jueves, 5 de septiembre de 2013

Hallan en Canarias restos del mayor depredador marino







Era una mole. Un auténtico monstruo de dientes afilados que se movía en el agua a una velocidad sorprendente para un escualo de veinte metros y cien toneladas de peso. Fue el mayor depredador marino que haya existido en el planeta y durante los casi veinte millones de años que dominó todos los océanos y mares no había pieza que se le resistiese. Ni siquiera las voluminosas ballenas, su manjar preferido. El megalodón es un viejo conocido para los paleontólogos porque sus restos fósiles se han encontrado en más de un océano, aunque la huella de su presencia nunca había sido localizada en España. Hasta ahora, en que, por azar, un equipo del Instituto Oficial de Oceanografía (IEO), a bordo del buque Ángeles Alvariño, con base en Vigo, ha localizado en una montaña submarina de Canarias, a 1.037 metros de profundidad, quince dientes fósiles del mayor tiburón conocido. En el mismo lance aparecieron piezas de otros cuatro escualos también extintos, aunque de menor tamaño y voracidad, y un fragmento de cráneo de una vaca marina, además de restos de huesos de ballenas y de otros mamíferos marinos.
«Fue un hallazgo hecho por casualidad», explica Pedro J. Pascual, biólogo del Centro Oceanográfico de Canarias, que se encargó de la identificación de las piezas junto al profesor de paleontología y paleocología Franco Cigala Fulgosi, de la Universidad de Parma. «Recuperamos los restos con una draga de investigación. Salieron todos en una sola draga que arrastró 50 metros», constata Pascual, que ya se frota las manos pensando en el tesoro geológico que aloja la profunda montaña submarina situada enfrente de la isla Graciosa. «La idea es que podamos repetir alguna draga más en esa zona, aunque habrá que esperar», precisa, porque en realidad el hallazgo se hizo no durante una campaña específica dirigida a buscar fósiles submarinos, sino dentro del proyecto Life+Indemares, dedicado al inventario de áreas marinas con importante biodiversidad y susceptibles de ser declaradas como protegidas dentro de la Red Natura.




De todas las piezas fósiles recuperadas, las más destacadas son las que corresponden al megalodón. «Era un auténtico monstruo -explica Pascual-, que aparte de un gran tamaño tenía una fuerza brutal en las mandíbulas». El animal, un voraz depredador, se alimentaba de todo lo que encontraba a su paso, aunque especialmente de «grandes ballenas». Los restos se supone que pertenecían a uno o varios ejemplares juveniles, que son los que vivían más cerca de la costa, aunque en el Mioceno, hace entre 23 y 5 millones de años, cuando la especie reinaba en los mares, apenas habían emergido tres o cuatro islas de las actuales Canarias. «Nuestra hipótesis -señala el investigador- es que esta montaña submarina podría ser una zona de cría para los megalodones». Ninguno de los tiburones que habitan ahora los mares, ni siquiera el gran blanco, puede considerarse desde un punto de vista evolutivo como sus herederos.
El megalodón medía 20 metros de largo y pesaba hasa 100 toneladas.

El tiburón blanco es, por su voracidad, el mayor depredador de los mares en la actualidad, aunque en realidad es insignificante si se compara con la especie que vivió en el Mioceno. El ejemplar de tiburón blanco de mayor tamaño localizado hasta la fecha mide 6,93 metros, por los 20 del megalodón. Ni siquiera las orcas podían rivalizar con él. «Era tres veces más grande de lo que hoy puede ser una gran orca de nueve metros y tenía, además, unos dientes muchísimo más grandes», explica el biólogo Pedro Pascual. Algunos expertos apuntan a que vivió hasta hace dos millones de años.

   

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