de una década después, Bruselas sigue emitiendo advertencias similares y los 2.000 puntos de vertido detectados por Augas de Galicia en las rías, 400 de ellos graves, evidencian que poco o nada se avanzó pese a las reiteradas promesas lanzadas por los sucesivos Gobiernos de la Xunta.
La Xunta promete acabar con el problema. Pero no antes del 2015, veinte años después de que un conselleiro de la Xunta hablase por primera vez de ello.
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