Cecilia, viuda de Pacheco, tiene 92 años y hace 80 que vende en una antigua plaza de La Paz el mocochinchi, un tradicional refresco casero de melocotones deshidratados, que el gobierno izquierdista de Bolivia quiere usar para reemplazar a la Coca-Cola.
Esta mujer aymara, que dice realizar esta actividad desde la época de la Guerra del Chaco con Paraguay (1932-35), explica cómo se prepara la bebida: «Hay que lavar la 'quisa' (las bolas de melocotón seco), hervir bien, con canelita, se hace cocer con canela».
Con sombrero tipo bombín y falda aymara de varios pliegues, doña Cecilia vende la dorada bebida en la Plaza Garita de Lima, el corazón del comercio al menudeo de La Paz. Junto a su bisnieta Jacqueline, ofrece mocochinchi en vasos de vidrio, que lava en un un recipiente con agua y utiliza una y otra vez con los clientes que se acercan a saciar la sed.
Cada vaso de mocochinchi o fresco de orejón, de 250 cc, cuesta 1,50 bolivianos (unos 21 centavos de dólar) y la venta oscila entre 400 y 600 unidades por día, dependiendo del clima.
Este popular refresco a base de melocotón deshidratado no tiene una historia oficial en Bolivia, aunque según la tradición oral, llegó al país con la colonización española, a finales del siglo XVI.
El mocochinchi saltó del ámbito del consumo casero a la liga mayor de la política a mediados de julio, cuando el canciller David Choquehuanca señaló que el próximo 21 de diciembre, que marca el cambio de era en el calendario maya, marcará también el fin de la gaseosa Coca Cola y el inicio de esta bebida doméstica.
«El 21 de diciembre de 2012 es el fin del egoísmo, de la división, el 21 de diciembre de 2012 tiene que ser el fin de la Coca Cola, el comienzo del mocochinchi», dijo Choquehuanca, uno de los principales ideólogos aymaras del gobierno de Evo Morales, un indígena de tendencia izquierdista.
Durante un acto público sobre el Lago Titicaca, Choquehuanca explicó que en esa fecha «los planetas se alinean después de 26.000 años», con lo cual comenzará un periodo de amor y «comunitarismo».
La izquierda mundial y los indigenistas bolivianos suelen identificar a la Coca Cola cómo símbolo de la dominación ideológica norteamericana, modelo político y económico al que le han declarado la guerra.
«Coca Cola está con sus días contados», dijo días atrás el editorial del diario Cambio, dirigido por el gobierno de Morales.
«La gente prefiere la Coca Cola, pero es un mal hábito, creo que es terrible tomar bebidas gaseosas y sería importante educar a los hijos sobre una nutrición sana, como consumir bebidas sanas como el 'mocochinchi'», señala otra ama de casa, María Eugenia Alvarado.
La Coca Cola, que se fabrica con esencia de las milenarias hojas de coca que se siembran en Bolivia y Perú, es muy popular en Bolivia, donde se consume en todas las capas sociales, mucho más que el mocochinchi.
No sólo la publicidad, que asegura que quita la sed o que otorga estatus social, dispara su consumo, sino su precio: dos litros de Coca Cola cuestan 6,50 bolivianos (93 centavos de dólar) en botella retornable, y hasta 9,50 bolivianos en recipiente desechable.
En cambio, dos litros del refresco de melocotón deshidratado cuestan 12 bolivianos (1,70 dólares).
«No creo que la Coca Cola se deje de consumir, siempre va a haber Coca Cola», dice otro habitual cliente de doña Cecilia, el profesional independiente Edgar Loma, de 27 años, quien reconoce el poderío en el mercado local de la marca norteamericana.
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