domingo, 30 de septiembre de 2012

La versión gallega del eccehomo


El sacerdote en el interior de la capilla


La capilla de San Cosme no huele a incienso. Ni a cera quemada. Ni a la humedad de los viejos templos, ese olor que es capaz de evocar siglos pasados. Aquí huele a gasolina y de una forma tan intensa que invita a apagar los cirios. Por lo que pueda pasar.

Este fin de semana el templo románico ubicado en el municipio coruñés de Irixoa abre sus puertas para celebrar las fiestas de San Cosme y San Damián. Los vecinos comprobaron en las misas de ayer el nuevo olor que desprende el solitario templo. Y encontraron la respuesta en el techo, un valioso entramado de tablas de castaño catalogado por Patrimonio y del que solo existe otro ejemplo en la provincia de Ourense.

El sacerdote, avisado por alguna gotera, optó por un tratamiento de choque para alejar las polillas. Ante la evidente falta de presupuesto, recurrió al método más barato: aplicó una mezcla de aceite quemado y queroseno por solo 250 euros. Consiguió su objetivo. Las polillas no se acercarán a esta techumbre en los próximos siglos. Pero no se percató de que su método había destrozado una de las virtudes más singulares del templo.

«Se veían las vetas de castaño, lo recordamos así siempre; ahora el techo está ennegrecido, parecen lajas muertas», señalan vecinos de la parroquia de Mántaras. El cura, que lleva dos años en este rincón de Galicia tras media vida pastoral en Venezuela, cree que lo importante son las piedras y los capiteles, «no unas tablas que deben de tener unos diez años». Los vecinos lo corrigen: «Por lo menos un siglo, y Patrimonio nos dio a nosotros mismos la orden de no tocarlas».

El sacerdote, Diego Parra, de aspecto sencillo y bonachón, confiesa que ese fue su pecado. «Se me pasó hablar con Patrimonio, lo reconozco, pero a lo hecho, pecho». Acto seguido explica que su experiencia con este departamento de la Xunta lo invitó a tomar la iniciativa. «Estoy pendiente de que Patrimonio me permita arreglar una parte del cementerio y llevo casi dos años esperando. Con las goteras y la polilla no podía esperar tanto», explica Parra, oriundo de Valdepeñas (Ciudad Real). Este viernes recibió la llamada del vicario de A Coruña, José luis Veira Cores, a quien Patrimonio notificó la desfeita ejecutada en San Cosme.

«Con lo que recaudo es fácil de entender que mucho no puedo hacer, miré tratamientos de madera mucho más caros y menos perjudiciales para la madera, pero no hay un euro», añade.

Miembros de la Comunidade Monte San Antón, donde está el templo, señalan que el cura aplicó un método «como os que se utilizan nos teitos dos cortellos». «Pero aquí esnaquizou unha parte moi importante». «Logo de tentar arranxar o teito tivo que contratar a unha empresa de limpeza porque todo o aceite e o queroseno chorreaba polas paredes».

El interior de los muros es la siguiente preocupación de los feligreses. Se especula con la posibilidad de que bajo las capas de cal podrían aparecer algunas pinturas antiquísimas. «O que lle pedimos ao cura é que pare, que se quede quieto, que non siga reparando porque é peor o remedio que a enfermidade», señalan.

La capilla de San Cosme tiene el mismo grado de protección que los monasterios de Caaveiro o Monfero. Por eso, se extrañan de que el sacerdote no hubiera presentado en la Xunta un proyecto visado. Consideran que no actuó de mala fe. Pero el destrozo les ha recordado el episodio vivido con el eccehomo de Borja.

No es la primera vez que la iniciativa restauradora de Diego Parra molesta a los vecinos de Irixoa. Los habitantes de la parroquia de Coruxou también censuraron los trabajos realizados hace casi un año en su iglesia. Hoy el templo presenta la mitad inferior de la fachada totalmente limpia, mientras que la parte alta y el campanario conservan los líquenes propios del granito y demás vegetación. Así quedó cuando Patrimonio le mandó parar sus trabajos, de nuevo sin expediente previo. Fue un vecino quien se puso en contacto con la Xunta para avisar de las obras. «Lo que quería hacer en Coruxou es eliminar esa capa exterior de cemento y exhibir la piedra», justifica el sacerdote. El resultado de la interrupción de aquellos trabajos es una especie de sarampión en la piel exterior de la iglesia, con zonas limpias, otras intactas y algunas con algún tipo de intervención.

Parra no ha vuelto a intervenir en la arquitectura de la iglesia de Coruxou, una de las cuatro que atiende con regularidad cada semana. En esta parroquia se encuentra la residencia oficial del párroco, pero no está habitada ni se espera la inversión que pueda adecentar la vivienda. Los vecinos no ocultan las críticas a sus formas de actuar, si bien aseguran que en la parcela pastoral «é tan bo como outros curas». Achacan sus «iniciativas aloucadas» a que «igual segue aplicando os métodos que utilizou tantos anos en Sudamérica. Pero aquí non valen».

 

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