sábado, 30 de agosto de 2014
La pesca, un deporte de compañeros
La pesca, entendiéndola exclusivamente como ‘hobby’ o alternativa de ocio, no puede considerarse como un deporte ‘de equipo’ (algo que sí puede ocurrir en determinadas competiciones); pero, al menos en la mayoría de las ocasiones, sí se podría hablar de ella como un ‘deporte de compañeros’, porque, aunque es cierto que uno puede perfectamente irse solo a pescar, lo habitual suele ser ir acompañado por uno o varios amigos con los que compartir las jornadas a pie de rio o embalse. Como suele ocurrir en otros ámbitos, de la elección de esos compañeros dependerá que las jornadas de pesca sean para recordar o para olvidar.
La selección de los compañeros con los que ir a pescar puede depender de muchos matices en una determinada jornada, pero, a la larga (al menos en la mayor parte de los días), se suele optar por ir acompañado de auténticos amigos de plena confianza con los que suben muchos enteros las opciones de que, al final, la jornada sea para recordar.
A pescar, obviamente, se puede ir solo; de hecho, la del pescador ‘aislado’ y concentrado en su caña y su entorno suele ser una de las imágenes más recurrentes para los ‘profanos’ en la práctica de este deporte. Pero (obviando la mera compañía para el intercambio de impresiones) hay una serie de cuestiones a tener en cuenta que hacen que, siempre que pueden, los pescadores decidan ir acompañados por algún amigo a la hora de acercarse a la orilla de un río o embalse. Una de esas cuestiones, tal vez la más importante, sea la seguridad.
Aunque tampoco se pueda calificar realmente como deporte de riesgo (insisto: planteando en este caso concreto la pesca como la práctica de un ‘hobby’), no hay que olvidar que durante una jornada de pesca aparentemente tranquila pueden surgir múltiples imprevistos que pueden darnos un susto importante. Resbalones, caídas en la orilla, caídas al agua o picotazos de insectos, arácnidos o reptiles suelen ser, por desgracia, más frecuentes de lo que puede parecer, dando origen a situaciones incómodas o angustiosas que es mejor vivir acompañados por alguien que, llegado el caso, nos pueda servir de ayuda.
La comodidad, en términos generales, sería un segundo argumento a la hora de optar por ir a pescar acompañado por uno o varios amigos. Aparte de la ventaja de compartir vehículo en los viajes, alternando el coche entre los componentes del grupo de amigos; ya en la orilla, y plena acción de pesca, se agradece tener alguien al lado que nos pueda echar una mano en diferentes situaciones, como pasándonos algún elemento del aparejo que no tengamos, ayudándonos a soltar el maldito enganche de turno o, lo que es mejor, colaborando a la hora de sacar del agua una captura importante que nos esté poniendo las cosas difíciles. Para los más ‘artistas’, también viene bien llevar compañía a la hora de hacer mejores fotos, tanto en acción de pesca como con las capturas (que hacerse ‘selfies’ mínimamente decentes con una buena captura es harto complicado).
La elección de compañero, o compañeros, para la mayoría de las jornadas es algo que se va perfeccionando con el paso del tiempo, y después de horas y horas compartiendo afición con otros pescadores. De hecho, los veteranos en esto de la pesca deportiva conocen perfectamente a sus colegas de orilla y a sus compañeros habituales, que, con el paso del tiempo, suelen ser siempre (prácticamente) los mismos.
Sin intentar buscarle al gato más pies de los que tiene, el objetivo de esa selección es encontrar a una persona que se adapte a tu forma de pescar y de entender la práctica de este deporte, porque de esta forma las jornadas de pesca se desarrollarán (salvo contadas excepciones) tal y como se prevén desde un principio. Y en este punto no tiene nada que ver la relación de amistad que se pueda tener con la otra persona, porque puede ser el mejor amigo del mundo, pero, si no es ‘compatible’ contigo en acción de pesca, no hay nada que hacer y será mejor buscar a otro para compartir orilla.
Está claro que, como en cualquier otro ámbito, en la pesca hay grandes diferencias entre los aficionados, porque cada uno está acostumbrado a pescar de una forma. Eso hace que, en ocasiones, se junten dos amigos (compañeros de trabajo, de barrio, de clase… etc.) que no tienen nada que ver caña en mano una vez que están en la orilla del río o embalse. Aun así, y pese a que puedan ser muy diferentes, siempre cabe la posibilidad de que se adapten el uno al otro sin problema (normalmente por esa amistad previa que mantienen en otros ámbitos.
Pero también es habitual encontrar casos de amigos que no consiguen adaptarse a esas diferentes formas de entender (o practicar) este deporte, y que optan por ‘cambiar de pareja’ a la hora de ir a pescar. Suele ocurrir, por ejemplo, cuando se juntan un pescador de espíritu ‘competitivo’, interesado en conseguir cuantos más peces mejor en el menor tiempo posible; y otro que se toma la pesca como un mero entretenimiento, con el único objetivo de pasar un buen rato, tranquilo, en un entorno natural. Lo habitual, en estos casos, es que el pescador ‘tranquilo’ se pase las horas muertas en un único punto del río mientras que el ‘competitivo’ se recorre un largo tramo.
También suele ser ‘problemático’ compartir jornada de pesca (no una o dos, que no ocurre nada; sino habitualmente) con alguien que tiene un ‘nivel’ muy diferente (ya sea superior o inferior) de conocimientos. La típica situación del ‘novato’, que no deja de ‘liarla’ a cada momento, compartiendo orilla con el ‘experto’. Y lo mismo puede ocurrir con aficionados que practican modalidades distintas, por ejemplo la pesca a mosca y la pesca a fondo, que les obligarán a estar separados durante la jornada. Por eso, lo habitual que es que se acostumbren a ir juntos los pescadores que prefieren pescar truchas a mosca, los que eligen la pesca de carpas a fondo, o los que optan por las luciopercas con equipos de lance ligero.
Fuente: Heraldodesoria.es
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