Barcos de la flota de
Gran Sol en el puerto pesquero de Vigo
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Cuando concluyó un proyecto de investigación
abordado por la
Cooperativa de Armadores de Vigo (Arvi) para probar la
capacidad conservante en el pescado de Gran Sol de ácidos orgánicos naturales
como los cítricos, el láctico o el ascórbico –aportados por un fabricante–, los
resultados fueron "satisfactorios" aunque no tanto como se esperaba.
La experiencia abrió la puerta, sin embargo, a un nuevo reto: lograr un
conservante propio profundizando en el estudio por separado y en distintas
proporciones de cada uno de los ácidos.
Fue así como desde Arvi y en colaboración con el
Instituto de Investigaciones Marinas de Vigo y la Facultad de Veterinaria
de Santiago se planteó un nuevo proyecto, que acaba de ponerse en marcha con
financiación a cargo al programa autonómico Incite y que se prolongará hasta
2012. La idea es probar los citados ácidos hasta lograr una concentración que,
añadida al agua del hielo con el que se refrigera el pescado a bordo de los
pesqueros de Gran Sol, permita una mejor conservación de la pesca, hasta el punto
de casi lograr equiparar el estado en que llegan a puerto las primeras capturas
con el de las últimas de cada marea, de forma que se evite la merma de valor
comercial de las primeras.
"Ahora estamos en la fase de laboratorio
probando los distintos ácidos para determinar por separado y en distintas
concentraciones cuál es el que mejor funciona directamente en el pescado
–pescadilla en la primera fase y, luego, rapante–, explica Bibiana García,
responsable del proyecto de investigación en Arvi.
Hasta el momento los ácidos que mejores
resultados están ofreciendo son los cítricos y el ascórbico. Después vendrá las
mezclas de concentraciones para determinar la más adecuada para la conservación
y evitar efectos no deseados sobre las capturas.
"El objetivo es lograr nuestro propio
conservante", señala García, quien resume la pretensión del proyecto como
un intento de "demostrar mediante datos empíricos que incluyan aspectos
sensoriales, microbiológicos, físicos, químicos y nutricionales, las ventajas que
la aplicación de un hielo tradicional incluyendo cierta cantidad y proporciones
de los mencionados ácidos orgánicos naturales puede significar sobre la
seguridad, tiempo de vida útil y comercialización" del producto.
Pero, en paralelo, Arvi –en colaboración, asimismo,
con Investigaciones Marinas, las facultades de Veterinaria y Farmacia de la Universidad de
Santiago y la empresa gallega Portomuiños, especializada en la investigación,
cultivo y comercialización de algas– tiene en marcha otro proyecto de
investigación que tiene también como fin último evitar la degradación de las
capturas de la flota gransolera.
Se trata, concreta Bibiana García, del desarrollo
de un plástico film –a colocar entre el pescado y el hielo con que se refrigera
el pescado fresco– biodegradable y al que se le incorporarán sustancias que
mejoran sus cualidades de conservación (macroalgas marinas) para aumentar su
conservación.
"Se pretende evaluar el potencial efecto
beneficioso a nivel antimicrobiano y antioxidante de estas láminas, que podrían
sustituir a las actuales de plástico sintético que solo protegen la superficie
del pescado de eventuales quemaduras", se señala desde Arvi, que cuenta
con Portomuiños para lograr las algas del litoral gallego con las que se
experimentará.
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