Los «millones, millones y millones» de datos que los
científicos han recogido durante los siete meses que ha durado la expedición
Malaspina del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), son
«evidencias de que el cambio climático es real» y «una realidad con la que hay
que vivir». Así lo ha explicado uno de los responsables de los investigadores
de este proyecto, Eugenio Fraile.
El científico ha explicado, en declaraciones a Europa Press,
que durante este viaje se ha recorrido el paralelo 24,5º Norte, una de las
rutas transoceánicas más importante para el estudio de cambio climático. En la
investigación se ha descubierto que la temperatura del océano sigue en aumento
en este paralelo, por encima de la tasa normal del cambio climático, mientras que
la velocidad de la cinta transportadora de calor que se encuentra en esa zona
del océano (la mayor distribuidora de calor), ha disminuido.
Esto supone «una pescadilla que se muerde la cola», ha
indicado Fraile. Según ha destacado, cuando la temperatura del océano aumenta,
«se necesita que el agua se enfríe para que se hunda». «Es un ciclo que va
desde la superficie hasta el fondo, si no hay agua fría que se hunda, no hay
bucle y la velocidad de la cinta transportadora disminuye», ha apuntado.
Fraile ha asegurado que estos datos, que han sido publicados
en Progress in Oceanography, los han dejado «impactados». Por ello, ahora
quieren «concienciar a la población de que el cambio climático es un hecho y
que no hay que esperar a las administraciones, sino que cada una de las
personas tiene que aportar». Mientras, ha explicado que los científicos
seguirán estudiando «para saber si este cambio de velocidad en la cinta puede
suponer algo importante».
De hecho, los expertos se encuentran ahora en pleno trabajo
de laboratorio. Sin embargo, las muestras de Malaspina seguirán aportando
información «hasta dentro de 30 años». El científico ha apuntado que se han
dejado «muestras congeladas en la base de datos para que no sean abiertas hoy
en día, sino para que sean estudiadas con técnicas de futuro». «Eso no lo hace
mucha gente en el mundo», ha destacado Fraile.
Otro de los descubrimientos destacados de esta expedición es
la entrada de contaminantes procedentes de la atmósfera, que no se limita a las
zonas costeras, sino que se produce también en las zonas más remotas del
planeta y ya ha empezado a afectar al ecosistema oceánico.
En este sentido, se ha generado por primera vez una base de
datos que recoge los niveles de contaminantes orgánicos en todos los océanos.
Los investigadores han logrado determinar cómo se distribuyen globalmente las
dioxinas, compuestos químicos generados durante la combustión de residuos
orgánicos.
«Las concentraciones son mayores cerca de los continentes
que en las zonas centrales de los océanos, una circunstancia que se explica por
los procesos de degradación durante el transporte, ya que se depositan al
océano directamente desde la atmósfera», explica Jordi Dachs, investigador del
CSIC y uno de los autores del trabajo, que también confirma que estos
contaminantes han comenzado a afectar al fitoplancton y zooplancton.
«Hemos observado que los contaminantes entran directamente
al océano a través de la atmósfera, llegando a las zonas más remotas del
planeta, con aportes que ya están afectando al ecosistema oceánico», ha añadido
el coordinador de la expedición Malaspina Carlos Duarte.
Asimismo, durante el proyecto se ha generado la mayor base
de datos de hidrocarburos aromáticos policíclicos (PAHs) en el océano. Los PAHs
se encuentran como parte de los combustibles fósiles y también se generan
durante la combustión de petróleo y carbón. «Hemos hallado que las
concentraciones de PAHs son mayores cerca de los continentes que en las
regiones oceánicas centrales y que se produce una entrada difusa de PAHs por
deposición atmosférica. Esta entrada es mayor que la llegada de vertidos de
petróleo al océano y se produce en todos los océanos, aunque su impacto todavía
lo desconocemos», asegura Dachs.
Los investigadores ya han demostrado, a partir de las
muestras recogidas a bordo, que existen cinco grandes acumulaciones de residuos
plásticos en el océano abierto, que coinciden con los cinco grandes giros de
circulación de agua superficial oceánica. Según estos resultados, el problema
de la contaminación por residuos plásticos tiene carácter planetario.
Al respecto, Fraile ha indicado que aunque ahora mismo se
dejaran de producir plásticos,« éstos seguirán llegando al océano durante los
próximos 600 años» por las que ya se ha producido. A su juicio, lo que el ser
humano debería pensar «es que no debe tirarlo».
«La expedición Malaspina ha supuesto un salto adelante en la
comprensión del ecosistema del océano global, particularmente de las aguas
situadas por debajo de la capa expuesta a la luz solar, donde hemos descubierto
una biomasa de peces hasta 10 veces mayor de la que se pensaba», ha señala
Duarte.
Los investigadores ya han comenzado a secuenciar el genoma
del océano profundo global empleando más de 2.000 muestras de microorganismos
recogidas en el Atlántico, el Índico y el Pacífico durante la expedición. Esta
colección de genómica microbiana marina, la primera del mundo a escala global,
aportará nuevas claves sobre un reservorio de biodiversidad aún por explorar,
ya que podría suponer el hallazgo de decenas de millones de genes nuevos en los
próximos años.
Los trabajos de secuenciación, enmarcados en el proyecto
Malaspinomics, se centran en los virus, bacterias y protistas que pueblan el
océano hasta los 4.000 metros de profundidad. El experto de la expedición,
Josep Maria Gasol, ha apuntado a Europa Press que hallar a esa profundidad
genes de degradación de polutantes, de origen antropogénico, les ha
«sorprendido».
«Algunos de estos impactos tiene que ver con la circulación
atmosférica pero también indica que el océano profundo ya se ha dado cuenta de
que los humanos están teniendo impacto sobre la Tierra», ha declarado Gasol a
Europa Press.
Además, los resultados preliminares de Malaspinomics revelan
una cantidad ingente de especies desconocidas de microorganismos en el océano
profundo. En concreto, «casi el 50% de las secuencias que se han encontrado en
el océano son nuevas», ha resaltado Gasol.
«Estos hallazgos abren toda una posibilidad de aprender que
son esos organismos qué diferencia hay con los ya conocidos y sus
características genómicas, esas que les permiten vivir a 4.000 metros, bajo una
gran presión y a baja temperatura. Es un repertorio genético del que conocemos
muy poco», ha añadido el investigador.
Estas conclusiones, entre otras, se presentan esta semana en
la Residencia de Investigadores del CSIC en Barcelona, en un congreso que pone
fin al mayor proyecto interdisciplinar de la historia sobre cambio global.
Cerca de 80 científicos participan en las ponencias, que profundizarán en el
impacto del cambio global sobre el plancton marino, los efectos del aumento de
la temperatura, la velocidad a la que se produce el transporte del calor o las
consecuencias del aumento de la radiación ultravioleta.
Fuente: La Voz de Galicia
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