Ballena varada en la playa de Queiruga, en Porto do Son |
Cuando el mar muestra su furia escupe a tierra sus moradores enclenques. Muertes accidentales, desorientación o artes de pesca traicioneras están detrás de los cerca de 220 varamientos contabilizados en el litoral gallego durante el pasado año.
De su análisis y escrutinio se encarga la Coordinadora para o Estudo dos Mamíferos Mariños (Cemma), una asociación sin ánimo de lucro que tiene su sede en la localidad pontevedresa de Nigrán. Desde allí se coordinan dos equipos técnicos formados por biólogos y voluntarios. Su actividad entra en ebullición entre los meses de febrero y mayo, periodo propenso a temporales y mar encabritado.
Un convenio con la Xunta de Galicia para gestionar los varamientos les otorga patente de corso para extraer muestras e incluso adueñarse de ejemplares que supongan interés científico o museístico.
Alfredo López, presidente de Cemma, explica que es la especie del delfín común la que colma el 50% de sus intervenciones, que no siempre están vinculadas a operaciones en tierra. Y es que son los propios pescadores los que en numerosas ocasiones alertan a la coordinadora de la presencia de ejemplares marinos atrapados entre sus aparejos. Esos avisos suponen un gran avance en las investigaciones de los expertos, ya que ciertos animales pueden ser balizados a bordo y devueltos al mar. Incluso con vida.
Cetáceos, focas o tortugas completan el censo -una treintena de subespecies en total- que por un motivo u otro acaban varadas en la costa o enmarañadas en las redes.
Los que salen adelante se reintroducen en el medio. Los que no, en la mayor parte de los casos, tendrán como destino la planta incineradora de la gestora de residuos Gesuga, en Cerceda. Es el caso de los últimos varamientos registrados en la costa gallega, como las tortugas gigantes remolcadas por un pesquero de Camariñas el pasado mes de diciembre. Estos ejemplares, según los expertos, crían en las cálidas aguas del mar Caribe y viven en el océano, aunque en ocasiones pueden llegar a la costa gallega por el efecto de la corriente del Golfo, al igual que otras especies de grandes dimensiones.
También el mes pasado, el cadáver de una ballena de 18 metros apareció varado en Ons, lo que motivó un complejo operativo de rescate que se completó con su traslado hasta el puerto de Bueu, donde fue despedazada para su posterior incineración.
Pero, ¿qué organismo asume ese gasto? Normalmente son los Concellos los que se encargan de sacar los animales del mar y facilitar su carga. A partir de ahí, y gracias a un acuerdo reciente, es la Administración autonómica, a través de Calidad Ambiental, la que costea el transporte hasta la planta de incineración. Justo en el paso intermedio, esto es, una vez depositado el animal en un lugar accesible, intervienen los equipos del Cemma. Toman muestras, realizan necropsias o recogen los esqueletos, con el objetivo de conocer en detalle la vida marina y poner tanto sus estudios como el banco de datos elaborado a disposición de universidades, centros educativos e interesados en la materia.
No obstante, intervenir por cuenta ajena el cadáver de un mamífero marino -como ya se ha dado el caso en Galicia- puede acarrear elevadas sanciones, al amparo de la ley Cites, que prohíbe el comercio de especies y por la que, por ejemplo, es motivo de multa transportar en un coche un solo diente de delfín sin los permisos oportunos.
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